domingo, 6 de mayo de 2012

Les presento a Daphné




Dafne (o Daphné para ser preciso) es el nombre que tengo ahora registrado en la memoria para reconocer el luminoso rostro que ven en el encabezamiento de esta entrada. Ya no necesito recrear en mi mente la escultura de Bernini, ni los cuadros de Albini o Chassériau, ni los versos de Ovidio o Garcilaso, porque esta pequeña amiga que hoy les presento, puso sus grandes ojos y su especial capacidad para la imagen donde prosperaban tales apetencias. Sí, Daphné es una niña encantadora, muy inteligente y cariñosa, pero, sobre todo, es una niña-poeta. Tiene sólo ocho años, mas hace ya dos (cuando tenía seis) leí unos versos suyos y quedé felizmente tocado:  


Una niña llora

Una niña llora,
llora que te llora,
sobre la semilla que plantó.
Una anciana le pregunta:
-¿Qué te pasa?
-Es que mi semilla,
dorada, plateada
no crece,
y creo que no crecerá.
Una niña llora,
llora que te llora,
sobre la semilla que plantó.
De tanto llorar
al fin nació
el árbol dorado
que ella plantó.

En un comentario a mi anterior entrada (“Moáis agazapados”) mi amigo Rubén Aguiar me decía que aquel texto estaba firmado por un niño más que por un poeta. Claro que tenía razón, y su agudo comentario, como arte de Rocambole me trajo a Daphné a la mente. (Bueno, tampoco es tan raro, la verdad es que no conozco ahora mismo ningún caso más llamativo de niño-poeta) Entonces llamé a Thais y Jerónimo, sus padres, y les pedí permiso para escribir sobre ello. Sí, claro, me dijeron.

Daphné nunca leyó poesía. Sus padres son filólogos (¿tendrá esto algo que ver?) pero la niña todavía no tiene hábito de lectura. Vive, pues, en una familia normal (acéptenme el término) con padres sensibles a la cultura, pero dedicados a la empresa y la enseñanza (no de literatura) y con tres hermanos que tienen intereses muy disímiles. Daphné estudia violín y ama los gatos. Tiene un carácter fuerte y voluntarioso, pero es tímida para mostrar su poesía salvo si se sabe en un medio afín a sus intereses.

¿De dónde saca esta niña tal capacidad para generar y/o manejar imágenes? No lo sé. La imaginación es patrimonio de todos, pero el manejo no ingenuo de la imagen y el buen gusto para hacerlo, suelen suponerse a espíritus, como poco, medianamente cultivados en ello. Lo cierto es que una tarde, mientras estaba de visita en su casa y hablaba con sus padres de temas varios, la niña, entonces con seis años de edad, se apartó de nosotros, y en cinco minutos, no exagero, escribió esto:

El llanto

El llanto, tanta agua en el suelo.
La belleza del reflejo, luminoso y brillante.
Se reflejan las flores en el río de las lágrimas.
De la tristeza, en vez de piedras,
joyas que son lágrimas secas.

Tal capacidad para entendérselas con la imagen, en un niño de seis años que no ha tenido gran contacto con ella, se me hace algo difícil de explicar. Ahí están los niños especialmente dotados para la música, para el baile o para el dibujo, pero en la mayoría de los casos éstos se desarrollan en ámbitos donde la práctica de tales artes es algo frecuente. Además, también en la mayoría de los casos, se trata de niños con gran facilidad para la técnica, todavía no para la creación. Daphné no domina ninguna técnica. Claro, ni ha leído poesía, ni ha estudiado lengua. No compone poemas redondos. Aunque los titula, escribe una poesía que no pretende el poema, y que cuando llega a él, lo hace por vías propias, porque su letra, con faltas ortográficas y errores sintácticos incluidos, esta viva. Decía Lezama: “La letra mata (y muere, digo yo) cuando el espíritu nutricio pasa a ella venenoso y desinflado. El verbo espurio es el que motiva la letra yacente”. No hay verbo espurio posible en esta niña-poeta. Sus versos nacen en instantes de incontrolable necesidad, y están gobernados desde una rarísima intuición donde rebota el mal gusto como bala en oportuna carcajada. Vean el final de un poema que tituló “Las frutas saladas”:

En un manzano crece un pomelo,
amargo y ensaladero.

Vean cómo es capaz de catar oscuridad y salir airosa con sus ocho añitos de hoy:

Nieve para ti, ceniza para mí,
la esperanza negra con su bufón sucio y negro
se resguardan en mi pobre sonrisa, en mis negros ojos.
Sonrisas para ti, tragedia para mí.
No te rías de mí, que mi oscura tragedia acabará en tus fieles ojos,
tu adorable sonrisa, esa cara que engaña sin cesar.

Empieza a llorar, que si no tu destino… ya sabrás.

En este blog, donde se pretende encomiar la imagen, un caso como el de Daphné, si conocido, no puede obviarse. Me detengo en ella porque admiro sinceramente su gran precocidad y porque quiero alentarla a seguir escribiendo; pero además, porque me resulta muy gratificante poder compartir con quienes lean esta entrada la capacidad que tiene la imagen de prosperar en almas tan jóvenes. ¿O será que su alma viene ya de otros avatares a lucir esta vez en un rostro niño? Ah, como decía la Dickinson: “el instinto recogió la llave que la memoria se dejó en el suelo”.

Cuando Daphné alcance la madurez (ojalá lo haga escribiendo versos) seguramente atravesará, como todos, períodos de rácana sequía; seguramente enfrentará, también como todos, extensiones donde la imagen se inhiba o se muestre rechoncha y cansina. Quién sabe si ya mujer, deba alguna vez taparse los oídos ante los cantos que ahora la colman; pero entonces, en los períodos de reparación sanadora, podrá decir con Juan Ramón y como pocos: ¡Qué bien le viene al corazón su primer nido! Porque el primer nido de esta niña-poeta-laurel acuna huevos de oro.

Les incluyo un manuscrito de Daphné para que vean cómo escribe y cómo acompaña sus versos con dibujos. También les incluyo un poemilla que le escribí a la niña hace ya algún tiempo.
  

 

Inquietísimo laurel


          Para Daphné


¿Quién puso ojos a tu pequeña copa
cual ventanales abiertos hacia la imagen?
Ah, niña-ninfa de fluvial sonrisa, ¿quién,
quién te llevará ante Apolo, tan tuyo,
para que pulses su lira más preciada?

No conocemos los cabestros ni el camino,
pero sabemos que en lo alto del Parnaso
el dios cavó hace eras un abismo
donde sólo encepará su bienquerida.

No te detengas. Abísmate.
Colma el hoyo que en suerte te ha tocado.
Pulsa la lira y no cierres las ventanas.
No cierres las ventanas. No.
No cierres las ventanas…

                                          Mil lugares comienzan bajo tu pie.
                                                                                     Lao-Tse



   

4 comentarios:

  1. Delicioso e impresionante.
    Daphné.
    Espero que no me la estropeen.
    ¿Has oído hablar de los niños índigo? Dicen algunos que en esta era están naciendo niños con el aura azul, que son más evolucionados, que vienen distintos a mejor que nosotros, que tienen todas o casi todas las inteligencias muy desarrolladas, que no sólo en el aura sino en sus genes se les ve esa singularidad. Dicen los que hablan de eso que hay que tener mucho cuidado con ellos, para no echarlos a perder.
    Gracias, Jorge, por hacernos saber de su existencia.
    Tenemos ganas de veros.
    Un abrazo, Javier.

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  2. Bustelo, querido amigo, oí hablar de los niños índigo, y también leí algo sobre el tema hace ya un tiempo. No sé hasta dónde dar crédito a esas cosas, mas... No puedo ver el aura de Daphné, pero sí apreciar que su talento para elaborar imágenes no es común, teniendo en cuenta su edad, claro. Yo también espero que ese talento encuentre vías de crecimiento, por eso animo a la niña, por eso la presenté en este medio. Quiero apoyarla y animarla. Tu comentario también lo hace, te lo agradezco mucho. Nos vemos pronto. Abrazos.

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  3. Hola Jorge, una entrada bella!!! y Daphné impresionante, una niña tímida pero con una sensibilidad enorme. He leído sobre los niños índigo, es posible que lo sea, quién sabe? Muchas gracias por dar a conocer su poesía y su persona. Un beso enorme para ti, de Yohanka.
    Un blog interesante, me gusta!!

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  4. Muchas gracias, Yohanka, por comentar. Sí, Daphné es una niña muy especial. A ver si mantiene vivo su talento para la poesía. Todos podemos ayudar en eso. Me alegra que te guste mi blog y me alegra mucho también saber de ti. Te abrazo.

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