sábado, 23 de junio de 2012

Está de fiesta la imaginación...




Hace algún tiempo que mis amigos Paco y Conchita me regalaron un disco de Silvia Pérez cantando temas clásicos cubanos (Pér-ez, vaya, hija de Pedro, que se diría en la Castilla medieval). Aquella noche escuchamos el disco en casa de Jesús mientras cenábamos. Y aunque la música “condenada” a fondo en distendidas reuniones de amigos, apenas tiene oportunidad para dejar un tibio y lejano regusto, la buena, incluso en condiciones adversas, suele activar en el paladar ese oscuro recoveco que, a través del inconsciente, nos hace pulsar siempre el sonoro aldabón de la memoria. 

Aquel disco, sin embargo, tuvo que esperar a que se casara otro amigo en Zaragoza para que Marisela (mi mujer) y yo, de camino al evento lo escucháramos varias veces mientras nos dejábamos llevar en coche atravesando las provincias de Valladolid, Burgos y Soria… Sí, resulta que recorriendo parte de la Castilla profunda, La Habana más incorpórea, la que suele penetrarme a través de persistentes sonidos, se hacía presente esta vez en la voz de una joven catalana a la que todavía no había puesto rostro (ya ven, es bellísima), acompañada de unos músicos excelentes, cuyas notas, como juvenil y habanero cosquilleo, me agitaban sin contemplaciones. 

La Habana, sí, pero ¿qué Habana? Pues aquella que viví, y aquella también ensoñada, aprehendida en los cuentos de mis padres, en los libros de mis maestros, en su gran arquitectura, en la música de todos sus tiempos… y ésta, su álter ego, la que siempre va conmigo dilatada y detenida, la que para mí no cabe ni en su era ni en su hemisferio, multiplicada una y otra vez por sí misma en el recuerdo. Y es que Silvia Pérez y Javier Colina al frente de su trío, cantando y tocando aquellos temas habaneros de esa manera tan especial, vinieron a darme la más confortante palmadita en la espalda: Bueno, chico, emigraste a ti mismo, siempre emigrarás a ti mismo, parecían decirme, mientras sepas hacerte acompañar, mientras sepas esperarte en cualquier sitio, mientras lleves contigo en la imaginación la llave de todas las posadas. 

“En la imaginación”, así se llama el disco que refiero. Con él regresaron a mí, entre otros compositores, Marta Valdés, José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Ángel Díaz y Frank Domínguez; entre otras voces, por diferentes que fueran o sean, la de Freddy, Elena Burque y Gema Corredera; entre otros músicos, Bebo Valdés, Bola de Nieve, Frank Emilio, Isolina Carrillo… Pero también de su mano me tocaron la imaginación gente como Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Nina Simone, Cassandra Wilson, Diana Krall, Eliane Elías… y como Mariza, Dulce Pontes, Eva López, Martirio, Tal Ben Ari (Tula), Yasmín Levy, Mayte Martín y María Salgado (ese elegante y poderoso puente tendido entre todas las castillas y yo) 

¿Y cómo pueden un disco, una joven cantante y cuatro músicos también jóvenes, cortar y apilar tanta leña para la memoria? Pues no lo sé muy bien, pero quienes pretendemos resolver la emigración en un crisol de infinitas oportunidades, necesitamos ayuda de todos los frentes y flancos; y la música, popular o culta, al menos en mi caso es un eficaz apoyo; como lo son la gente, las ciudades, los libros, los viajes, los museos, el teatro… Entonces, si Silvia, descendiente en última instancia de algún Pedro castellano, nacida por ventura en Cataluña hace muy poco, acompañada por Javier, que nació en Navarra, y por otros músicos nacidos en el mundo, canta temas habaneros con ese acento universal y atemporal; yo, que nací en La Habana, o sea, en el Egeo prolongado al Jónico, al Adriático, al Mediterráneo, al Caribe, y que resido hace veinte años en la meseta ibérica, al pie de las vencidas columnas de Heracles, me estremezco en la oscura claridad que propicia la imaginación fecundada y digo GRACIAS.  

Porque cuando un bolero se nos da regresado de todos sus orígenes posibles, cuando un contrabajo recrea el laúd árabe, o incluso el salterio con timbre bereber, sufí, sefardí, flamenco, llegando después al filin por los caminos del jazz; cuando una voz recorre en un disco, qué digo en un disco, en una sola canción todos esos caminos como si hubiera acompañado durante siglos a los dioses griegos en sus orgías, a la pitia de Delfos en sus oráculos, a las sirenas homéricas en las costas de Capri, a las vestales en su templo romano; pero también (y aunque tenga un timbre en apariencia modosito) a los beduinos en las hogueras de Arabia, a las abuelas nabateas en Petra, a los pastores de la Capadocia, a las brujas en Salem, a los gitanos del Sacromonte en Granada, a Camaron en su isla de Cádiz, a Louis Armstrong en las tabernas más cutres de Louisiana, al Chori en las playas de Marianao, a Freddy en el bar Celeste, a Elena en el Pico Blanco del Hotel Saint John’s, a Bola en el Monseñor, a Marta en las mundanas esquinas de La Rampa… decía yo: cuando sucede esto, no podemos dejar de agradecerlo, porque voces y músicos que condensen de tal forma espacio y tiempo (mundo) nos hacen creer que acertamos al escoger el camino de lo Uno (diverso pero uno). 

Ese camino donde centro y periferia son, como mucho, chispeantes anécdotas que alivian de solemnidad y monotonía al todopoderoso acorde. Dice Carlo Rosa en un ensayo que leí hace poco: “Acordar significa así (sea en el ámbito musical o en el cotidiano) ligar los opuestos en una dimensión eurítmica, conjuntarlos y ponerlos en sintonía entre sí...”  Definitivamente prefiero acordar a fusionar. Levitando en el imperio del más complejo acorde: la imaginación humana, podemos (re) encontrarnos y (re) conocernos en la fértil diferencia, alejados de la peligrosa uniformidad, felizmente integrados en lo Uno diverso. 

Silvia Pérez cantando estas canciones encarna la diversidad. Y al mismo tiempo, avara, generosa pretende abarcar la diversidad encarnada para colmar el esfuerzo sirviéndola en un mismo y único plato. Una aberración… dirían los puristas de todos los géneros; esos que viven de ponerle maquilladas (y en el fondo enclenques) puertas al campo. Pero Marisela y yo, aquella tarde, atravesando Castilla camino a Zaragoza, mientras La Habana, recreada en las notas y los timbres de medio mundo, entraba por las troneras de lo inefable para percutir una vez más en la memoria, sin dudas habríamos contestado: chsss, hoy no, no guarden hoy sus absurdos lindes, callen, callen, por favor, que está de fiesta la imaginación

Aquí les dejo el enlace para que escuchen precisamente “En la imaginación” de Marta Valdés. Ojalá la disfruten. Y a los que no tengan bien escuchados a Silvia Pérez y Javier Colina, ojalá les sirva de pórtico para hacerlo.
   


6 comentarios:

  1. GRACIAS. Esta gran síntesis sólo me invita a oír (y huir) "en la imaginación"; a compartir vuestra fiesta en nuestra Habana con esos sonidos que recuerdan nuestras raíces más profundas, y de alguna manera nos regresan a Iberia y África, donde tiene su origen la música caribeña.
    Un beso

    Jean Niebla Arcia

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  2. Gracias a ti, Jean... Ya sabes que siempre estás invitado a nuestra fiesta. Más aún, eres parte esencial de ella, haya o no música en medio. Me alegra mucho que mi nota te invite a escuchar ese disco. Un abrazote. Jorge

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  3. Como me impactó Silvia Përez con su voz , desde la primera vez que la escuché...........Acordar como ella lo hace, yo también lo prefiero.
    Besos
    María

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  4. Sí, María, "acordar", como también (y tan bien) sabes hacer tú. "Ligar los opuestos en una dimensión eurítmica", pero sin anularlos en un producto amorfo y perecedero... Como has hecho tú cuando has entrado en la música latina o portuguesa. Gente como Silvia y como tú me ayudan cada día a dar sentido a esta magnífica experiencia que es, en última instancia, la emigración. Y sí, cómo canta esa niña, madre mía. Cuántos registros en su "instrumento", qué buen gusto para seleccionar y decir las frases, y qué afinación... Es normal que nos impacte a todos, incluso a ti, que eres una verdadera maestra. Gracias por comentar, pero sobre todo, gracias, muchas gracias por tu música. Te abrazo. Jorge

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  5. ¡Que delicia! La había oído sin ponerla nombre en la radio, a ella sola y formando parte del grupo Las Migas. Ayer estuve repasando tus textos en tu blog con Belén y al llegar a ella nos metimos a ver videos... Gastamos la tarde en eso, ensimismados, boquiabiertos, absortos, embebidos, enfrascados, extasiados, abstraídos y disfrutando y emocionándonos con esa gran intérprete que tú nos has descubierto. Muchas gracias.
    Desde luego es una de las grandes.
    A ver cuando tenemos la suerte de que nos la traigan por aquí.
    Un abrazo,
    Javier y Belén.

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  6. Amigos, me alegra mucho que mi nota los haya acercado a Silvia. Una gran intérprete, sin dudas. A ver si vamos a verla juntos cuando venga a Valladolid. Abrazos. Jorge

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