viernes, 14 de julio de 2017

YA QUE EL EBRO PASA POR VALLADOLID: CARMEN PARÍS




                                  Foto de José Aguilar


  
Suponed que yo también me propusiese complacer a la posteridad: ¿quién se encargaría de hacer divertir a mis contemporáneos?

                                                Goethe. Fausto
                                  (El Gracioso. Prólogo en el teatro)



La semana pasada, mi amigo Jaime Lafuente nos dejó (a Marisela y a mí) en la taquilla de San Benito, Valladolid, dos invitaciones para ver y escuchar a Carmen París. Antes había tropezado con Carmen en la tele, la radio, las redes sociales; y algo me decía que esta mujer debía tener un directo apabullante. Es más, algo me decía que Carmen debía ser una de esas artistas que se agigantan en las distancias cortas; porque en el arte, cuando la verdad (ese perfecto compendio de buenas mentiras) es sinfónica, la cercanía resulta muy beneficiosa. La verdad artística, que siempre es verdad poética, no sólo se ve o se escucha, también se huele, se palpa, se degusta; entra como un torpedo poliédrico en los talleres del alma, establece en ella su desgobierno totalitario; y para todo esto, insisto, mientras más cerca, mejor. La gracia y el prodigio, cuando no son producto del marketing, cuando brotan naturales de su fuente, no temen al close-up de los más exigentes espíritus. Al revés. La gracia y el prodigio verdaderos agradecen el zoom cuanto lo evitan sus rimbombantes sucedáneos. Carmen en vivo debe ser un fenómeno, pensaba…

Carmen en vivo es un fenómeno. Gracias, Jaime. Apareció en el escenario con un atuendo que sólo pueden defender las grandes divas (sí, es una diva, aunque ejerza completamente liberada de los trajines del divismo). Un atuendo asimétrico y libertino, hecho de ripios (ripios de connotaciones culturales, históricas, quiero decir) que avisó al público: Cerrad los ventanucos a la grosera realidad, que la realidad, aquí y ahora, pasa por mí, y no admite escotillas vulgares. Soñad, que llegó la hora... Delgada, alta, y además de alta, posada en unas plataformas de vértigo que harían torpe a cualquier animal que no fuese de una estirpe tan aérea. Delgada y alta, moviéndose con una gracia que no puedo describir, y con una sonrisa impagable, pegajosa. (María Salgado, que estaba con nosotros, me dijo al salir: no pude dejar de sonreír durante todo el concierto). Atuendo, movimientos, sonrisa… y al fin, voz: Entonces plenitud. Entonces, esa máquina graciosísima, hecha sinfonía ya, ya torpedo poliédrico, como dije antes, comenzó a perforar en todas direcciones los sentidos de sus víctimas. Qué cantante. Qué bailadora. Qué cuentera. Qué artista. Qué descarada. Carmen es la vedette (sí, es una vedette, aunque hecha de pura calle, de pura vida) más descarada de España. Descarada en el mejor sentido posible, claro, el que permite atreverse con todo. Con todo lo que se controla, claro, porque Carmen, que parece improvisar cada entrega, no improvisa en lo absoluto. Todo medido, medidísimo. Hace lo que sólo los grandes pueden: improvisar siempre, jamás improvisando. Y es que Carmen en el escenario recuerda aquella idea de Proust que reza (no es literal): toda obra en que se vean las teorías es como un regalo al que se deja el precio. El regalo de Carmen es carísimo, pero su precio es invisible.

Descarada, macarra; y a la vez pulcra, fina; pero siempre divertida. ¿Cómo, si no, en un mundo donde la música popular se vulgariza cada vez más, iba esta mujer a levantar una obra tan redonda a partir de la jota? ¿Jotera? Río. Carmen es una artista total que, simplemente, y como aquel Gracioso del Fausto, ha decidido hacer felices a sus contemporáneos. Y ha decidido hacerlo sin concesiones a lo chabacano. Y ha decido hacerlo, también, atenida a la globalización cultural que padecemos, pero contestándola desde una vocación tan inclusiva como claramente mediterránea. Carmen es española hasta la médula, con todo lo que ello significa. Lo es cuando canta o baila, estén presentes o no, el vibrato jotero, el quejío flamenco, el tumbao sonero, el swing jazzístico, el canyengue tanguero… Carmen no le hace ascos a nada, pero todo lo lleva a su terreno. Y su terreno está marcado por la diagonal del Ebro: de la cordillera cantábrica hasta el Mediterráneo; y por la vertical plenipotenciaria de Los Pirineos: hace tiempo trascendida por los caminos de Occidente, pero como siempre tersa entre los veneros de su tierra y los vendavales de su cielo.

¿Folklórica? Río de nuevo. Carmen sólo es folklórica, en la medida en que lo puedan ser todos los artistas que divierten a la gente sin desarraigarla de su cultura, sin darle una bofetada teórica o pedante. Folklore, dijo André Varagnac, es el conjunto de creencias colectivas sin doctrina y de prácticas colectivas sin teoría. Desde ese punto de vista, Carmen podría ser folklórica con matices, pero sólo desde ése. Es tan buena, que puede usarlo todo sin dejar de ser Carmen. Siempre Carmen: Pura fusión (entiéndase muy impura), pero subordinada al núcleo. En esto, en lo de fusionarlo todo bajo el estricto control de sus raíces, me recuerda, por ejemplo, a Lila Downs, otra artistaza, a quien por cierto vi hace unos años en el mismo escenario. Sí, Carmen puede recordar a otras grandes, porque es una de ellas. Una. Ella.

El concierto fue magnífico. De los mejores que he disfrutado en los últimos años, en lo que a música popular se refiere. Dos horas con Carmen se hacen tan cortas, como largos e insoportables se harían dos minutos con cualquiera de esos superventas fabricados en las discográficas o en los concursos televisivos. Voy a ponerles debajo un enlace para que se acerquen a ella, si es que no lo han hecho ya. Pero les doy una mala noticia: es imposible dar con esta mujer, como afortunadamente di yo, si no es en directo. Les recomiendo que no la dejen pasar cuando la tengan cerca. A la verdad sólo se accede, cuando se trata de estos bichos raros, si dejándose embolicar por su zumbido, si dejándose infectar finalmente por la picadura que su zumbido anticipa.

Embolicar, Carmen. Lo busqué en el diccionario. ¡Bingo! Todavía río…    

https://www.youtube.com/watch?v=nZhTtIo8Mz8


6 comentarios:

  1. Interesante tu introducción a esta cantante que seguido buscaré para escuchar. Gracias

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  2. Me alegra, Salva. Gracias por leer y comentar. Saludos

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  3. Una Carmen que ya me la puedo imaginar, sin verla, ni oírla, porque tú la presentas como si hubiéramos estado allí, en el teatro.
    Buen texto,como siempre, querido amigo.

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    1. Gracias, amiga, gracias. Eres muy amable. Pero en este caso, créeme, valdría la pena verla en directo. Abrazos.

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  4. Sin duda el directo de Carmen, de lo mejor que hay. Hace sentir todo eso, que bien relatas, y más. Es arte y cultura pura. Carmen, gracias!!!! 😘 😘 😘

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  5. Gracias a ti, Cristina. Bienvenida. Saludos

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