viernes, 20 de marzo de 2020

DESENHOS AMADORES, DE FRANCISCO DOS SANTOS. EROTISMO EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS





                    Si el ángel es terrible, sé terrible.                                                           Jenaro Talens


Hace poco leí en Jared Diamond algo relacionado con aquel raro fenómeno del melanismo industrial en las mariposas nocturnas de Gran Bretaña. Resulta que los ejemplares más oscuros de estas mariposas fueron aumentando en número frente a sus congéneres más pálidas, según el ambiente industrializado del XIX inglés se fue polucionando. Sí, al parecer las mariposas nocturnas más oscuras prosperaron y preponderaron, porque al descansar en los árboles renegridos por la suciedad imperante, tenían mayores probabilidades de despistar y esquivar a los depredadores que otras de la misma especie cuyo color pálido contrastaba con el polvo negro. Moraleja: la mimetización con el ambiente polucionado, aun a costa de arriesgar una porción de brillo, puede ser, no sólo inevitable, también aconsejable, provechosa.

Me ha venido esta historia a la cabeza mientras disfrutaba por enésima vez de la serie de dibujos eróticos Desenhos amadores, de Francisco dos Santos. ¿Por qué? Pues porque esta serie, que debo señalar como un genuino fruto de nuestro siglo XXI (no aludo aquí en exclusiva al obvio tiempo histórico, me refiero sobre todo al tiempo psicológico), es oscura, inquietante, angustiosa, sórdida… y sin embargo, bella. ¿Bella? Sin dudas. Si no lo fuera, no habría podido ni siquiera ojearla; y como ya dije, la he visto muchas veces, a lo que añado: con un interés progresivo. La serie es hermosamente oscura y oscuramente hermosa. Oscura, digo, no sólo porque la luz caiga sobre sus láminas con cierta tacañería, que también, sino porque los dibujos que la componen interpelan a lo profundo del sistema límbico, el más arcaico de nuestro viejo y evolucionado cerebro; el sistema que gestiona, en la oscuridad, instintos o emociones tan disímiles como el placer, el dolor, el miedo, la acritud… entre otros que marcan la personalidad y la conducta.

Estos magníficos dibujos eróticos de Francisco me han agarrado, tanto, que al sano y simple gusto de verlos una y otra vez, se suma ahora un interés morboso en averiguar con qué lazo me cazaron.

No es frecuente que el arte “problemático” me subyugue de entrada. Arte “problemático” llamo, a los solos efectos del presente escrito, al que surte emociones inteligentes caras; emociones que de primeras no abren las piernas al alma penetradora del receptor, y por ello no le resultan cómodas, pudiendo resultarle incluso hurañas. Tengo mucho arte percibido, y puede que me haya vuelto vago para entrarle a todo aquello que se presenta con los colmillos por delante. Así que, siendo ésta una serie muy exigente, algo especial debe tener para haberme cautivado como lo ha hecho. Pediré a mi memoria que pulse el cash en la caja registradora de su imaginario, y me dejaré llevar por ella con la intención añadida de que vosotros me sigáis a ver qué pasa; con la intención última de difundirla acompañada, de invitaros a verla, a disfrutarla una y otra vez… con un placer al alza, espero.

Visto desde Europa, si con una mirada tendente a los tópicos, puede llamar la atención de manera espuria que un artista brasileño produzca una serie de dibujos como ésta. Porque Brasil, aunque sea un país diverso y complejo, es también un país joven, emergente, donde la melancolía heredada de Portugal es contrapesada por la alegría que llegó de África, produciendo una mezcla que apunta a la sensualidad y erotiza la diana. Suma erotización que debía moderar la gravedad, al ser continuamente alimentada y alebrestada por la diversidad biológica, racial, étnica, cultural; por la extensión geográfica, por la sobreabundancia en sentido general. «Lo mucho y mulato es leve por antonomasia», dirían algunos. Yo, que soy caribeño, río con estas suposiciones, estos prejuicios. A la vista está que el tópico no funciona, que es inútil y pernicioso más allá de la publicidad turística, tan (de)pendiente ella de los países-museo. Francisco dos Santos es un gran artista inmerso en la tradición occidental, que vive y trabaja en el siglo XXI, en un medio global donde ningún rincón enrolado en la historia está exento de sus venenos. Por eso no debemos esperar de él, ni de ningún otro artista de su tierra y su talla, así, sin más: samba y voluptuosidad sobre todo, a pesar de los pesares, como si de un funcionario del carnaval nos llegara.

Francisco dos Santos trabaja, como diría Dante: en letrinas humanas cosechando; y como diría Lautréamont (por concitar a un autor de muy distinto signo): en la pocilga del Creador. Desenhos amadores es una muestra cabal de ello. ¿Por qué un erotismo tan oscuro, tan atravesado por la gravedad, por el escepticismo? Él sabrá… O no. Los artistas, por el bien de su obra, no deben saber demasiado sobre lo que hacen. Yo sin embargo soy el mirón, y por eso me lanzo a buscar explicaciones; sin que tenga mucho sentido hacerlo, lo sé, motivado por la inquietud que, repito, me ha insuflado la referida serie. Me lanzo y dejo caer, para empezar, unas cuantas palabras suscitadoras: expresionismo (figurativo y abstracto) / fuerza / miedo / pesimismo / desconcierto / angustia / desgarro / escapismo / hedonismo / cansancio / desasosiego / decadencia / sensualidad / hermosura… Ya veis que algunas pueden parecer contradictorias entre sí. ¿Y qué sería del arte si no fuera la libre manifestación de un contrapunto indómito entre fuerzas de muy diferente madre?... En fin, como mi memoria pulsa el cash en la caja registradora de su imaginario, rápidamente me ofrece una secuencia asequible para acercarme a estos dibujos de Francisco.

La dicha secuencia comienza en Miguel Ángel, en aquellos esclavos que debieron formar parte de la tumba del papa Julio II, muy especialmente en el Esclavo Atlante. Comienza ahí porque creo que, sin pretenderlo, con estas obras inconclusas Miguel Ángel inaugura el arte visual moderno, que entre otras cosas se mueve entre la figuración y la abstracción, y que también da fe de la lucha que libra la forma por deshacerse de la materia informe que la retiene y limita. En muchos de los dibujos de Desenhos amadores son evidentes ambas cosas. Cuando Francisco hace zoom, no lo hace con intenciones microscópicas. Todo lo contrario. Lo hace para ir de lo figurativo a lo abstracto en un viaje lleno de sugerencias y evocaciones, donde la imaginación del que mira debe esmerarse con un afán resolutivo que siempre fracasa. Fracasa porque la forma no acaba de brotar de su semilla, que guarda potencias infinitas. Otra cosa distinta, pero de similar estirpe, ocurre cuando Francisco difumina las imágenes como si las pixelara. Una posible, y acaso intuida figuración tranquila es arrebatada sin piedad al observador. Rostros hermosísimos que huyen de su completa definición, de su entrega bajo una luz franca, provocando en quien los persigue una angustia desoladora. De nuevo la imaginación del observador se ve retada, aguijada. «¿Por qué? ¿Por qué?»... De nuevo la forma renuncia a lo que se estima su meta. Son imágenes en alguna medida corruptas. «Arte degenerado», dirían los acólitos del Führer. La forma que se da y se quita en un movimiento insólito, oscuro, desconcertante… Y entonces, ¿cómo y por qué nos engancha? …Una incertidumbre acompaña siempre a la oscuridad, el esfuerzo que hace la imaginación para completar la idea despierta a los espíritus, y proporciona una fuerza adicional a la pasión, dijo Hume. Tal vez por ahí…

La secuencia incoada en Miguel Ángel continúa con Goya, el verdadero padre del arte visual contemporáneo. (La paternidad del toscano es casual). Goya es origen y causa primera de todo lo que se produjo después de él en el XIX, y también en el XX, en el XXI. Francisco dos Santos cuando dibuja lo hace siempre influenciado, de una manera u otra, por su tocayo, el genial grabador aragonés. En esta serie son evidentes las resonancias de Los Caprichos, y sobre todo de Los Desastres de la guerra: combinación de línea y medios tonos / expresionismo / desgarro / sordidez…

Después de Goya, y en la misma secuencia aclaratoria, estarían en tanto dibujantes o grabadores: Rodin / Klimt / Schiele / Picasso / Feininger / Bellmer / Lucian Freud… En todos estos casos las referencias atañen al asunto: el erotismo; y a la forma, ya afectada por la modernidad en lo que toca a su falta de mansedumbre, su rebeldía ante una posible entrega franca, su lucha por ser y no ser en la medida oportuna y honesta, que es la que marca un tiempo rapidísimo y decadente, carcomido por el escepticismo, el relativismo, el nihilismo… No me extenderé analizando autor por autor, pero sí me detendré mínimamente en Lucian Freud. Porque algunos de los grabados al aguafuerte (blanco y negro) de este autor comparten con los dibujos de Francisco un cierto tenebrismo que de alguna manera también nos arrastra a la angustia. Me refiero, por ejemplo, al Man posing. Hago un paréntesis aquí para aclarar que el posible tenebrismo de Freud y de Francisco nada tiene que ver con el aparecido en el Barroco (italiano y español) del XVII. No es la iluminación violentamente contrastada en una diagonal potente que produce claroscuros impactantes lo determinante aquí. Es justo lo contrario. Tanto en el referido grabado de Freud como en algunos dibujos de Francisco, el uso de una luz poco contrastada, isotrópica, plana, que parece entrar por una ventana norte y resultar de la radiación difusa, no de la directa; produce un efecto, aplanador primero, vigorizante después dado el esfuerzo cómplice que reclama de nuestra imaginación. En el caso de Francisco, de esta racanería con la luz llega a brotar una suciedad que aumenta la angustia y la sordidez. (Suciedad. ¿Y qué? Hace mucho que Atum se masturbó sobre las aguas primordiales para crear la vida. El Nilo: su fruto, baja sucio de historia hace más de cinco mil años). Pero esto no ocurre en todos los dibujos de la serie. Como quien quisiera aliviarnos intermitentemente de tal angustia, Francisco intercala algunas imágenes mucho más luminosas y contratadas entre esas otras donde la falta de contraste nos desasosiega.

Si quisiéramos hacer un paralelo entre la secuencia que acoge y ampara a los Desenhos amadores de Francisco en lo que a arte visual se refiere, y otra secuencia similar en el ámbito literario; secuencia, esta segunda, que también abarque el asunto: lo erótico, y una forma digamos “impura” o “problemática”; tendríamos que empezar por los latinos Ovidio, Catulo y Marcial, detenernos en el primer humanista moderno: Dante; seguir con Becadelli, Aretino, los barrocos españoles, especialmente Diego Hurtado de Mendoza, hasta llegar al verismo decimonónico europeo. Y llegados a este punto, nos encontraríamos de nuevo con Goya, para terminar desembarcando en los albores del siglo XX, donde todos los artistas que pretendieron una excelsitud anclada en su tiempo se volvieron descaradamente conflictivos. En teoría el arte debía ser para todos, pero sólo en teoría; porque como bien dijo Ortega: lo exquisito ¡qué le vamos a hacer!― es socialmente ineficaz. Bastaron poco más de cincuenta años, los que mediaron entre la Revolución Francesa y la aparición en escena de Poe o Baudelaire, para que el hombre-masa se diera de bruces con un arte que debió pertenecerle, y que sin embargo le resultaba absolutamente ajeno. En la segunda década del XX, y como diría mi amigo Fernando del Val, Joyce levantó acta de aquel desaguisado. En el Ulises, entrañado en la oscuridad pecaminosa, desde el coño hundido y gris del mundo le llamó a Jehová recaudador de prepucios. Casi nada. Es cierto que como dijo Michaux: el hombre blanco es poseedor de una cualidad que lo ha hecho hacer camino: el irrespeto, pero tanto irrespeto resulta…  No sigo por aquí porque no toca.

Ahora se trata de que pulséis el enlace que os pongo abajo, y por vuestros propios pies entréis de visita en Desenhos amadores, de Francisco dos Santos. Si os encontráis con mariposas nocturnas de un marcado tono oscuro, deteneos ante ellas, dadle la oportunidad de que desplieguen para vosotros su parda hermosura y disfrutad. Disfrutad. Recordad que las mariposas pálidas o fulgentes no siempre funcionan en los ambientes polutos.

Un erotismo juguetón y ramplón, cargado sólo de sí, puede que no sea bastante en tiempos de coronavirus. ¿Acaso fue suficiente el amor en los tiempos del cólera? No lo sé. Pero está claro que para que el erotismo desembarque en el Amor con mayúsculas tiene que trascenderse en los posibles amantes. No es asunto de flechitas o fluidos profanos. Eros no es un diosecillo. A pesar de lo que haya dicho Diotima en aquella borrachera platónica, Eros nació del huevo original, el engendrado por la Noche, cuyas dos mitades, al separarse, formaron la Tierra y el Cielo. Eros es y seguirá siendo una de las grandes fuerzas que mueve al mundo. ¿Es el arte veraz la mejor vía para honrarlo? Tampoco lo sé. Lo que sí creo saber es que aquí no hablamos únicamente, ni siquiera en primer lugar de sexo. No hace falta. A fin de cuentas, y como dijo Bataille: el sexo está en todas partes menos en el sexo mismo.


 https://www.lummeeditor.com/drive/desenhosamadores/desenhos%20amadores%20-%20pgns.pdf