viernes, 7 de abril de 2023

HOLA, SOFÍA

 





I

 

Crotora la cigüeña. El ciervo, mariscal

del salto (y del sobresalto), tensa las

ancas. La luz se apronta sobre los

varales donde holgaba. La tarde, ta-

quicárdica. La noche a punto de do-

blarse sobre ella, sobre sí misma, como

si esperase un salivazo de la Suma

Lámpara. Bonitamente abarquillados

sobre el horizonte, los siete rabos de

mi pensamiento intentan camelarme,

arrastrarme, quizás, a una calma in-

genua dado el escenario. No. La luna,

esa piruja… «Algo pasa». La luna sale

con su risa hembra. El ciervo salta.     «¡Quién

va!». Un llanto innegociable abre,

blasona un tiempo para su imperio.   

   

    

II

 

Hola, Sofía. Por una de las puertas

blancas que tiene el corazón de la no-

che, por ésa (qué tino, mi niña, qué

tino) de goznes obviamente azules, ce-

rrada a la duda cartesiana como se

cierra el nido al caviloso lagarto            apare-

ciste.      ¡Eres! En el pupitre de Dios tu

nombre rompe. Satán arruga la nariz

y un sinnúmero de nociones oblicuas

desatan la baraja. Juguemos, novia

de nadie todavía, a las adivinanzas. Yo:

    Adivina, cielo (esperaré tu respuesta

los siglos que haga falta), en el justo

momento de tu arribo, detrás de tus

ojos alunados (los míos al loro), qué

hacía el esquimal con la gardenia.