A CONTRATIEMPO

 



Palas, el protagonista de A contratiempo, es un abogado de éxito que tras tener un accidente automovilístico, en el que fallece su mujer, y pasar un largo período en estado de coma, deviene sepulturero de un pequeño pueblo, porque así pretende contactar con el alma de la difunta, Inma, enterrada allí.

Ferozmente enfrentado a las incineraciones, al margen de la sociedad y acompañado por las almas que cree rescatar, y que moran en un singular sotocielo, Palas enfrenta su pasado; y al hacerlo, a la vez que experimenta un íntimo y muy agudo conflicto psíquico, se posiciona frente a muchos de los problemas que aquejan a la sociedad actual, mostrando cómo inciden en su pueblo, su país ambos de acogida― y su cultura: hispana, europea, occidental…

Con una prosa arrebatadora, un ritmo trepidante y poblada de tipos absolutamente extraordinarios, esta novela nos ofrece una radiografía del hombre de hoy a partir de un personaje que no encaja en los paradigmas mejor aceptados por la sociedad. Cargada de humor y políticamente incorrecta, pondrá al lector ante un espejo del que no podrá apartar la mirada. Unas horas de lectura. Una montaña de preguntas. Y al final, a pesar de la persistencia de las pérdidas, cuando ya no lo esperas… 

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Un Orfeo que delira de amor

‘A contratiempo’, la experiencia narrativa de Jorge Tamargo

 

Jorge Tamargo ya había dado muestras en su primera novela, ‘El apartadero’ (Trifaldi 2020), de sus asombrosas dotes de narrador y de la sorprendente minuciosidad con la que sabe desvelar los profundos sentimientos de la condición humana. Pero su segunda novela, ‘A contratiempo’ (Difácil), es una experiencia narrativa que sorprende y fascina desde la primera página. Aparentemente humorista y escatológica en sus primeras líneas, el relato va mucho más allá. Tras la descripción en segunda persona de los detalles de la desintegración de un cadáver, narrados de forma soberbia, extraña, atrevida, original llena de humor y sin complejos, la novela profundiza, en pocas páginas, hasta conducirnos a la esencia del ser humano y su alma, al sentido del dolor y el delirio, a la esquizofrenia provocada por el arrepentimiento y el duelo, hasta la plena expresión del sentimiento amoroso más humano, que solo con sus propias alas logra elevarse y trascenderse sin misticismos, hasta fundirse en un verdadero amor más allá de la muerte. 

 Jorge Tamargo (La Habana, 1962) es escritor y arquitecto. Trabaja y reside en nuestro país desde hace treinta años. Ha publicado una docena de libros de poesía en México, Brasil y España, como ‘Radiografía de la inocencia’, ‘Los nombres del amor’, ‘La deriva del ansioso’, ‘Penúltima espira’ o ‘Los argumentos del tránsito’, estos dos últimos editados por Difácil. Ha escrito ensayos, artículos, cuentos y ha recibido importantes premios, entre ellos el Fray Luis de León. Sus novelas, ‘El apartadero’ y, ahora, ‘A contratiempo’, buscan expresar la frescura, pero también la hondura intelectual y vital del ser humano, con un lenguaje exquisito y llano a la vez, lleno de expresiones directas y de un portentoso sentido del humor, con alusiones al hombre de hoy y al mundo en que vivimos. ‘A contratiempo’ presenta además una elaborada técnica narrativa que pasa desapercibida por la alternancia entre el lenguaje cultivado y coloquial, por el humor y la ternura que desprenden sus páginas, entre monólogos, diálogos, descripción en primera y segunda persona o monólogo interior, donde se vislumbra al ser doliente, el hombre que sufre su torpeza con inapelable remordimiento. La narración adopta a veces el tono que popularizó ‘Cinco horas con Mario’, pero no hay aquí reproche hacia el muerto, sino amor infinito, más allá de la muerte, a la mujer adorada y perdida, como si el protagonista fuera un triste Orfeo que se ha desdoblado ahora, por la torpeza y el dolor, en dos personajes esquizofrénicamente irreconciliables: por un lado, aquel José, egoísta y donjuanesco; por otro, Palas, desquiciado pero despierto, que, a diferencia del primero, ha aprendido, ahora, a hablar con las almas y a leer la vida con el corazón.

A lo largo de las 137 páginas que componen esta novela, breve pero muy intensa, leemos líneas que son un prodigio de hondura vital y comicidad a la vez, escenas que podrían llevarse al cine o al teatro (pág. 58), vivaces, humanas, hondamente doloridas y sentidas, escritas con humor y amor, sobre el más acá y el más allá, ecos de un personaje que transmite el mismo concepto de lo sagrado a lectores creyentes o agnósticos, cercano al panteísmo de las almas animadas por un divino soplo. Novela aparentemente espeluznante a veces, siempre tierna, donde el amor redime al personaje y lo hace tremendamente humano a nuestros ojos, lúcido y sensato en su delirio. Los monólogos, la acción, el lugar, los personajes, las alusiones, todo parece moverse en torno a la enfermedad, a la salud física y mental, a la muerte, a la finitud, a la fragilidad humana, a la memoria, a la trascendencia o a la falta de ella, pero, en realidad, no es la muerte el tema principal sobre el que gira toda la novela, como en un clásico eterno retorno de lo mismo, no, no es la muerte el tema central de esta exquisita novela, sino el amor.

                                                                                                     Alberto Monterroso

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Palas no sólo es un personaje difícil de escribir, es difícil de manejar y de aceptar, porque te larga las verdades sin paliativos, te confronta, no con su pensamiento caótico y su fe, sino contigo mismo, no usa eufemismos, enfrenta la hipocresía incluso físicamente, y ha perdido ese terrible miedo a todo que padecemos los mortales de este tiempo. Palas ya no tiene miedo, porque ha entendido el juego, y donde antes estaban la soberbia y el "canon", apenas conserva la lucidez y la tristeza. Ese personaje está muy bien construido.

                                                                                                          Sonia Díaz Corrales

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A la salida de la habitación donde duermo hay un reloj detenido un poco antes de las 6:05, pero eso no lo sabe Jorge Tamargo. Lo que sí parece saber muy bien este escritor y arquitecto cubano trasplantado español es que dentro de una persona pueden habitar muchas personas. Que una voz puede contener infinitas voces. No solo lo sabe, también es capaz de ponerlo en movimiento con apacible naturalidad. Tanto, que en su más reciente novela, A contratiempo, el narrador, el narratario y gran parte de los caracteres son un mismo y único personaje. De ahí brota un discurso intenso y en cascada, un reflexionar que es memoria y presente, es decir, que va y viene con toda pertinencia de la filosofía al disimulo más pedestre. Palas no solo huye de un entorno hostil y estupidizado, huye sobre todo de sí mismo, de su parte contaminada por la realidad, y lo hace a contravía, es decir, yendo hacia el interior sí mismo. En el fondo, no es su contradicción, es la contradicción de una época tecnológicamente deslumbrante que, como ocurre con casi todos los relumbres, al final resulta ridículamente superficial y perecedera. Y, claro, no hay mejor lugar para tal escapada que refugiarse en un cementerio. ¿Es Palas, el enterrador sin sueldo, un personaje perturbado? Por supuesto, probablemente tanto como usted o yo, o como todo aquel que, en medio de una sociedad dopada por el vértigo y la inmediatez sensible, pretende un sentido permanente y duradero para su vida, un valor que no dependa de la ostentación y el poder sobre los demás. A contratiempo es (como lo es siempre la buena literatura) examen y advertencia, motivo para reflexionar sobre nosotros mismos. Igual que en el reloj a la salida de mi dormitorio, en la tumba S-024 la hora es siempre la misma: las tres de la tarde (¡Ay, Lola!). El hecho resulta irrelevante para las almas con quienes Palas dialoga, solo atañe a quienes viven en un tiempo que algún día también se detendrá para ellos. Tomemos nota.

                                                                                                                José Fernández Pequeño



2 comentarios:

  1. Magnífica novela, amigo, que tuve la suerte de leer.

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