"Señor Tamargo, ¿para
quién trabaja usted cuando trata de demostrar que Fidel desciende de Eneas y
Dido? ¿Acaso su resentimiento con este gran cubano, su amanerada obsesión por
la parafernalia greco-latina y su gusto por la historieta, le impiden ver que
un hombre tal no puede tener tan endebles orígenes? Siento defraudarlo, pero su
Comandante tiene cuna mucho más noble y solvente, y ésta nada tiene que ver con
el Mediterráneo. Sea más serio y atrévase a indagar, le guste o no el resultado,
en los verdaderos orígenes de este prohombre. Y después, por favor, sea capaz
de reconocer su error y publicarlo. Trabaja usted para lo peor de Cuba y
España. ¿Es usted tonto, o lo hace conscientemente?”
Bueno, ayer recibí por correo electrónico este mensaje
anónimo al hilo de mi anterior entrada sobre el origen de Castro. Como ven, hay
gente para todo. Debo confesar, sin embargo, que yo también veo algunas fisuras
en mi teoría sobre la ascendencia tirio-troyana del dictador caribeño. Pude
pasar por alto el espinoso y provocador mensaje, (ni siquiera se atrevió su autor a
escribirlo en “abierto”, a firmarlo. Además, me fatiga este tema, lo reconozco)
pero los pliegues jansenista, calvinista y jacobino de mi conciencia me lo
impiden. Claro que me gustaría que Castro descendiera incontestablemente de
Eneas y Dido, para dar así por zanjado el asunto, mas debo reconocer que hay
otras teorías, cuando menos, tan a tener en cuenta como ésta. Hay algunos
estudios que sugieren que Castro desciende de Túbal, o sea, de Noé. Sí, algunos
sostienen que el apellido Castro es en origen vasco, y que los vascos
descienden directamente de Túbal, hijo de Jafet, nieto de Noé. Decir esto tal
vez no sea políticamente correcto en los tiempos que corren, pero no se puede
tapar el sol con un dedo. Lean al célebre historiador vasco Esteban de Garibay
y Zamalloa, y podrán comprobarlo. Busquen, estudien el mito de Aitor, y
entérense.
¿Pero cómo ubicar al primer Castro en Vasconia? Aquí tenemos que estar bien despiertos y ser muy creativos, porque la estirpe de los Castro (no la burgalesa, la otra) ha sido muy cautelosa y sibilina a lo largo de la historia. Lejos de actuar abiertamente en la Vasconia más integrista, y mucho antes de llegar, a Galicia primero y a Holguín después, se desplazó un poco al oeste de Vizcaya para cumplir una importante misión. Y dejó huellas suficientes de ello. Atentos: en esta historia, además de Castro, hay otros apellidos muy importantes: Arana, de la Sota, Gorriarán, Zaballa, Rucabado… Y un sitio importantísimo: Castro Urdiales, en Cantabria.
¿Pero cómo ubicar al primer Castro en Vasconia? Aquí tenemos que estar bien despiertos y ser muy creativos, porque la estirpe de los Castro (no la burgalesa, la otra) ha sido muy cautelosa y sibilina a lo largo de la historia. Lejos de actuar abiertamente en la Vasconia más integrista, y mucho antes de llegar, a Galicia primero y a Holguín después, se desplazó un poco al oeste de Vizcaya para cumplir una importante misión. Y dejó huellas suficientes de ello. Atentos: en esta historia, además de Castro, hay otros apellidos muy importantes: Arana, de la Sota, Gorriarán, Zaballa, Rucabado… Y un sitio importantísimo: Castro Urdiales, en Cantabria.
Vean: Aitor (el oriental Túbal, nieto de Noé) alrededor de los siglos XIII-XII a. C llegó a Iberia con siete hijos, fundadores de las siete tribus vascas con sus respectivas provincias, y claro, de su etnia: los eúskaros. (No hagan caso, por favor, a quienes dicen que los vascos son descendientes directos de los cromañones) Estas tribus originales, que son el mismísimo germen de los actuales europeos, se mantuvieron bien aisladas durante siglos, resistiendo heroicamente todo tipo de invasiones (romanos, celtas, suevos, visigodos, árabes). Supieron mantener limpia su raza y vivo su lenguaje, muy anterior, por cierto, a la jerga indoeuropea. Una proeza. Los Castro, de origen vascuence, para ser más precisos, de la purísima y ubérrima Vizcaya, fueron una de las familias “espías” que, desde su llegada a Iberia, los vascos destinaron en territorio hostil o simplemente ajeno, según el caso.
Los vascos siempre fueron (y son) gente de bien, eso lo sabemos todos, pero una de las siete tribus, según cuentan, la de los caristios, era más beligerante y cerrada que las demás. Éstos se constituyeron en guardianes de "la esencia vasca" y enviaron a miembros de su clan (entre ellos a los Castro) a vivir en Cantabria, para que, debidamente introducidos entre los autrigones, se establecieran en Castro Urdiales, villa que tomó nombre precisamente de su patronímico. Una vez allí, algunas familias mantuvieron el apellido Castro y otras lo fueron cambiando por pura conveniencia, o sea, por poder espiar mejor para los guardianes de "lo vasco", quienes, poco a poco, fueron poblando toda Iberia de caristios, atenuando así la debilidad y torpeza de sus antidiluvianos aborígenes.
Bien, esos Castro vascuences, los caristios, con su núcleo operativo en Castro Urdiales, aun camuflados en otros apellidos, aun viviendo en otras regiones de la península ibérica, se mantuvieron muy activos en toda la prehistoria y la historia de la actual España. Pero desde que se olieron la influencia que, sobre todo a partir del siglo XV, iban a tener los castellanos en el futuro de la península de la que eran (los vascos) pobladores primados por vía divina, reaccionaron con especiales prestancia y sabiduría. Desde entonces no han dejado de penetrar al enemigo, de reventar su pírrica gloria, asome donde asome. Permítanme un paréntesis en este sentido antes de trazar el “periplo” que llevó al Castro estalinista-dictador cubano, desde Castro Urdiales hasta La Habana. Les cuento algunas anécdotas:
Uno de los apellidos que sirvió de protección a los Castro vascuences fue Arana. Este apellido fue usado por los caristios en muchas zonas de Iberia, incluso en Burgos y Valladolid (¡qué ubicuidad!). Pues bien, varios Arana (Castro-encubiertos, insisto) fueron introducidos por los caristios hasta en la familia de Cristóbal Colón. Su mujer, Beatriz Enríquez de Arana, hizo que el Almirante alistara para su primer viaje a “Las Indias” a un familiar llamado Diego de Arana, (en apariencia andaluz, pero en realidad vasco) quien jugó un importante papel en tal expedición, sobre todo en lo que se puede entender como el primer asentamiento español en América, (Fuerte “Navidad”) pues cuando en las costas de la actual Haití, encallada se hundía “La Santa María”, Colón envió a Diego de Arana a pedir auxilio al cacique Guacanagari, con quien se había entendido días antes en un dialecto muy raro.
Sí, señores, el primer pie fundante de un europeo en América fue vasco, caristio, de un Castro encubierto tras un Arana. Sin embargo, la conquista de América por parte de los españoles, y toda la posterior historia del imperio, estuvieron siempre vigiladas muy de cerca por los caristios. A veces infiltrados en las expediciones, a veces actuando en los centros contables de las cortes, a veces haciéndose los bobos, incluso los muertos para ver el entierro que se les hacía. Hasta en la literatura dejaron su huella estos simuladores. El famoso Vizcaíno a quien Cervantes dio vida en su “Quijote” es una muestra de ello. También jugaron más tarde los caristios un papel muy importante en la independencia de los países de América. Conocidos son los nombres de Lope de Aguirre (El peregrino), Diego de Gardoqui, Martín de Alzaga, Agustín de Iturbide… Hasta el mismo Bolivar fue descendiente de ellos…
Pero vayamos a otro Arana de la estirpe de los Castro-bíblicos, descendientes directos de Noé. Ahí tenemos el caso de Sabino, quien siendo en principio carlista, (¿un requeté? qué mancha en su expediente, madre mía, o no, quién sabe) fue inducido a un estado de perenne y santa iluminación antiespañola. Resulta que estos Arana (Luis, hermano de Sabino, y el propio Sabino), ambos carlistas, fueron introducidos por un cántabro al antiespañolismo. Ah, qué cosas tiene la vida, ese cántabro era de Castro Urdiales; un arquitecto llamado Leonardo Rucabado, especialista en arquitectura nórdico-montañesa, que coincidió con Sabino mientras ambos estudiaban en Barcelona. Por cierto, este arquitecto montañés murió de gripe española, qué otra casualidad… De Castro Urdiales también fue Ramón de la Sota, multimillonario, destacado miembro del PNV, amigo y secuaz de Sabino Arana.
Los Castro vascuences de origen caristio hacían piña con su adalid para defender los orígenes divinos y la pureza de su raza. Siempre repudiaron lo latino, lo mediterráneo; siempre miraron más hacia occidente, o hacia el norte. Sabino Arana era tan capaz de ver en Inglaterra una posible vía para salir de España, como de felicitar a Roosevelt por la “independencia” de Cuba. Recordemos su famoso telegrama escrito (vaya usted a saber por qué) en el “despreciable” idioma castellano: “Roosevelt, Presidente Estados Unidos. Washington. Nombre Partido Nacionalista Vasco felicito por independencia Cuba por Federación nobilísima que presidís, que supo liberar la esclavitud. Ejemplo magnanimidad y culto justicia y libertad dan vuestros poderosos estados, desconocido Historia, e inimitable para potencias Europa, particularmente latinas. Si Europa imitara, también nación vasca, su pueblo más antiguo, que más siglos gozó libertad rigiéndose Constitución que mereció elogios Estados Unidos, sería libre. Arana Goiri”… “Dios hace las caras y el hombre las caretas”, reza un viejo proverbio menorquín.
“Es preferible el turbante del sultán al capelo del cardenal”, dijo Lucas Notarás ante la inminente caída de Constantinopla en manos turcas. (Mehmed, el preferido sultán, para que no se sintieran tentados a escoger nunca más entre capelo y turbante, les cortó la cabeza a él y a sus hijos) Pero regresemos al trazado del “viaje” que condujo al dictador caribeño desde Castro Urdiales a La Habana. (Si quieren saber más de lo dicho anteriormente, lean el libro más revelador que se ha escrito sobre ello: “España. Saña. Sabino Araña”)
Los Castro vascuences, como ya dijimos, caristios y descendientes directos de Noé, vivían en la zona más occidental del Decumanus (eje este-oeste) de Castro Urdiales. Sí, a esta ciudad llegaron los romanos, y sí, como también dijimos, los Castro estuvieron siempre muy tentados por occidente. Allí tenían varias casas solariegas con vestigios montañeses y compartían misión (recordemos que eran espías vascos) con los de la Sota, los Rucabado y los Arana. Los Castro eran especialmente camaleónicos. A ellos se atribuye la divisa medieval de Castro Urdiales que reza: “Castro soy y siempre he sido,/ Vizcaya firme en mi asiento,/ Y a España con noble aliento/ Y lealtad siempre he servido”. (¿A que sobra “siempre” en el último verso? Los Castro, siempre tan redundantes ellos.)
Pues bien, estos Castro, como se piensa de los murcianos, también fueron a Galicia en época de Carlos III, pero no huyendo, pues los vascos no huyen, nunca lo hicieron. (Bueno, en alguna ocasión se rindieron a golpistas, pero sólo por defender su industria. Y no fueron los caristios ¿O sí?) Los Castro vascuences de origen caristio fueron a Galicia para atentar contra el escudo que Carlos III hizo colocar en el acceso principal del edificio que fue sede del gobierno militar en La Coruña. A esta célula libertaria y antiespañola pertenecieron los ancestros del padre del dictador cubano. Su tatarabuelo, Don Aitor Castro Castro, caristio de pura cepa, estuvo preso en el castillo de san Antón al ser sorprendido colocando una carga explosiva junto al mencionado escudo de la Casa Real.
Después de este incidente, los referidos Castro se fueron de La Coruña y se establecieron (escondieron) en San Pedro de Láncara, en Sarría, Lugo, donde hasta entonces nadie los conocía. Allí nació Ángel, el padre de Fidel, y de allí viajó a Cuba, según cuentan, con la misión de unirse a otros caristios para asegurar que la isla jamás regresara a la soberanía española. Ángel crió a un niño pretendidamente antiespañol, pero éste resultó antitodo, especialmente antídoto para la alegría en Cuba. Como ya sabemos, se fue de Holguín a La Habana y la lió. Eso sí, jamás olvidó sus verdaderos orígenes, y mientras falsamente se hacía el gallego ante Fraga, aceptando con la boca pequeña su tesis Castro-murciana, convirtió a Cuba en un edén para terroristas vascos, caristios todos, claro.
Una cosa más que todavía no alcanzo a comprender bien: ¿Saben dónde nació la madre de Camilo Cienfuegos, el joven comandante, supuesta víctima del castrismo? En Castro Urdiales. ¿Saben cómo se llamaba? Emilia Gorriarán Zaballa. Ambos apellidos vascos, y puede que también caristios. ¿Será esto una simple coincidencia? Estoy averiguándolo, pero no se preocupen, prometo no hablar más de Castro en mucho tiempo. Termino reconociendo que tantas posibilidades hay de que este macabro asesino descienda de Eneas y Dido, como de que nos venga directamente del mismísimo Noé. Espero haber complacido al anónimo que me escribió oponiéndose rotundamente a la tesis mediterránea de sus orígenes, aunque no sé decirle para quién trabajo. (¿Para mis hijos?). Tal vez quede claro, al menos, para quién no lo hago. A ver si con suerte da la cara.
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