"Tiene corazón, sangre, nariz, piernas, boca y ojos como cualquier ser humano. Pero no lo es. Su nombre es Rex y todos sus órganos han sido construidos en un laboratorio. Se trata del hombre biónico más completo construido hasta ahora. Su propósito en esta vida: mostrar cómo la tecnología es capaz de reemplazar ciertas partes del cuerpo humano.”
Así comienza la noticia que leí recientemente en la prensa sobre el último logro de la ciencia en dirección al “hombre biónico”. ¿Y quién, en su sano juicio, puede oponerse a que la biónica, o cualquier otra rama de la ciencia, actúen en el cuerpo humano para prolongar su vida o mejorar la calidad de la misma? ¿Cuánto hace que los marcapasos obran en este sentido? (Para quienes pueden pagárselo, claro). ¿Y qué mal nos han hecho los marcapasos? Sólo “puristas” como los Amish o los Testigos de Jehová, sujetos a férreas doctrinas religiosas, pueden temer al ingenio del hombre hasta llegar al absurdo de pretender detener su vocación de servirse a sí mismo en la vida que trabajosamente cursa, en tanto llegan (si es que lo hacen) esas otras que sueña y espera…
Yo no. No me opongo a la biónica. Sin embargo, no podemos negar que tal rama científica opera en la periferia de otra mucho más temible, dirigida al logro final de la inteligencia artificial absoluta. La biónica crea órganos que todavía son dirigidos desde el cerebro humano, pero el transhumanismo no se conformará con ello. No les bastará a sus fieles que dejemos de ser puras máquinas biológicas, porque buscan la “perfección”, y para estos hijos de la cópula entre la ciencia experimental y la economía de mercado (los ignorantes de Ortega) la perfección no es humana… ni divina; es titánica. ¿No es el tiempo lineal y asimétrico, totalmente divino, el que nos enfrenta sin remedio a la muerte? Y un tiempo machacón, circular, cíclico, en fin, titánico, sin devenir a la vista, ¿no nos salvaría de ella?
Cuidado. Aunque Prometeo nos haya puesto en la agenda divina, no podemos olvidar que él mismo es un titán, y que nada molesta más a los dioses que lo titánico del hombre. Decía Jünger: “Siempre el mundo prometeico es a la vez un mundo del trabajo; en ningún lugar su titanismo salta tanto a la vista como cuando está activo en un trabajo infatigable de invención, en el ámbito de los pensamientos ingeniosos, de los talleres.” Cuidado. Los dioses nos pueden castigar si tendemos al “eterno círculo”, pero también pueden hacerlo los propios titanes, si, redimidos por nosotros mismos, abandonan sus castigos y retoman las riendas del tiempo. ¿Cuánto no querrían cobrar a estos locos, que ayudados por el perfecto traidor, se entregaron a Zeus, Pan, Apolo, y lo que es peor, a Dionisos para burlar al tiempo-bucle, y escapar a su indolente imperio hasta llegar a creerse verdaderos creadores? Cuidado. Si regresan los titanes, no habrá más que cacharrería. ¿Eterna? Y qué más da.
(Existirá una máquina purísima
copia perfecta de sí misma
y tendrá los ojos verdes
y mil labios escarlata
no servirá para nada
pero tendrá tu nombre
oh eternidad
Jorge Eduardo Eielson)
copia perfecta de sí misma
y tendrá los ojos verdes
y mil labios escarlata
no servirá para nada
pero tendrá tu nombre
oh eternidad
Jorge Eduardo Eielson)
Cuidado. Mientras sea la oscura y todopoderosa imagen quien, desde el cerebro humano, dirija los aparatos, estaremos al salvo. Pero si la cacharrería se convierte en el fin mismo de nuestro ser, si nuestro tirón prometeico nos devuelve al titanismo más infantil y torpe, estaremos perdidos. Dejaremos de ser hombres… Ya, ¿y no dejaremos de serlo en cualquier caso? Bueno, si ha de vaciarse el ser, que se haga imaginando, porque sería una imperdonable estupidez haber llegado hasta aquí para entregarnos mansos; para, como diría Montesquiou (Robert de), expiar una extraña fechoría junto a un dócil Prometeo que pena encadenado a su roca, esta vez por haber robado el frío.
Hoy no puedo extenderme más, pero como ven, no pude evitar comentar esta noticia.
La idea primitiva de poder crear órganos en laboratorios es una bendición de los dioses siempre que esté al alcance de todo ser humano y no del que tenga dinero... como siempre...
ResponderEliminarPero como todo logro científico, tiene esa arista oscura, trágica (véase la bomba atómica) y profundamente peligrosa.
También he leído la noticia y según lo que yo leí, se pretendía crear un robot androide que se asemejara al humano, y con el tiempo...
Realmente éste sería el fin del mundo por lo menos del mundo de los sentidos, del mundo atávico de la rama y del árbol, de la cueva. De la eterna búsqueda de la felicidad. De la eterna búsqueda de la esencia de lo que somos.
Del verso imposible y de la imposibilidad del verso.
No quiero ese mundo infinito humano, con más visión, con más inteligencia, con más máquina en nuestra cabeza.
NO, quiero al animal que ha surgido de la evolución, el animal que es consciente de que tiene un tiempo finito araña su corazón para que sangre, y a través de ella buscar las respuestas a las infinitas preguntas.
Quiero al artista que sueña con una obra perfecta aún sabiendo que eso es imposible. Quiero al humano que se despedaza y aúlla en su locura por la pérdida de su amor.
No quiero hombre-robot aunque me digan que viviré muchos más años y en condiciones ideales... quiero al animal-hombre que llevo dentro, quiero mis decepciones, mis alegrías, mis pasiones, mis ruinas, mis misterios y mi poesía.
Besos
Mercedes
No quieres nada raro, amiga. Quieres seguir siendo hombre (mujer) como yo. La mayoría, si preguntada al respecto, contestaría lo mismo, pero ¿qué hacemos en consecuencia?. Poco, más bien poco, digo yo. Ese poco, en mi caso, incluye parar de trabajar un rato para ocuparme de "contestar" la parte menos amable de esa noticia. Tú también hiciste tu poco, comentando. Gracias. Un gran abrazo. Jorge
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