Recién llegado a Valladolid, pero
ya con la familia de este lado, o sea, listo para comenzar a revivir, un sábado
de 1993 (o quizás 94) bajé con mi mujer, mi hermano Omar y unos amigos, a un
pequeño y ruidoso sótano de la calle Cebadería. San Satirio, creo recordar que
se llamaba el local, con agujero incluido, donde por primera vez me (re) encontré
plenamente conmigo en el exilio. Bajamos, pedimos una copa, y nos pusimos a
charlar mientras esperábamos la actuación de la noche. Había en aquel hoyo una
pequeñísima tarima donde actuaban cantantes y músicos, no sé con qué
frecuencia, porque sólo volví una vez, sin más aliciente que la nueva compañía,
la nueva copa y el entrañable recuerdo de la primera visita: …Allí estábamos
purgando las dificultades iniciales de todo proceso migratorio, cuando aparecieron,
sobre el poco elevado suelo del rinconcillo reservado a los músicos, Gema y
Pavel, dueto cubano que justo comenzaba a “sonar” en La Habana cuando me alejé de
ella. Me parece recordar que en Cuba pude escucharlos en radio y verlos en
televisión (los conocía de lejos) pero no me había detenido suficientemente en
ellos. Aquella noche, sin embargo, me conmovieron a fondo. En la pequeña gruta
castellana, y por primera vez en el exilio, La Habana se me encimaba hecha
música y humanidad, sí, metafórica y literalmente, porque podía inhalar sin
esfuerzo el humo que exhalaba Gema de sus cigarrillos, dado el poco espacio que
mediaba entre su taburete y mi silla. Estaba muy cerca de ella, y su voz me
entraba esta vez, como se diría en Cuba: hasta la cocina. Qué revelación. Un diminuto
espacio en el subsuelo de la meseta-madre donde cabía toda la “habanidad” (¡ah,
vanidad!) que me define, gracias a una voz portentosa y sabia, que ya entonces tenía
un poso de habanera sustancia presta a la más subversiva salmodia. Pavel a la
guitarra, créanme, parecía cumplir diferentes pero bien avenidas órdenes de
Obatalá y Dioniso. Y Gema, guapísima, tocada con aquel gorrito de colorines
varios, y al mando de una sonrisa amplia, perenne, pulsaba todos los registros imprescindibles
para cantar La Habana. Su
voz esa noche parecía decirme:
Déjate llevar, torpe peregrino. Saborea la extraviada fruta ibero-yoruba
de semilla egea, que chorrea alto Caribe por todos los flancos. Mánchate como
nunca las manos, la boca, para que aproveches bien la reparadora siesta. Agradece
el regalo a este sonoro Cristóbal, ya no santo, sino cíclope que cruza el
Atlántico con tu bienquerida en brazos
para devolverte bahía, plazas, amplias avenidas, crípticas y angostas bocacalles;
en fin, sus signos más caros hechos bocado sacramental para la larga digestión
sustentadora. Muerde, mastica, chupa
esta porción de insólita pulpa, y no
escupas en las próximas diez vidas. Guarda este sabor para tus hijos, vueltos
al ordenado nido. Guárdalo, eso sí, vivo. Poco más podrás ofrecerles para
calmar sus ansias de extravío, cuando el mesetario y esencial dolmen arroje una
sombra soberbia y vertical a sus ombligos…
Esto, si cantado por Gema, lo
puedo asegurar, queda grabado en la memoria para siempre. La habanera medicina
que su voz aplica es remedio de santo (santa) para todo aquel que deba llevar a
cuestas su porción de distante Habana por la vida. Aquella noche, en el castellano
agujero, Gema entró en la mía. Su voz, reconfortante caricia y vivísimo
amuleto, me acompaña desde entonces vaya donde vaya. Cada vez más madura,
diversa, compleja; pero más suya… y más mía. Qué swing. Qué “filin”. Qué gracia…
Gema participa, y en buena medida capitanea, la vertiente de la música popular cubana
que se sostiene y renueva sin hacer concesiones al mal gusto. Su exquisita formación
musical y su gran talento la protegen de tales tentaciones. Gema puede entrar y
salir de todos los géneros que se le antojen sin patinar en ningún caso. Todo
lo contrario: donde entra, ensancha, enriquece, actualiza… Siempre con un marcado
equilibrio entre tradición y modernidad. Siempre con un afán de perfección que
impresiona, asusta incluso, a quienes la hemos visto trabajar de cerca. En una
muy selecta nómina de voces femeninas vinculadas a la canción popular cubana,
donde aparecen Freddy, Elena, Moraima, Omara y muy pocas otras, está Gema por
derecho propio hace mucho tiempo ya. En fin, las nóminas de este tipo poco
importan, pero cuando se hacen tan obvias a golpe de talento y verdad, sirven
para potenciar útiles referencias. En lo que a la canción popular se refiere, La Habana que obra entre Freddy y Gema, especialmente ésa, es la mía.
Aquel primer encuentro en el temprano
bajo rasante del exilio, propició que surgiera entre nosotros una amistad que
valoro mucho, porque Gema, además de grandísima artista, es muy buena persona. Tal
amistad desgraciadamente no puede avivarse con continuos contactos personales,
pero tiene otras vías para hacerlo. Hace un par de años, después de muchos sin
vernos, Gema estuvo por aquí con nosotros. Esta vez en la superficie, a plena
luna, pero no de Valladolid, sino de la Castilla profunda. Vino, además, con dos grandes
amigos comunes y estupendos músicos: Rubén Aguiar y Judith Rodés. Vaya lujo. Actuó en
nuestro pueblo y compartió con nosotros unas veladas inolvidables. Desde
entonces no nos vemos. De vez en cuando intercambiamos correos, y siempre,
siempre la sigo, la escucho, la propongo a quienes no la conocen…
Hace unos días me envió un
mensaje con un “enlace” para que viera una entrevista que le hicieron con
relación a su último disco “Derramando luz”. Salvando las distancias, su efecto
sobre mí fue parecido al de aquel primer encuentro en el sótano pucelano. Mi
ánimo actualmente no es óptimo, y Gema le viene como anillo al dedo. Vi su
entrevista varias veces, y seguidamente me aferré a su voz una vez más. Gema
tiene una capacidad sanadora increíble. ¿Cómo agradecerlo de nuevo? Bueno, esta
nota modestamente pretende hacerlo. La acompaño con un poema que le escribí en
su última visita a mi casa. Vayan ambos, nota y poema, a reconocer y compensar a
una gran señora, artista y persona, armada con una infalible herramienta para
combatir olvido y despiste: su muy personal y habanera voz, compendio de
talento, formación y experiencia, cada vez más rica, más sucia de vida, más canalla
y honda, más perfecta y grande, grande, grande…
Bacanal de perfección
Para Gema Corredera
... la gran exclamación con que todos
los días
comienza
el mundo.
Octavio Paz
En las bisagras del aire,
esas que gobiernan sus etéreas puertas,
cualquier sonido no perfecto fuera
un desliz imperdonable.
Ciertos días
de los que vale la pena ser testigos,
el aire abate ante nosotros
las hojas del silencio
para mostrarnos acaso el infinito,
y no puede permitirse ruidos
en semejante trance.
Sólo los dioses pueden cantar
cuando el aire decide desplegarse
hacia lo eterno abriendo.
Sólo sus protegidos saben pautar
el sonido que anuncia la búsqueda
de la gema más cara:
la medida canción con
que ciertos días
comienza el mundo.
... Yo estuve allí.
El aire activó sus afinados goznes,
abrió las puertas hacia lo insondable
y encontró una diva predispuesta al canto.
Ella cantó, dio con la gema perfecta
para el renovado acto inaugural
y ante todos los presentes
la ungió:
––Para iniciados y legos en sonidos primigenios,
empiece otra vez el mundo.
Celébrese en una fausta
bacanal
de perfección… con ron.
Lo siento, me acaba de hacer ver un amigo que no puse los enlaces para acceder a algunos vídeos de Gema. Aquí les dejo el que los llevará a la entrevista que mencioné en mi nota, y otros tres con actuaciones que la muestran en registros bien diferentes. Se los recomiendo. Que los disfruten.
ResponderEliminarhttp://mega.tv/programacion/bayly/bayly-entrevista-a-la-gran-artista-gema-corredera/#.UgVT17xfad4
http://www.youtube.com/watch?v=w70W55aNJPg
http://www.youtube.com/watch?v=xeHQ29fbVS0
http://www.youtube.com/watch?v=NZ945cXgGks
Caray! Qué sorpresa!!! Y qué emoción!! Gracias Jorge por tus palabras y tu inmenso cariño! Deseo las aguas tomen el cauce que deseas y no te olvides de sonreir. Te quiero mucho. Que la vida nos junte de nuevo y que sea pronto. Bendiciones mil! Un abrazote!!!!
ResponderEliminarQué lindo y excelente elogio a esa voz hecha mujer
ResponderEliminarGracias a ti, guapa... Por todo. Sí, a ver si podemos vernos pronto. Aquí o allá. Mientras tanto, sigo escuchándote, que no es poco. Abrazos. Jorge
ResponderEliminarGracias, anónimo, por tus consideradas palabras. Saludos. Jorge
ResponderEliminarJorge y Mary, me alegra saber que compartimos el mismo gusto por Gema, yo no me pierdo ninguno de sus concierto, entre otras cosas, porque me recuerda esa Habana ... de cuando eramos unos enloquecidos estudiantes descubriendo la ciudad con nuevos ojos !!!!! Ahhh la nostalgia !! sera cosa de viejos ??
ResponderEliminarHola, querida amiga, también a mí me alegra saberte por ahí. No siento ahora mismo nostalgia por La Habana. Sencillamente va conmigo, en mí. La llevo. Me lleva. No nos podemos evitar. De hecho mi Habana sólo existe en mí. Somos una y la misma cosa ella y yo. En este caso soy platónico. El fenómeno urbano, social y cultural que se corroe en el Golfo de México bajo aquel régimen bárbaro, ya no ajusta en mi Habana. Así que no es nostalgia, es existencial y mutua dependencia. Gema vive en mi Habana, es parte de ella, como tú. Sólo que Gema tiene una herramienta muy fuerte para hacerla vibrar... La nostalgia no es cosa de viejos, sino de hombres. Pero además, tú, Mari y yo no somos viejos. Especialmente Mari y tú son muy jóvenes... y guapas. Besos.
ResponderEliminar¡¡Como lo has " clavado"Jorge,qué maravilla¡¡
ResponderEliminar"Yo estuve allí(también)El aire activó sus afinados goznes,abrió las puertas hacia lo insondable y encontró una diva predispuesta al canto "
Conocí a Gemma en el mismo sitio y en la misma época y ya me atrapó definitivamente a su Habana-Cuba en plena Meseta ,y hasta con un cocido por medio.
La recuerdo en mi domicilio cantando con las tripas canciones que todavía me retumban y que celosamente tengo grabadas,curiosamente con la presencia de conocidos comunes.(aunque a ti no te conocía todavía Jorge)
¡Qué recuerdos¡
Gemma un saludo.
Carlos Negrín.
Gracias, querido amigo, por comentar, y por estar siempre al tanto de la buena música popular, sea de donde sea. ¿Quién sabe si estuvimos allí, en San Satirio, incluso el mismo día sin conocernos aún? Gema seguro que recordará aquella velada en tu casa. Tiene una memoria muy buena. Cómo me habría gustado compartirla con ustedes... Me alegra que te haya gustado mi nota. Un gran abrazo.
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