miércoles, 8 de octubre de 2025

ESCUCHAD A MARCOS DE QUINTO

 



Hoy estuve en un foro económico promovido por El Norte de Castilla en el hotel “Vincci Frontaura” de Valladolid. Allí nos presentamos, Marisela y yo, para escuchar en vivo a uno de los más importantes comunicadores o publicistas entre los que contestan la hegemonía del discurso colectivo-izquierdista (o izquierdo-colectivista, como queráis) en la España actual: Marcos de Quinto. Porque sabemos quién es y cómo se las gasta, allí fuimos. Llegamos a las nueve y quince horas, hablamos con Ana Alonso (de Quinto nos había dicho que si queríamos desayunar así lo hiciéramos / río…), y nos sentamos en una mesa próxima al estrado. (Oigan, era cierto, con desayuno y todo. Un nivelazo también en lo gastronómico). Allí nos plantamos, digo, rodeados de empresarios de éxito, banqueros, políticos, periodistas… y fuimos metiendo mano con discreción a pasteles, zumos y cafés, mientras esperábamos al ponente.  Claro, como (por mi única culpa, quede claro) no estoy acostumbrado a este tipo de foro, enseguida me vino a la mente aquella anécdota que cuenta un amigo mío sobre su padre. El señor Eustaquio, que era un avezado tratante de ganado, le decía a Josema: «hijo, no vayas sin dinero a ninguna parte, por favor; nada de tarjetas de (des) crédito ni cosa por el estilo: un buen fajo de billetes siempre contigo; y que se note bien en el bolso; escúchame: un hombre sin dinero es un bulto sospechoso». «Ya, pero no me van a tomar por un bulto sospechoso si vengo acompañado de una mujer tan hermosa como Marisela y ardo en deseos de escuchar a de Quinto, que, entre otras cosas, se hizo a sí mismo a base de trabajo», pensaba. Pensaba en eso y recordaba por qué admiro a este hombre, que naciendo en una familia humilde fue capaz de hacer cosas tan distintas como formar parte de jurados de dramaturgia, actuar en películas de éxito, correr el Dakar, escribir un libro de poemas con versos como éstos: y las paredes / se están haciendo cada vez más ciertas (quedaos con ellos), llegar al Congreso de los Diputados como político, y, sobre todo, fue capaz de hacerse económetra y de convertirse, de la mano de Coca Cola, en el ejecutivo empresarial de más largo recorrido en la España moderna. Y como si todo eso fuera poco, hace un par de años se juntó con su colega y amigo Juan Carlos Girauta para fundar la asociación Pie en Pared, y desde ella molestar a los molestones profesionales, desenmascarar a los traidores y poner palos en las ruedas a los aprendices de tirano. En fin, este hombre, que de bulto sospechoso tiene bien poco aunque no lleve el fajo entre los dientes, renuncia ahora a una vida cómoda, siembra alfileres en su poltrona, y para que en el futuro su pequeña hija no pueda echarle en cara que se haya cruzado de brazos mientras le levantaban el país, anda de un lado para otro explicando lo que pasa en España, señalando, en cada parada, donde quiera que encuentra oídos prestos, a los impostores que van en modernísimos coches eléctricos, y en los semáforos más rutilantes ponen los indicadores hacia la libertad pero giran hacia la esclavitud.

De Quinto es un comunicador nato. (Debo confesar que en este sentido no sólo lo admiro, lo envidio). Nada de enredarse en cantinfladas o explicaciones largas. Nada de parábolas encriptadas. (La poesía y el poema donde van, es decir, donde hacen bien y no mal). Nada de exigir al público un especial esfuerzo para seguir un discurso curvo pronunciado en una sala de espejos. No: pim, pam, pum… y vengan ejemplos que sacarían de la soñolencia y la desidia al más pinto. Ni despachaderas ni mojigaterías. Un discurso medido para lograr la mayor eficacia posible. Se trata de construir una alternativa real al discurso hegemónico de la izquierda. Y si se quiere construir algo cierto, concreto… Como soy todo lo contrario y no puedo pensar rectamente, vamos, que me disperso con facilidad y me enmaraño en mis vericuetos mentales, me viene a la mente aquella anécdota (no recuerdo ahora dónde la leí) de los dos arquitectos griegos que optaban a la ejecución de un monumento muy importante. (¿Sería en la Atenas clásica?). Pues bien, ambos se presentaron ante las autoridades encargadas de adjudicar el trabajo. El primero agotó a los oyentes, pues empleó mucho tiempo en explicar su proyecto: contó su base conceptual, filosófica, teológica… contó cómo lo llevaría a cabo y dio todo tipo de detalles en relación a. El segundo se limitó a decir: «todo eso que dijo mi colega, lo haré yo». Y así fue, claro. En esta historia yo sería el primero y de Quinto el segundo, es decir, él y no yo construiría el edificio. Así que, estando donde estamos, y sabiendo que, como dijo Santiago en su Epístola Universal, el pecado, cuando llega a su colmo, engendra muerte (¿acaso soy el único que percibe un ambiente prebélico en España?), no se trata de hacer filigranas teológicas y calcular cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler (Juan Filópono), ni de que nos pase como a aquel ciempiés al que preguntaron en qué orden movía sus patas y quedó paralizado por el simple hecho de pensarlo. La tierra, cuando no produce trigo, da espinas, decía Fray Luis de León. ¿Acaso soy el único que percibe una España espinosa avocada a un túnel sin salida? Las paredes / se están haciendo cada vez más ciertas, sí, señor. Y no en la sesera íntima del poeta, sino en la casa común.

De Quinto dio donde más duele a los decadentes. Una a una, desmontó las “causitas” que enarbola el wokismo para narcotizarnos en dirección a la aniquilación de Occidente, de la cristiandad. Lo hizo con la efectividad de siempre, con el sentido del humor de siempre. Y como hablaba en un foro económico, es decir, plagado de empresarios, explicó por qué la empresa se ha plegado ante la decadencia y se ha dejado llevar por el discurso hegemónico de la izquierda. Trade follows the flag (el comercio sigue a la bandera), dicen los ingleses, no en el sentido exacto en que lo digo aquí, pero… El problema es quién lleva qué bandera. El problema está en quién fija la diana ético-moral a que apuntarán (y el tipo de sentido común que asumirán) las empresas, para tratar de convencernos de que no sólo se dedican a hacer dinero, de que son algo más de lo que realmente son: servidores públicos, el soporte del sector improductivo de la sociedad; en una economía seudocapitalista como la nuestra, uno de los pilares de la libertad. Casi nada. En palabras del propio de Quinto, las empresas, grandes, medianas, pequeñas o unipersonales (reconoció el papel fundamental de los autónomos) son las que propician que haya un presupuesto público sin vivir de él. ¿Os parece poco? 

De Quinto no rehuyó hablar del revolcón cultural que se está produciendo en Europa, asegurando que este cambio representa el mayor peligro a que nos enfrentamos en la actualidad. En una evidente alusión a la progresiva islamización de España, dejó claro que no creía en los segundos milagros. Dijo algo así como que «fuimos los únicos capaces de zafarnos del islamismo en el mundo, pero un milagro es eso: un milagro, y nos llegó porque lo merecimos en la Reconquista». Y pregunto yo, ¿podemos esperar de nuevo el milagro que merecieron los héroes siendo meros alfeñiques? Ahora me viene a la mente (perdón, no puedo evitarlo) aquella respuesta de Harún al-Rashid (califa iraní) a Nicéforo (emperador bizantino), quien osó insinuar al primero que dejaría de pagar el tributo anual que pagaba: En nombre del Dios misericordioso, Harún al-Rashid, jefe de los fieles, a Nicéforo, perro romano: He recibido tu carta, hijo de infiel, y no escucharás mi réplica, sino que la verás. Imaginaos lo que sucedió después. Ah, siguen siendo esto, señores. Esto y punto redondo. Lo demás es majadería ovina. Y como a buen entendedor pocas palabras bastan, me despido con Baltazar del Alcázar: No le des la mano, Inés, / a ningún sujeto humano, / porque si le das la mano, / tú tendrás una y él tres. Hijos de Inés, cuidado con los colectivistas y los expansionistas bereberes. Escuchad a Marcos de Quinto. Pie en pared.


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