domingo, 4 de agosto de 2013

Vivir ya es algo… imaginar






                  Para Antonio, Pilar, Marta, Carlos y Luis

 
Ayer estuve con mis amigos de la Fundación Jorge Guillén. Como siempre, disfrutando de muy agradables compañía y conversación. Ellos trabajan en un pequeño edificio restaurado a su medida (sonrío) y situado en un entorno mágico, incluso romántico, el parque “Las Norias de Santa Victoria” de Valladolid. Como el edificio está tan bien pensado (ahora río) y tiene un pequeño office estratégicamente situado, surtido con lo necesario para recibir visitas, siempre que voy a “robarles” unos minutos de cara amistad, se complementa todo lo dicho con un puntual e inevitable café. Adoro visitarlos. Lo hago cada vez que puedo. ¿Cómo no hacerlo ante tales expectativas? Un café compartido con gente amable, inteligente y guapa (sí, hay quien lo tiene todo, Pilar y Marta son, además, guapísimas) nunca comienza ni termina en sí mismo. El café “guilleniano” suele poner un aromático y terreno colmo a temas muy interesantes que, sin embargo, se abordan siempre con humor. Como diría Lezama, con una “gravedad alegre”.

Ayer estuvimos hablando y riendo con el tema de la felicidad de fondo. Las bromas giraron esta vez alrededor de la pregunta ¿escepticismo o positivismo? como estrategia para mejor vivir, o como resultado inevitable del recorrido vital. Teniendo en cuenta que las edades y experiencias de los actores metidos en escena son un tanto desiguales, era lógico esperar ciertas asimetrías en la visión de cada uno sobre un tema tan complejo, y esto, claro, aportó riqueza y gracia a una conversación puesta deliberadamente al margen de cualquier vocación trascendente. Hablamos, reímos, tomamos café, y, como es lógico y saludable, no resolvimos nada, más que la certeza de que debemos repetir tales encuentros de vez en cuando para mantener la temperatura de una relación muy sabrosa. Sin embargo, yo que soy tan torpe cuando me quedo solo, seguí pensando todo el día en aquello que hablamos. Incluso lo hago hoy. Y es que en realidad llevo algún tiempo sobre el tema merced a mi estado de ánimo actual (un tanto grave) y varias relecturas (¿interesadas?) que de una manera u otra lo abordan. Así que decidí darme un gustazo escribiendo algo al respecto, especialmente dedicado a los chicos de la “Jorge Guillén”. Para ello utilizo dos citas que salieron ayer a colación. La primera, no literal. Decían, antes Erasmus, y después Ortega: “la felicidad es estar fuera de sí”. La segunda, literal. Decía Schopenhauer: “… el juego del perpetuo tránsito desde el deseo a la satisfacción y desde ésta al nuevo deseo -tránsito que se llama felicidad cuando su curso es rápido, y sufrimiento cuando es lento-…” Como estoy muy de acuerdo con ambas ideas, de ellas parto.

Estar fuera de sí”. De eso se trata para Erasmus y Ortega. ¿Abandonar el estado en que somos animales sometidos a un fin (y final) puramente biológico, regalados con la sobrecarga de creer saberlo? Puede que sí. Fuera de nosotros mismos, ya sea en un trance dionisíaco o apolíneo, en brazos del carnaval o la cuaresma, ayudados por un cóctel chamánico o un precepto de Dios. Fuera de nosotros mismos gracias a la capacidad de imaginar que compensa con creces la sobrecarga de saber. Por fortuna la imaginación puede con todo; hasta con el conocimiento, tal vez un acto de perversa concreción de la imagen en pos de engañar hasta las últimas consecuencias a sus propios gestores. Lo “en sí”, de existir, (con todos los matices necesarios) quizás sea nuestra capacidad para el (auto) engaño; y su mejor matiz, la capacidad que tenemos de memorizarlo. Aquí está el quid de la cuestión: ¿Qué es primero, la imaginación o el conocimiento? ¿Quién produce a quién? Seguramente ya saben que para mí la imaginación lo produce casi todo.

¿Y no andamos con este asunto a cuestas hace tres mil años? Me temo que sí. ¿Y hemos aprendido algo desde entonces? Pues también. Aprendimos sobre todo lo peligroso que puede resultar el saber cuando trata de erguirse por encima de su madre: la imaginación. ¿Y qué hicimos desde entonces hasta hoy? Pues seguir imaginando, incluso que podemos dejar de imaginar libremente. Entonces trazamos una vertical que pudiera contenernos y proyectarnos por encima de la muerte hasta la eternidad, levantada con IDEAS situadas al margen de nosotros mismos, los únicos animales que pueden gestarlas, emitirlas y recibirlas. Vaya paradoja. Y tratamos de calzar en esa vertical. Y malamente lo hicimos hasta el punto en que tuviera Erasmus que contestarla, desde el mismísimo humanismo cristiano renacentista, al identificarla como un germen de infelicidad. Entonces “estar fuera de sí”, merced a esa rara y humana peripecia, viene a ser ahora justo participar lo “en sí”, o sea, imaginar. ¿Alguien puede ser feliz sin hacer a diario un ejercicio de alta imaginación que dinamite los pertinaces restos de simplona animalidad en la memoria?¿Alguien puede serlo, no siendo? Porque quien carece de imaginación... Y sólo el hombre es en plenitud ¿O no? El “estar fuera de sí” erasmiano y orteguiano no es más que estar en sí, plenamente en sí, o sea, estar, ser imaginando. La tortuga que mató a Esquilo, convertida en manzana iluminó a Newton. Las dos veces cayó de lo alto. La primera en oblicua proyección, cual meteorito olímpico. La segunda, verticalísima, cual regalo de Yahveh. Pero en ambos casos su objetivo era la cajita negra donde guarda el hombre la máquina de imaginar. En ambos casos pretendió activar el motor de la inocencia. Lo insólito y casual como cura a lo previsible y causal…          

¿Y no es el deseo la inocencia en movimiento? ¿Y no es la inocencia ese estado en que la imaginación, totalmente libre de su perverso intento de reductora concreción: el saber, puede ocurrir sin cautelas? El deseo es un acto de suma y móvil inocencia. La inocencia es la Arcadia de la imaginación. El deseo sostenido en un curso rápido de nacimiento-satisfacción/muerte-renacimiento, sin grandes intervalos entre sus etapas, sobre todo entre su muerte y renacimiento, es evidencia de una inocencia sana, fértil para la imaginación. Si deseamos con vivacidad es porque somos sanamente inocentes, imaginativos; estaremos mejor preparados para “salir de nosotros”, o sea, para ser nosotros a plenitud, imaginando en positivo. Porque claro, también podemos imaginar negativamente. Sobre todo en épocas de pensamiento débil (poco imaginativo), la imaginación, demasiado condicionada por su avaro hijastro: el saber, suele cargarse de negatividad. Cuando imaginamos sobre todo que sabemos, no nos valen ni la inocencia ni la vertical creada para contener y encauzar el apetito destructivo del conocimiento. La inocencia, perfecto estado de fertilidad para la imaginación, y la ética, uno de sus productos más raros, contradictorios y útiles de cara a la supervivencia de una especie fuertemente socializada, carecen de sentido para quienes imaginan que saben mucho, y que la imaginación es sólo un satélite del saber. Entonces la verdad, “esa leyenda”, que diría Jiménez Lozano, emerge como credo negativo, y como si no fuera fruto de la imaginación, cierra las puertas a la inocencia que la produce y pacta. En tal caso la inocencia no se mueve, luego no se desea con normalidad. El curso del “tránsito desde el deseo a la satisfacción y desde ésta al nuevo deseo” no sólo es lento, sino que se bloquea. Somos escépticos. Enfermamos. Quedamos inmóviles. Podemos prescindir, incluso, de la imagen primaria por excelencia: el Amor. Peligro. Alto peligro… Sólo la imaginación, tan indócil y magnánima ella, puede salvarnos de ésa. Y lo hace, siempre lo hace, especialmente con la poesía...

Como este escueto texto pretende ser un obsequio para unos amigos, y no quiero que se convierta en uno de esos incómodos “regalos” con los que no se sabe qué hacer, corto. No me vayan a esconder el café cuando vuelva a la Fundación. (Ahora echo una carcajada, porque en vano se me esconderá algo en ese edificio) Decía que termino, y lo hago con unos versos. Podría hacerlo con muchos otros, pero lo quiero hacer precisamente con unos de Jorge Guillén.

Aquí mismo, aquí mismo está el objeto
De la aventura extraordinaria. Salgo
De mí, conozco por amor, completo
Mi pasaje mortal. Vivir ya es algo. 

   

2 comentarios:

  1. Busqué el edificio de la fundación en Google Maps, y en la foto publicada aparece en restauración - andamiajes todo alrededor. Los trabajos son recientes, no?

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  2. Aquí te dejo el enlace en mi página web. Se trata de una restauración del 2009-2010. Una obra pequeña, pero que quise y pude cuidar especialmente. Un gran abrazo. Jorge

    http://www.jtniebla.es/fundacion.html

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