Ayer por la tarde, mi amigo José María Canteli, quien me manda por correo electrónico sólo archivos ya muy decantados por él, (cosa que agradezco mucho) me envió un enlace con un vídeo de Muti. No se trata esta vez de una obra musical, sino de un discurso pronunciado por el gran director en un acto en el que recibía un premio.
Hace unos días hablaba con Leonardo, mi hijo mayor, sobre la capacidad y/o la necesidad que tiene o no la imagen de alcanzar y cerrar una forma sobre sí misma en las diferentes artes. Comparaba lo inaprensible que, en términos figurativos, puede llegar a ser la imagen poética o musical, con la mayor tendencia a la figuración que, aun en obras pretendidamente abstractas, suele haber en la imagen ligada a la obra de arte visual. (No hablo aquí de forma sólo como figura externa, sino también y especialmente como figura interna, esa que es captada sólo con la mente, es decir, como idea) Ponía en un extremo la imagen poética y en el otro la imagen arquitectónica. La imagen poética de alta calidad, que aun siendo decididamente metafísica, se resiste a ser apresada en una forma definitiva, burlando una y otra vez las cadenas causales que la pretenden, huyendo de todo intento de concreción reduccionista; frente a la imagen arquitectónica, tan necesitada ella de ese estadio de concreción que, aunque con un germen más o menos imaginativo, termina siendo fruto de una causalidad severa que la obliga a su forma en un espacio que no podrá trascender, y en un tiempo que sólo trascenderá como memoria figurada, como proyección de una idea alcanzada.
Y aunque no estaba mi hijo completamente de acuerdo conmigo en estas cosas (algo muy recomendable, porque yo mismo dudo mucho al respecto) hablaba yo entonces de la música como otra de las artes donde la imagen se resiste a la figuración, para saltar sobre cualquier intento de reducción formal y volar hacia una región de máxima pero dúctil abstracción, donde lo sensible deviene necesariamente sustancia informe, indomable; idea en constante consolidación y ruptura, en constante fuga hacia lo otro... La sustancia poética y la musical, escapando del afán reductor de la palabra y de la nota que, aun articuladas en vocabularios y lenguajes de gran rigor, vanamente intentan llevarlas a cosa formada, mesurable, ponderable; frente a la sustancia arquitectónica que sólo es si reducida a forma, que sólo puede ocurrir y ocurre en un espacio y un tiempo concretos, hacia una idea que tiende a cerrar sobre sí misma... El poema y la pieza musical que escapan a la causal forma-idea, frente al edificio que la concreta. El poema y la pieza musical que, aun “terminados”, se abren en múltiples potencias, frente el edificio que, concluido, se cierra en acto.
Claro que todo esto es relativo. La comparación sólo tiene sentido como parte de un acercamiento tendencioso y muy específico al asunto. A fin de cuentas, el poema y la pieza musical “se cierran” y el edificio “se abre”, en cuanto a forma-idea se refiere, cuando y como lo decidan, o mejor dicho, no lo puedan evitar, quienes disfrutan de ellos… Pero además, en ambas disciplinas hay momentos muy particulares: ¿Cuánto no logra aplomar, acercar la imagen a forma decantada en acto, un poema de Guillén en Cántico? ¿Cuánto no logra la imagen trascender su forma en infinitas potencias, en la necrópolis de Saqqara?
Y aunque no estaba mi hijo completamente de acuerdo conmigo en estas cosas (algo muy recomendable, porque yo mismo dudo mucho al respecto) hablaba yo entonces de la música como otra de las artes donde la imagen se resiste a la figuración, para saltar sobre cualquier intento de reducción formal y volar hacia una región de máxima pero dúctil abstracción, donde lo sensible deviene necesariamente sustancia informe, indomable; idea en constante consolidación y ruptura, en constante fuga hacia lo otro... La sustancia poética y la musical, escapando del afán reductor de la palabra y de la nota que, aun articuladas en vocabularios y lenguajes de gran rigor, vanamente intentan llevarlas a cosa formada, mesurable, ponderable; frente a la sustancia arquitectónica que sólo es si reducida a forma, que sólo puede ocurrir y ocurre en un espacio y un tiempo concretos, hacia una idea que tiende a cerrar sobre sí misma... El poema y la pieza musical que escapan a la causal forma-idea, frente al edificio que la concreta. El poema y la pieza musical que, aun “terminados”, se abren en múltiples potencias, frente el edificio que, concluido, se cierra en acto.
Claro que todo esto es relativo. La comparación sólo tiene sentido como parte de un acercamiento tendencioso y muy específico al asunto. A fin de cuentas, el poema y la pieza musical “se cierran” y el edificio “se abre”, en cuanto a forma-idea se refiere, cuando y como lo decidan, o mejor dicho, no lo puedan evitar, quienes disfrutan de ellos… Pero además, en ambas disciplinas hay momentos muy particulares: ¿Cuánto no logra aplomar, acercar la imagen a forma decantada en acto, un poema de Guillén en Cántico? ¿Cuánto no logra la imagen trascender su forma en infinitas potencias, en la necrópolis de Saqqara?
Bueno, como sobre estas cosas tengo más dudas que certezas, persigo todo indicio que pueda ayudar a orientarme, que pueda invitarme a seguir indagando en ello. El aludido discurso de Muti, lleno de un humor inteligentísimo, es una delicia todo él; pero al final explica, breve y claramente, cómo el lenguaje musical hecho notas en un pentagrama, no puede abarcar, reducir la música a cosa formada, a idea cerrada, penetrable.
Allí, en el infinito extrarradio de la figuración, donde la forma-idea apenas se consolida en un instante expiatorio para seguir fugando, donde para mí opera la imagen suprema, Muti coloca la Suprema Imagen. Magnífica coda donde el músico se sitúa, desbordado, ante la inmensidad genitora de lo irreducible... Que Dios lo siga tentando a alcanzar la otra orilla. Aunque se la niegue al final, que siga dándole fuerzas para nadar pretendiéndola.
Allí, en el infinito extrarradio de la figuración, donde la forma-idea apenas se consolida en un instante expiatorio para seguir fugando, donde para mí opera la imagen suprema, Muti coloca la Suprema Imagen. Magnífica coda donde el músico se sitúa, desbordado, ante la inmensidad genitora de lo irreducible... Que Dios lo siga tentando a alcanzar la otra orilla. Aunque se la niegue al final, que siga dándole fuerzas para nadar pretendiéndola.
Vean el vídeo hasta el final. Se lo recomiendo. Aquí les dejo el enlace.
Gracias por la referencia a Muti. Me encanta la gente que no se toma a si mismo tan en serio. La vida es muy corta...
ResponderEliminarAyer precisamente fui a un concierto (con mi padre) y le comentaba la diferencia que hace el director. Habíamos visto esa misma orquesta (la Cleveland Orchestra, una de las "big five") el año pasado dirigida por Franz Welser-Möst, y habíamos quedado decepcionados; este año, bajo la dirección del maestro Giancarlo Guerrero, era totalmente distinta; todo funcionaba, el sonido era lleno, el tempo perfecto, las entradas exactas; cual es el misterio, no lo sé, pero la diferencia se oye, y es real.
Gracias de nuevo.
Bueno, amigo, la diferencia puede que esté explicada en el propio discurso de Muti. En música puede que radique entre interpretar una partitura desde la lógica matemática que la hace posible, o desde la convicción de que, la verdadera música, sólo se puede reducir a partitura para que los interpretes tengan por dónde empezar a buscar su más allá. Ya lo dice el mismo Muti: cualquiera puede dirigir si se limita a marcar los tiempos. Lo difícil es realmente tratar de dar con lo que nuca podrá recogerse en medida alguna. Ya sabes: "la imagen penetrando a la naturaleza crea la sobrenaturaleza". Es esa sobrenaturaleza la que nos conmueve. Puede que hayan sido la exactitud y la precisión lo que te hayan hecho gozar la dirección de Guerrero, no lo sé, pero atendiendo a lo dicho, puede que además haya operado ese misterio que, afortunadamente, no sabes (no sabemos) nombrar. La palabra misterio me asusta un poco porque pudiera parecer un cómodo cajón de sastre para no avanzar en el conocimiento, pero llámese como se llame: misterio, enigma, arcano, reminiscencia de lo inconsciente, consciencia universal, latido divino, etc, lo cierto es que, en ese terreno sobrenatural, incluso suprasensible donde impera la imagen, es donde nos sentimos más humanos. Gracias por estar ahí. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy interesante tu reflexión, querido Jorge. Comparto tu posición cuando observas la imagen poética o musical situada ante la imagen arquitectónica, y la comparto también cuando concluyes que, en cualquier caso, es el observador quien decide qué “se abre” y qué “se cierra” cuando de disfrutar de la belleza se trata, sea poesía, música o arquitectura.
ResponderEliminarMe dejas con el deseo de conocer qué piensa Leonardo, no tanto por la posibilidad de coincidir o no con él como por el puro placer de saberlos enfrascados en debates tan enriquecedores, frescos y nutritivos para el alma en estos tiempos de “traga lo que sea y ni preguntes si está bueno o no”.
El discurso de Muti es divertido y lúcido y lo he disfrutado mucho. Tanto su discurso como tu reflexión me sugieren señalar un componente que es el fundamento del suceso que llamamos arte o imagen: la composición, la creación, el diseño. Pienso que este elemento no se limita sólo al creador, poeta, músico o arquitecto, sino que se extiende al observador, al sujeto que, como dices, finalmente decide el valor de lo proyectado sobre él.
La imagen es una representación en el observador, pero requiere cierta dosis de creatividad por parte de este, un rudimentario pero imprescindible ejercicio de acomodo o adaptación a la propia experiencia, que es lo que da el acabado a la propuesta del artista. Cuando no existe esta participación del observador la propuesta artística carece de sentido. Es por eso que vemos cómo una misma obra de arte tiene efectos diferentes en personas distintas: hay desde quien se emociona a punto de llanto hasta aquel otro al que le resulta totalmente indiferente.
Me ha gustado mucho tu entrada.
Un abrazo desde Madrid.
Gracias, amigo. Me alegra que hayas disfrutado el vídeo y mi pequeña nota... Sí, tienes toda la razón: la imagen opera en nosotros en tanto que sujetos insertos en nuestras propias circunstancias, con todo lo que eso implica. Por eso no podemos hablar de su acción generalizando sin equivocarnos. Lo hacemos como un recurso gnoseológico, buscando avanzar en ese sentido, sabiendo que nunca alcanzaremos esa otra orilla de la que hablaba Muti. Con relación a Leo, dos cosas: Tiene ya una gran capacidad para meterse en estos asuntos, y nunca acepta obedientemente ideas que no pueda apoyar en su propio análisis. En cuanto al tema tratado, no cree que existan tales diferencias entre la imagen poética o la musical y la imagen arquitectónica. En cualquier caso, no sólo él duda, sino también yo. Se trata de asuntos complejos, huidizos... El discurso de Muti me sobrecogió en un momento en que llevaba ya unos días hablando del tema con Leo a raíz de una presentación académica que él tenía que hacer en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Fue un acicate para que profundizáramos un poco más en el análisis. Nos divertimos con ello. Luego pensé que ese discurso podría interesar a muchos, sobre todo a artistas como tú. Así ha sido. Aunque no todos comentan aquí, me escriben correos que corroboran que el discurso es muy sugerente. Gracias, de nuevo, amigo. Sigue creando. Te necesitamos. Te abrazo. Jorge
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