Tenía unos quince años, y muchas ganas de saber lo que no
estaba permitido averiguar, cuando escuché hablar por primera vez de
“Caballón”. Fue en casa de mi amigo Rolando Varela. Reinaldo, su padre, al
detectar mi creciente interés por la buena música cubana, especialmente por
aquella que “lindaba” con el jazz, me dijo: “Debías escuchar al padre de Chucho, Caballón Valdés”. ¿Dónde puedo
hacerlo? Pregunté yo. “No lo sé, está
prohibido, pero debías buscarlo”, me
contestó. Por increíble que parezca, me era más fácil entonces escuchar el Long
Play completo “Let it be” de los Beatles, (cosa que también hacía
semiclandestinamente) que una sola interpretación de Bebo al piano.
No escuché a Bebo hasta que emigré. Pero su repertorio y su forma de tocar fueron desde entonces un utilísimo calzo para La Habana que me traje a Castilla, que me colma todavía, y que, sin la impronta de gente como Fernando Ortiz, Lydia Cabrera, Moreno Fraginals, Lezama Lima, Alicia Alonso, Leo Brouwer, Bola de Nieve, Chucho Valdés y su padre, entre otros, habría enfermado de cojera en mi memoria, cuando no roto definitivamente en ella: leña húmeda para una malograda y transparente misa negra.
No escuché a Bebo hasta que emigré. Pero su repertorio y su forma de tocar fueron desde entonces un utilísimo calzo para La Habana que me traje a Castilla, que me colma todavía, y que, sin la impronta de gente como Fernando Ortiz, Lydia Cabrera, Moreno Fraginals, Lezama Lima, Alicia Alonso, Leo Brouwer, Bola de Nieve, Chucho Valdés y su padre, entre otros, habría enfermado de cojera en mi memoria, cuando no roto definitivamente en ella: leña húmeda para una malograda y transparente misa negra.
La música que más interesaba a Bebo, y que tan bien componía, arreglaba y ejecutaba, es una suerte de mágica sutura en ese maravilloso ensayo de pa
Hermano mío: cuando hace unos días supe que había muerto Bebo, tuve la amarga impresión de que perdíamos una de las razones más grandes para sentirnos orgullosos de haber nacido en Cuba. Me pasa algo terrible y te lo digo aquí, delante de todos: cada vez son menos las razones que tengo para ello. La idea que tengo de mi país es inventada. Cuba es como un mal amor que pierdes... Entonces, mientras lo extrañas y tratas de recuperarlo, te haces una falsa memoria de lo que en verdad es... Y, cuando lo tienes de nuevo, caes en la cuenta de que te has equivocado... de que su esencia es otra... y sigue siendo lo mismo o algo peor. Esos nombres que mencionas no conforman un país ni su cultura; son su expresión más alta, pero cada vez son menos. Lo extendido es otra cosa: el oprobio, incluso en la cultura. ¡Como duele decir que Cuba es más bella desde aquí! Le he arrancado un pedazo, como tú... y me lo he traído. Ese pedazo y unas cuantas personas que allí me quedan es Cuba. Lo demás, que como bien dices se haitianiza vertiginosamente, lo siento cada vez más ajeno... siento cada vez más pena y menos orgullo. Menos mal que, aunque Bebo se vaya, nos quedará eso que él también se llevó a Estocolmo... un pedazo de Cuba que no era Cuba... y era al mismo tiempo la Cuba más bella.
ResponderEliminarQuerido amigo, cómo no estar de acuerdo con lo que dices. Si donde pones Cuba, pongo La Habana, me identifico con cada una de tus palabras. La Habana seguirá siendo más allá de la ausencia de sus mejores exponentes, pero será otra. No la mía... ni la tuya. Salvo que seamos capaces, claro, de ir poniendo calzos a la memoria, no habrá más Habana para nosotros. Y sí, fatiga el memorioso esfuerzo, pero todavía (a veces) vale la pena. Por eso, cuando cae un trozo esencial de nuestra Habana, todavía lo lamento. Cuba, bueno, Cuba es otra cosa, siempre fue otra cosa, de sutura más limpia, al menos para mí. Te abrazo. Jorge
ResponderEliminarQuerido amigo. Siento y comprendo dentro de mis infinitas limitaciones vuestro dolor y vacío por algo que ya no es. Se parecen, tú y Luis Enrique, a los españoles republicanos que se fueron a otros países llevándose una España que ya no existía y que nunca volvió.
ResponderEliminarEllos eran España, vosotros sois Cuba, nadie puede eliminar del alma los sentimientos, las sensaciones, las visiones o conceptos, NADIE... por muy dictador que sea, por muy eliminador de lo que fue y quiere hacer desaparecer. Físicamente Cuba (España ) no están pero siguen vivas en todas las personas que se llevaron un trozo, una imagen de ellas.
Respecto a Bebo, siento su muerte, yo no soy muy conocedora de su música pero lo que he oído, me ha impactado, un gran pianista y un cantante del alma. Siento que Bebo, como tantos hombres en este mundo, haya muerto expatriado sólo porque unos pocos imponen a la mayoría su mando. Ha muerto en un país extraño lejos de la calidez de sol cubano, del vaivén de las olas que siempre ha escuchado en sus oídos, lejos de su yo --raíces arraigadas en el suelo de su Cuba y a las que en su secreto siempre quiso volver a injertarse. Es un duelo para vosotros como cubanos pero debe ser un quejido de todos los hombres desde el principio... un hondo dolor que se incrusta en el alma colectiva.
Besos de tu amiga Mercedes.
Muchas gracias, amiga, por comentar. No creas que es la muerte de Bebo lo que más nos preocupa o duele, pues era un hombre muy viejo y su música nos queda. Lo que más afecta es la pérdida de lo que él y su arte representaban: una cultura abierta e inclusiva. Eso, eso es... Te abrazo. Jorge
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