A María y Fernando, que nos invitaron
En La Habana
llamábamos “coloraos” a las personas de piel rojiza, como encendida, pero
también a los de piel muy blanca, que estaban como perennemente “ruborizadas”,
y que tenían el pelo entre amarillo y rojo. Sí, del colorao al albino en
ocasiones había una tenue frontera. No era un matiz muy apreciado éste. ¿Los coloraos están enfermos? nos
preguntábamos algunos niños. En la
Ciénaga de Zapata, sin embargo, donde vivía mi abuelo
canario, el término se usaba más bien para los animales, especialmente para los gallos finos, es decir, los de
pelea. Si éstos tenían el plumaje con dominante rojiza, se les llamaba coloraos
o indios. Y también se usaba para adjetivar a cierto bejuco de aplicación “paramédica”
o “religiosa”. En la Regla
de Ocha el colorao es el tono de Changó, un orisha dual ciertamente peligroso
cuando arde en su rojo. Coloraos eran los labios (bembas) y las mejillas
(cachetes) pintados de rojo estridente, y coloraos solían ser también los
vestidos ceñidos de las más exuberantes y peligrosas “hembras”. En fin, no era
el colorao, ese rojo canalla o desvaído, según el caso, un tono muy bien visto,
la verdad.
Hoy, cuando fui a escuchar en concierto a Domingo Rodríguez Oramas, El Colorao, timplista de Fuerteventura que comparte apellidos con Arsenio y El Guayabero, todas aquellas acepciones del referido matiz debieron pasearse por mi inconsciente. –– Colorao y timple, qué sugerente par. Música fácil, seguro. ¡Vaya error! En una pequeña sala que tiene y programa Paco Díez en Mucientes, unas 100 personas nos citamos con este gran músico, y todos nos caímos de culo (en el buen sentido de la frase, claro está) nada más comenzó a tocar. Alí Babá se había colado en el Metropolitan Opera House, y no para robar, sino para mostrar allí el tesoro que, fallidamente sustraído de la célebre cueva por su malvado hermano, se ha ido agrandando con músicas, que de camino entre Persia y el Nuevo Egeo, entre Damasco y Nueva York o La Habana, han hecho escala en Canarias. Este Colorao viene de pleno Atlántico, pero lleva en su timple el Mediterráneo entero. Con él recrea desde la lira hasta el banyo, y viaja desde Bagdad a Chicago, desde Asunción a Lisboa, como quien lo hiciera de su jardín a su patio. Música canaria, vale, qué maravilla, como si fuera poco, pero aquí hay mucho más que eso. Primero, porque la música canaria es el resultado de un incansable ir y venir, quedarse y recoger de todas partes. Segundo, porque El Colorao es un músico ambicioso que no se atiene a pueriles lindes. Su sensibilidad es enorme, y su fraseo, aunque con base canaria, se mueve desde el sirtaki al jazz, pasando por todos los géneros de origen árabe y latino, desde el fado o el flamenco al tango, con especial inclinación a la música cubana.
Qué regalo este concierto, Colorao. Qué falta me hacía
escucharte para constatar una vez más que no hay instrumento pequeño, ni
estilo, color o mote que mermen la feliz epifanía cuando la música abre una
puerta buena y entra en un corazón propicio. Timplea de esa manera, Colorao, y
estarás poniendo el necesario tapón al sumidero por el que pierde su cargado
caldo el Mediterráneo. No entregues el tesoro de la magnífica cueva en ninguna
aduana; no lo condenes a ninguna caja fuerte. Muéstralo en todas partes.
Canarias, quién lo sabe, puede ser un vestigio de la Atlántida, o simplemente
una socorrida escala para músicas peregrinas. Qué más da. Hoy has hollado las
almas isleñas, pero también las continentales, las esteparias… desde tu isla,
sí, mas con la música de medio mundo vibrando en tus impares cuerdas… Sigue
intuyendo lo que necesitamos de ti, Colorao, sigue trabajando para nosotros.
Perdona mi egoísmo, pero evita las comilonas, no fumes, duerme bien, no bebas
demasiado. No enfermes, Colorao. Mira que ese mote en La Habana aconsejaba cautela…
Nosotros a bendecirte, maestro. Tú timplea.
Aquí les indico un enlace para que lo escuchen:
http://www.youtube.com/watch?v=-oPCvoYBeLY
He visto un vídeo y es realmente fantástico, gracias Jorge, tu escribe de vez en cuando. Julio
ResponderEliminarGracias a ti, Julio. ¿Eres de Olmedo? Me alegra que te haya gustado. Lo de ayer fue apoteósico, créeme... De vez en cuando escribo, amigo. Abrazos. Jorge
ResponderEliminarSi, soy de Olmedo, te creo lo de la apoteosis de ayer, es asombroso las muchas imágenes que evoca con aparentemente tan pocos recursos. me alegra que me lo hayas dado a conocer. Aunque no siempre los comento, sigo con interés muchas de tus ...¿reflexiones?...no, no creo que te guste que las llame así, ese término hay quien lo ha desvalorizado bastante. un abrazo amigo, tu sigue escribiendo siempre que puedas, es un placer aunque sea de vez en cuando responderte. Julio
ResponderEliminarGracias, caballero de tan célebre origen, por comentar. Me imaginaba que eras tú. Me alegra saberte por ahí. Un fuerte abrazo. Jorge
ResponderEliminarGracias por compartir el arte de este señor, mi hermano. Lo seguiré con interés. Me encantó tu explicación sobre lo colarao en Cuba. Todos hemos tenido un conocido con ese mote. Todo lo que le pides también te lo pido. Aunque no hace falta: eres la aplicación hecha carne. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias a ti siempre, amigo Luis. Todavía retengo recuerdos irisados (¿coloraos?) Yo conocí a muchos con ese mote, pero a ninguno, te lo aseguro, con el tremendo talento de este canario. Ayer nos embobó a todos. Ya te contará Carlos. Te abrazo. Jorge
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