viernes, 23 de mayo de 2014

Cantan los grillos… Hagan juego







                                                                                                                   Para Georgina Sánchez,
                                                                                  excelente compositora e intérprete del chelo,
                                                               estos apuntes nacidos de un feliz extrañamiento musical.



En un magnífico trabajo sobre el cuadro Magdalena Terf (Georges de La Tour, siglo XVII) Jiménez Lozano escribió: “Lo más terrible de nuestra cultura es que no puede acercarse a algo sin ‘desconstruirlo’; es decir, sin destruirlo en su entidad propia y asimilarlo a las categorías superiores, absolutas y definitivas que son las del tiempo presente, culminación y plétora de la historia. De manera que no puede llegarle al hombre de hoy ninguna noticia nueva, ninguna historia, cuyo principio, progreso y fin no sepa ya de antemano, y cuya naturaleza pueda sorprenderle o desconcertarle…” Tan grave como aterradora, esta idea me ronda desde que la leí hace ya unos cuantos años. Y es cierto: al hombre de hoy, desgraciadamente, no le sorprenderían la tercera guerra mundial, una invasión extraterrestre, la apertura de casas para relaciones zoofílicas… No digo que aprobemos estas cosas, que en sentido general nos gusten, pero ¿sorprendernos? Ni siquiera lo hace ya que algunos compren parcelas en la luna. Decaemos bañados en “saberes”. Envejecemos, y las señales son cada vez más tercas pendiente abajo. Además, todo pasa velozmente. En menos de ciento cincuenta años despachamos al hombre nuevo de Marx y al superhombre de Nietzsche. En menos de cincuenta encaneció el hombre preliminar de Guillén (Jorge)… ¿O no? Ah, “no hay más diablo que el que yo admito”, dijo El Bachiller a Mefistófeles. Afortunadamente, la idea de un mundo sin novedades posibles es tan aplastante como frágil, porque el hombre sigue siendo la medida de todas las cosas, y es tan quejica como juguetón, tan cobarde como curioso, tan torpe como loco, tan animal como artista.

Hace unos días en una red social encontré una grabación hecha en 1992 a grillos cantando. Hasta aquí nada especial. Pero ocurre que el músico que los grabó (Jim Wilson) llegó a su Estudio y comenzó a manipular el resultado de su trabajo. ¿Por qué? Porque es un hombre, para más señas, un artista, o sea, un adicto incorregible a la patraña. ¿A qué artista le valen las cosas como son dadas, regaladas…? Bueno, según el propio Wilson, cuando comenzó a ralentizar la reproducción del material grabado, descubrió que aquello no sonaba a grillo, sino a coro celestial. Y tanto… Escuché perplejo el documento (en estos momentos lo hago de nuevo) y decidí creerlo. ¿Realmente lo conocemos todo? ¿Cuán ajenos estuvimos hasta ahora al cante jondo de los grillos? Quiero decir al que se cantan entre ellos, no al que nosotros oímos. Y esas vacas que se deleitan con el jazz ¿serán asiduas oyentes de estos magníficos coros en su variante altamente armónica? Y las gallinas que ahora crían algunos avicultores con música de Bach ¿estarán acostumbradas a complejas armonías? ––Tienen oídos, pero no cerebro suficiente para la música, dirán algunos. Y entonces, estos grillos ¿para quién cantan? ¿Para nosotros? ¿Cómo se escuchan entre ellos?

Bueno, podemos decir que cantan al Señor, y que estuvimos al margen del fraude unos cuantos millones de años. Podemos decir que finalmente, y gracias a la todopoderosa técnica moderna, fueron sorprendidos mientras nos plagiaban para agradar a nuestro dios y robarnos parte de su predilección, con los consecuentes favores divinos. Podemos decir cualquier cosa para encajar en la idea que perfiló Jiménez Lozano en el citado texto. ¿Cómo nos pueden desconcertar a estas alturas unos cuantos grillos farsantes, desfalcadores? Alguna explicación habrá que nos permita reconducir el hallazgo en una dirección que nos empine y esponje. ¿Habrán reencarnado en estos animalillos los eunucos babilonios? ¿Nos estará mintiendo el músico que manipuló la grabación? No estábamos presentes, y… si no lo veo no lo creo, suele decirse. De acuerdo, podemos aducir lo que nos plazca para templar el desasosiego que nos produce ceder rangos en el reino animal, a la vez que disfrutamos aliviados de sus musicales seres. Pero a ver quiénes son los valientes que, después de escuchar esto, vuelven a acercarse a un grillo pensando que lo saben todo sobre él; y asimismo a una cigarra, una luciérnaga… A ver quiénes, escuchado este salmo, se atreven a blasfemar al hilo del canto aparentemente machacón de estos insectos… A ver quiénes, insisto, después de esta especial audición; de viaje por Asia, Latinoamérica, Oceanía, comen tranquilamente grillos soportando el crujir de sus cuerpos fritos entre los dientes…

Según leí ya traducido en un diario mexicano, Tom Waits, después de escucharlo dijo: “Wilson, él siempre juega con el tiempo. Escuché una grabación reciente de grillos en la que baja la velocidad a una muy lenta. Suena como un coro, suena como el ángel de la música. Algo brillante, celestial con plena armonía y algunas partes de bajo… No lo creerías, es como un coro bajado del cielo, y sólo lo ralentizó, no manipuló la cinta. Así que creo que cuando Wilson le baja la velocidad a la gente, te da la oportunidad de observarlos en movimiento a través del espacio. Y hay mucho que decir sobre ralentizar el mundo”.

Tal vez sea esto lo que nos hace falta: una severa disminución de las revoluciones a que giramos en nuestro tiempo. ¿Adónde vamos con tanta prisa, mientras los grillos entonan su inaudible y enigmático largo? ¿A certificar que lo sabemos todo, que venimos de vuelta, que nada puede sorprendernos ahora mismo? ¿Somos en realidad tan estúpidos, que ya no merecemos experimentar un tiempo acompasado que nos permita percibir las señales de un mundo donde todavía caben los insectos cantores? ¿Hasta cuándo seremos los elegidos de Dios, si incluso los invertebrados le regalan los oídos como ya no lo hacemos nosotros por ir corriendo a ninguna parte? ¿Nos salvarán de nuevo los artistas? Escuchen esta grabación, por favor, y hagan juego.


Comienzo yo:
(Wilson se presenta con su trabajo acabado. ––Sólo lo ralenticé, me dice)

Si no lo veo no lo creo, tocaría decir. Pero digo:

Si no lo creo, no lo veo.
               Si no lo imagino, no lo veo.
                              Si no lo imagino, no creo que lo veo.
                                              Si no creo que lo veo, no lo veo… ni lo merezco… ni lo poseo…

Ganas tú, Wilson. Mío el premio: canto de grillos que lima miedo.


Enlace para escuchar al coro de grillos


8 comentarios:

  1. ¡Amigos! Tenéis que leer este artículo escrito por el increíble escritor cubano Jorge Tamargo. Hay mucho lugar a la reflexión en estas líneas. ¡Disfrutad!
    Por otra parte, gracias por dedicármelo. Siempre es un honor, viniendo de personas de las que se puede aprender tanto. Georgina

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  2. Gracias a ti, Georgina, por darme tantos momentos buenos con tu arte. Estoy "prendido" a tu música, a tu chelo. Sigue componiendo e interpretando como lo haces... Qué menos que dedicarte una nota sobre un documento musical tan especial. Pocos como tú podrán ensayar la comprensión de algo así. Aún estoy en deuda contigo. Me ruborizan tus consideradas palabras, y, al menos en mi caso, el rubor placentero endeuda. Abrazos.

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  3. Hola Jorge, gracias a Georgina que compartio esta entrada a tu blog he podido leer este magnífico texto.Que además me llegó justo al día siguiente de compartir mesa y charla con unos buenos amigos. No sé en que momento de la comida surgió un tema de conversación que va en la linea de lo que tan bien has expuesto arriba. Me alegro de haberte encontrado por estos "caminos". Creo que nos une al menos una cosa, la admiración profunda que sentimos por Georgina y el agradecimiento hacia ella por los momentos tan especiales que nos hace pasar con su arte, talento y sensibilidad.
    Un saludo.
    María

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  4. Gracias a ti, María, por visitar mi blog y comentar en él. Agradezco mucho tus palabras. Intuyo que no sólo nos une la compartida admiración por Georgina. Me alegra mucho que entremos en contacto. Un saludo cómplice. Jorge

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  5. De los trillos del monte, el sonido del grillo,el saltamontes costero, en su genialidad, (debe buscar, por qué), se juntán en su magistral pluma de música y grito; como de pie forzado a décima guajira nuestra, le sirve el otro talentoso en giro de suerte y creatividad. Estremece, saber.
    De Fiesta El alma.
    Un triunfo su escrito.
    Lisett Torred

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  6. Gracias, Lisett. Muy generosas tus palabras. Me alegra tenerte por aquí... y saberlo. Gracias por comentar. Abrazos. Jorge

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  7. Nos salvarán los grillos cantores...cuando silenciamos nuestra agitada vida y nos paremos a escuchar sus códigos bajo la sombra de los álamos ...

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  8. Sí, vamos muy rápido, querida María Eugenia. Gracias por detenerte aquí. Abrazos

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