No hay belleza sin ayuda, ni perfección que no termine en bárbara sin
el realce del artificio, pues éste a lo malo socorre y lo bueno perfecciona. La
naturaleza comúnmente nos invita a lo mejor, acojámonos al arte. El mejor
natural es inculto sin él, y falta la mitad a las perfecciones, si les falta la
cultura. El hombre sabe a tosco sin el artificio, y necesita pulirse en todo
orden de perfección.
Baltasar Gracián
Me atrevo a interpretar con cierta liberalidad esta
sentencia graciana (Ver la original en “Oráculo manual y arte de la prudencia”.
XII. Naturaleza y arte, materia y obra.)
por aliviar a mis lectores el esfuerzo de hurgar en su compleja sintaxis el
sentido preciso que pretendió dar el autor, sobre todo, a su segunda oración.
Creo no excederme ni equivocarme gravemente al proponer mi interpretación,
porque en cualquier caso está bastante claro lo que quiso decirnos el filósofo
jesuita: somos, o debemos ser artífices. Y es el arte el único camino humano
hacia la perfección, que no se encuentra regalada en la naturaleza, ni en la mansa
imitación aristotélica de la misma, sino en la invención que la completa sustentando
el (barroco) teatro de la vida. Aquí la poesía maneja la materia prima de
siempre, pero con muy diferentes intención y oficio. La realidad no se imita,
se re-crea. La belleza plena sólo es posible para el hombre si por él participada.
No sólo como receptor pasivo, sino, y en primer lugar, como creador activo. La
cultura y su principal agente, el arte, son las únicas vías para alcanzar la
perfección. En fin, se cierra el telón ante la naturaleza llana, tosca, bárbara.
Tras él opera el hombre como imaginativo artífice. Se abre el telón y… ¡Zas!:
aparece la naturaleza realzada, puesta en escena, bella, perfecta… apta para el
consumo humano. Sobrenaturaleza, claro.
Quizás por primera vez un español moderno (no cuentan aquí,
es obvio, Séneca, Avempace, Averroes o Maimónides) captó antes que otros la
esencia de su época y se la ofreció útil y finamente “reducida” al pensamiento
universal. Sí, algo semejante hicieron Cervantes o Lope en sus respectivas
obras de creación literaria, pero Gracián lo dejó, además, muy bien
estructurado y recogido en textos puramente expositivos. Dice: “Comienzo por la
hermosa Naturaleza, paso a la primorosa Arte y termino en la útil Moralidad”.
¿Se puede ser más barroco? ¿Y más listo? Este hombre se dio cuenta como pocos
de cuáles eran las claves de su tiempo. Y no sólo se convirtió en uno de sus
mejores esgrimistas, también firmó el más completo tratado de alta esgrima para
que sus coetáneos pudieran real-izarse en él; para que todos pudiéramos hacerlo
en cualquier tiempo, porque la obra de Gracián es universal y atemporal. Yendo
hacia atrás, con las lógicas cautelas y salvando las distancias, tendríamos que
buscar sus antecedentes en la sofística presocrática (Protágoras, Gorgias,
Hipias…), el eclecticismo latino (Cicerón, Virgilio, Ovidio…) y hasta en un
renacentista tan contrahecho como Maquiavelo. Yendo hacia delante, la
resonancia graciana fue clara en el XIX, especialmente en Schopenhauer y
Nietzsche, pero para algunos (me incluyo) llega vivísima hasta nuestros días, pues
señalan a Gracián como el primer existencialista por delante de Pascal, incluso
como el primer postmoderno.
Pero ¿qué hacen Gracián y su apología del artificio en el
presente texto? Es obvio que ni yo ni este formato somos los más indicados para
entrar en su obra con hondura. ¿Entonces…? Avancemos… Bien pude llamar “Apología
del artificio” a mi cuaderno digital, finalmente llamado de manera más
conservadora “Encomio de la imagen”; nombre que pretende abarcar dos impulsos
que me son muy caros: el erasmista y el lezamiano. Es cierto que, por esos
azares léxico-semánticos que al menos yo no alcanzo a medir, encomio suena hoy menos radical que apología, e imagen anuncia menos doblez que artificio,
cuando en realidad encomio y apología vienen a ser lo mismo; y terminan
siendo astillas de un mismo palo, imagen
y artificio.
Para muchos hoy en día, la imagen denota una actitud
relativamente pasiva en el sujeto que la experimenta, porque se entiende como representación
en él de sucesos o cosas. Representación elaborada, sí, pero con base perceptiva,
sensorial. Sin embargo, el artificio implica una acción más decidida del sujeto
sobre “lo real”, entiéndase lo representado, con la clara intención de
modificarlo a su conveniencia, en dirección, sobre todo, al logro de la utilidad
y la belleza. O sea, podemos decir que, según se entiende comúnmente, la imagen
se experimenta, sobreviene, y el artificio se ejerce. Visto así, imagen y
artificio son categorías muy diferentes.
Pero en mi opinión, la imagen es mucho más que el resultado
aprehensible y comprensible de la molienda de datos percibidos que acontece en
el cerebro. Para mí la imagen es tan autosuficiente, que puede generarse como
idea al margen de cualquier estímulo perceptivo (Dios es el ejemplo perfecto);
y tan artificiosa, que lo hace siempre según convenga a la estrategia
cognoscente del ser imaginativo. Visto de esta manera, las ideas "belleza" y "perfección" son imágenes que convienen a quien imagina, y el artificio una
herramienta que emplea éste para alcanzarlas, modificando, según demande tal fin, todo aquello susceptible de ser percibido. Modificándolo además, si es
preciso, como vía para conocerlo incorporado a una realidad conveniente. Casi
nada…
Sólo en épocas de ingenuas y germinales “claridades”, como
por ejemplo la Grecia
clásica, el Renacimiento, o las décadas del XIX y el XX que estuvieron sometidas
al más severo positivismo, los hombres (con la excepción de algunos genios del
arte) imaginaron que podían y debían prescindir del artificio en aras de una ética
que precisaba la verdad una, entera y simple, colocada al margen de los “devaneos
imaginativos”. Pero hoy no vivimos uno de esos momentos. Somos escépticos,
existencialistas, postmodernos. Atravesamos un tiempo parecido al que vivió
Gracián. Por eso nos resultan tan lúcidas sus ideas, que anteponen la invención
creadora a la imitación aristotélica. (Ver en Batllori). También ahora la picaresca sustituye
a la fe, y el hombre re-conoce que el mundo es un gran teatro con una función
condenada al éxodo. Nada es lo que parece, y en un escenario relativista, la
imagen echa mano de su lugarteniente, el arte, para actuar sobre lo percibido
con graciano impulso. “El hombre sabe a tosco sin el artificio…”, porque en
tiempos como éste (recuerden, hasta el Papa es jesuita) no puede deshacerse de
su hombría sin tender a la amenazante máquina. ¿Qué nos conviene entonces? Imagen y hombre
sobre todas las cosas: hombre que imagine empedernidamente. Necesitamos
humanistas y artistas. Recapitulemos. Imaginemos. “Lo posible se halla cerca de
lo necesario”, dijo Pitágoras.
Permíteme el atrevimiento de comentar tu texto siendo, como soy, una mujer llana.
ResponderEliminarMe encanta leerte, pues hacerlo esclarece muchas cosas en mi mente. Es tu blog como una cátedra, créeme.
Opino que en la realidad cotidiana se manifiestan todas las artes. Basta con intuirlo y buscarlo para poder comprobarlo. Es emocionante hacerlo.
La comunicación implica diferentes niveles, pero una imagen puede decirnos mucho más que un largo discurso expositivo. No sé si por eso la humanidad empezó a expresarse artísticamente estampando signos sobre piedras y cavernas. No sé si por eso la escritura comenzó a realizarse con figuras cuneiformes, y siguió en los jeroglíficos.
El silencio es un tema aparte sobre el que me gustaría disertaras.
Volviendo al tema. Sin imaginación no creo que seríamos lo que somos, para bien y para mal. Lo onírico es anterior a la ciencia; el poeta y sus alas, el pintor y sus deseos de airear la luz, la música (lo mejor de todo) en aras de elevarnos, el arquitecto que busca dominar el espacio formalmente… Todo esto es más importante que lo que pueda aportar la técnica, también la cibernética.
Imaginar a veces duele, nos lía, pero sin dudas sería terrible no hacerlo. Lo sería, por ejemplo, que un hombre poco imaginativo me dijera: pienso en la masa amorfa de tu globo ocular y no puedo dormir.
¿Me disculpas? No sé hablar doctamente.
En fin, te aplaudo y mucho.
Los humanistas y los artistas nos salvan y protegen del animal que llevamos dentro.
Lisett
Lisett, muchas gracias por leerme y comentar. Me anima que mis textos te resulten útiles, que muevan ideas en ti. Te prometo que tan pronto pueda ordenaré algunas ideas alrededor del silencio. Buen tema. Insisto: gracias por estar en ese lado, dando sentido a lo que hago en éste. Saludos.
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