sábado, 7 de junio de 2014

Imagen y artificio. Lo posible se halla cerca de lo necesario






No hay belleza sin ayuda, ni perfección que no termine en bárbara sin el realce del artificio, pues éste a lo malo socorre y lo bueno perfecciona. La naturaleza comúnmente nos invita a lo mejor, acojámonos al arte. El mejor natural es inculto sin él, y falta la mitad a las perfecciones, si les falta la cultura. El hombre sabe a tosco sin el artificio, y necesita pulirse en todo orden de perfección.

                                                                                    Baltasar Gracián



Me atrevo a interpretar con cierta liberalidad esta sentencia graciana (Ver la original en “Oráculo manual y arte de la prudencia”. XII. Naturaleza y arte, materia y obra.) por aliviar a mis lectores el esfuerzo de hurgar en su compleja sintaxis el sentido preciso que pretendió dar el autor, sobre todo, a su segunda oración. Creo no excederme ni equivocarme gravemente al proponer mi interpretación, porque en cualquier caso está bastante claro lo que quiso decirnos el filósofo jesuita: somos, o debemos ser artífices. Y es el arte el único camino humano hacia la perfección, que no se encuentra regalada en la naturaleza, ni en la mansa imitación aristotélica de la misma, sino en la invención que la completa sustentando el (barroco) teatro de la vida. Aquí la poesía maneja la materia prima de siempre, pero con muy diferentes intención y oficio. La realidad no se imita, se re-crea. La belleza plena sólo es posible para el hombre si por él participada. No sólo como receptor pasivo, sino, y en primer lugar, como creador activo. La cultura y su principal agente, el arte, son las únicas vías para alcanzar la perfección. En fin, se cierra el telón ante la naturaleza llana, tosca, bárbara. Tras él opera el hombre como imaginativo artífice. Se abre el telón y… ¡Zas!: aparece la naturaleza realzada, puesta en escena, bella, perfecta… apta para el consumo humano. Sobrenaturaleza, claro.

Quizás por primera vez un español moderno (no cuentan aquí, es obvio, Séneca, Avempace, Averroes o Maimónides) captó antes que otros la esencia de su época y se la ofreció útil y finamente “reducida” al pensamiento universal. Sí, algo semejante hicieron Cervantes o Lope en sus respectivas obras de creación literaria, pero Gracián lo dejó, además, muy bien estructurado y recogido en textos puramente expositivos. Dice: “Comienzo por la hermosa Naturaleza, paso a la primorosa Arte y termino en la útil Moralidad”. ¿Se puede ser más barroco? ¿Y más listo? Este hombre se dio cuenta como pocos de cuáles eran las claves de su tiempo. Y no sólo se convirtió en uno de sus mejores esgrimistas, también firmó el más completo tratado de alta esgrima para que sus coetáneos pudieran real-izarse en él; para que todos pudiéramos hacerlo en cualquier tiempo, porque la obra de Gracián es universal y atemporal. Yendo hacia atrás, con las lógicas cautelas y salvando las distancias, tendríamos que buscar sus antecedentes en la sofística presocrática (Protágoras, Gorgias, Hipias…), el eclecticismo latino (Cicerón, Virgilio, Ovidio…) y hasta en un renacentista tan contrahecho como Maquiavelo. Yendo hacia delante, la resonancia graciana fue clara en el XIX, especialmente en Schopenhauer y Nietzsche, pero para algunos (me incluyo) llega vivísima hasta nuestros días, pues señalan a Gracián como el primer existencialista por delante de Pascal, incluso como el primer postmoderno.

Pero ¿qué hacen Gracián y su apología del artificio en el presente texto? Es obvio que ni yo ni este formato somos los más indicados para entrar en su obra con hondura. ¿Entonces…? Avancemos… Bien pude llamar “Apología del artificio” a mi cuaderno digital, finalmente llamado de manera más conservadora “Encomio de la imagen”; nombre que pretende abarcar dos impulsos que me son muy caros: el erasmista y el lezamiano. Es cierto que, por esos azares léxico-semánticos que al menos yo no alcanzo a medir, encomio suena hoy menos radical que apología, e imagen anuncia menos doblez que artificio, cuando en realidad encomio y apología vienen a ser lo mismo; y terminan siendo astillas de un mismo palo, imagen y artificio.

Para muchos hoy en día, la imagen denota una actitud relativamente pasiva en el sujeto que la experimenta, porque se entiende como representación en él de sucesos o cosas. Representación elaborada, sí, pero con base perceptiva, sensorial. Sin embargo, el artificio implica una acción más decidida del sujeto sobre “lo real”, entiéndase lo representado, con la clara intención de modificarlo a su conveniencia, en dirección, sobre todo, al logro de la utilidad y la belleza. O sea, podemos decir que, según se entiende comúnmente, la imagen se experimenta, sobreviene, y el artificio se ejerce. Visto así, imagen y artificio son categorías muy diferentes.

Pero en mi opinión, la imagen es mucho más que el resultado aprehensible y comprensible de la molienda de datos percibidos que acontece en el cerebro. Para mí la imagen es tan autosuficiente, que puede generarse como idea al margen de cualquier estímulo perceptivo (Dios es el ejemplo perfecto); y tan artificiosa, que lo hace siempre según convenga a la estrategia cognoscente del ser imaginativo. Visto de esta manera, las ideas "belleza" y "perfección" son imágenes que convienen a quien imagina, y el artificio una herramienta que emplea éste para alcanzarlas, modificando, según demande tal fin, todo aquello susceptible de ser percibido. Modificándolo además, si es preciso, como vía para conocerlo incorporado a una realidad conveniente. Casi nada…

Sólo en épocas de ingenuas y germinales “claridades”, como por ejemplo la Grecia clásica, el Renacimiento, o las décadas del XIX y el XX que estuvieron sometidas al más severo positivismo, los hombres (con la excepción de algunos genios del arte) imaginaron que podían y debían prescindir del artificio en aras de una ética que precisaba la verdad una, entera y simple, colocada al margen de los “devaneos imaginativos”. Pero hoy no vivimos uno de esos momentos. Somos escépticos, existencialistas, postmodernos. Atravesamos un tiempo parecido al que vivió Gracián. Por eso nos resultan tan lúcidas sus ideas, que anteponen la invención creadora a la imitación aristotélica. (Ver en Batllori). También ahora la picaresca sustituye a la fe, y el hombre re-conoce que el mundo es un gran teatro con una función condenada al éxodo. Nada es lo que parece, y en un escenario relativista, la imagen echa mano de su lugarteniente, el arte, para actuar sobre lo percibido con graciano impulso. “El hombre sabe a tosco sin el artificio…”, porque en tiempos como éste (recuerden, hasta el Papa es jesuita) no puede deshacerse de su hombría sin tender a la amenazante máquina. ¿Qué nos conviene entonces? Imagen y hombre sobre todas las cosas: hombre que imagine empedernidamente. Necesitamos humanistas y artistas. Recapitulemos. Imaginemos. “Lo posible se halla cerca de lo necesario”, dijo Pitágoras.























2 comentarios:

  1. Permíteme el atrevimiento de comentar tu texto siendo, como soy, una mujer llana.

    Me encanta leerte, pues hacerlo esclarece muchas cosas en mi mente. Es tu blog como una cátedra, créeme.
    Opino que en la realidad cotidiana se manifiestan todas las artes. Basta con intuirlo y buscarlo para poder comprobarlo. Es emocionante hacerlo.

    La comunicación implica diferentes niveles, pero una imagen puede decirnos mucho más que un largo discurso expositivo. No sé si por eso la humanidad empezó a expresarse artísticamente estampando signos sobre piedras y cavernas. No sé si por eso la escritura comenzó a realizarse con figuras cuneiformes, y siguió en los jeroglíficos.
    El silencio es un tema aparte sobre el que me gustaría disertaras.
    Volviendo al tema. Sin imaginación no creo que seríamos lo que somos, para bien y para mal. Lo onírico es anterior a la ciencia; el poeta y sus alas, el pintor y sus deseos de airear la luz, la música (lo mejor de todo) en aras de elevarnos, el arquitecto que busca dominar el espacio formalmente… Todo esto es más importante que lo que pueda aportar la técnica, también la cibernética.
    Imaginar a veces duele, nos lía, pero sin dudas sería terrible no hacerlo. Lo sería, por ejemplo, que un hombre poco imaginativo me dijera: pienso en la masa amorfa de tu globo ocular y no puedo dormir.
    ¿Me disculpas? No sé hablar doctamente.
    En fin, te aplaudo y mucho.
    Los humanistas y los artistas nos salvan y protegen del animal que llevamos dentro.
    Lisett

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  2. Lisett, muchas gracias por leerme y comentar. Me anima que mis textos te resulten útiles, que muevan ideas en ti. Te prometo que tan pronto pueda ordenaré algunas ideas alrededor del silencio. Buen tema. Insisto: gracias por estar en ese lado, dando sentido a lo que hago en éste. Saludos.

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