miércoles, 25 de febrero de 2015

Al monte, al monte… con Maura Morales





                                                                      DIONISO

                                                                      …al monte, al monte, donde espera
                                                                      la plebe de mujeres
                                                                      que han dejado telares y husos
                                                                      aguijoneadas por Dioniso.


                                                                      CORO

                                                                       …invitando a las posesas
                                                                       al monte, al monte. Y con placer,
                                                                       como un potro que pace junto a su madre,
                                                                       bacante, mueve tu pierna con rápido pie en las danzas.


                                                                                                                        Eurípides
                                                                                                                    (Las Bacantes)



Hace unos días, en una red social, y gracias al escritor Armando Valdés-Zamora, descubrí una estupenda bailarina. Maura Morales, se llama. Desde entonces estuve disfrutando su obra en los vídeos que se encuentran disponibles en Internet. Un portento esta mujer. De veras distinta y especial (con lo difícil que resulta serlo hoy día en cualquier campo) a lo que suelo ver en la danza contemporánea últimamente. ¿Cabe esperar algo nuevo en esta disciplina, atravesado el voraz siglo XX? ¿Cabe esperarlo, aquí, en el cuadrante noreste del mundo, en alguna actividad humana al margen de la ciencia? Esperemos que sí. Pero lo nuevo en el arte, si dirigido al hombre (de momento su único receptor posible) no puede serlo en su contra, y por tal razón, tendrá necesariamente que anclarse en su memoria, para, desde ella, dar el engañoso y definitivo salto: Nuevo, sí… más, mientras mayor resulte el diámetro del círculo: fuente-cántaro-hombre-fuente.      

Maura danza como una ménade. Antes de comunicar (nos) algo, lo ofrenda. (¿A quién?) Lo que veo y siento cuando baila, es primero una sustancia informe que no poseo ni puedo poseer ipso facto. Se trata de un asunto muy suyo, que hago mío después, poco a poco, en la medida en que me torno capaz de participar su rito. No es algo de ella para mí, sino de ella para un alguien que nos trasciende a ambos, pero con quien puedo también establecer un vínculo, sobre todo, si cuento con la eficaz mediación de la artista. Aquí debo explicarme. A ver si lo logro. Permítanme dar un pequeño rodeo.

Puede que conservemos una memoria genética, prehistórica, que nos convierta en portadores de unos estímulos insondables, anteriores al tiempo divino, lineal y asimétrico que asumimos cuando nos hicimos agricultores y ganaderos, sedentarios. Puede. Pero lo seguro del todo, es que somos y obramos sujetos a una memoria histórica que apila ya diez mil años de pasado, en cuyos albores el hombre se dio a un frenesí social que desembocó en el surgimiento de las primeras células urbanas, donde se estructuraron formalmente la mitología, la religión, el arte, la política, la guerra…

En el Creciente Fértil, (zona donde ocurrió la llamada revolución neolítica, muy vinculada al Mediterráneo y a los ríos Nilo, Jordán, Eúfrates y Tigris) una vez superada la Edad de Oro, el hombre se dio de bruces con la historia. Allí se generó la semilla común de lo que en términos culturales llamaríamos después Oriente y Occidente. En nuestra cultura occidental, que floreció más tarde alrededor del mar Egeo, el hombre concibió un aparato mitológico que tuvo su crisol en el panteón griego. De un mundo titánico, sujeto a un tiempo circular, machacón y ensimismado (prehistórico) se pasó a otro divino, que ocurría en un tiempo avaro, lineal y escapista (histórico). El hombre titánico, merced a la victoria de Zeus sobre Crono, y a la complicidad de Prometeo, pasó a ser pánico: todavía en Arcadia y poco urgido por asuntos temporales, pero después se hizo apolíneo, dionisiaco: avecindado en la polis, inmerso de lleno en la historia y sujeto a su inclemente tiempo.         

Fue Dioniso, último gran Dios entre los griegos, extranjero de raíz oriental e hijo adoptivo de Pan, quien auspició el cambio definitivo. Nos dice Jünger: “Dioniso representa la inversión, el cambio del tiempo”. Y es que el hombre subido a la historia con su implacable reloj, necesita darse unas higiénicas pausas para escapar a tan exigente sometimiento. El culto a Dioniso propicia estos intervalos, más aún, los hace obligatorios. La vida sin este dios resulta hueca, no reposta humanidad en sitio alguno, no permite al vividor salirse de sí, de su insulso destino, ni siquiera un instante. La fiesta es consustancial al hombre divino, y fuerza al tiempo a conceder el impasse humano, la pausa evasiva y reparadora.

Las fiestas dionisiacas no se celebran en la polis, sino en el bosque o las montañas, donde el devenir vuelve a detenerse. Pan acecha, participa, negocia carnalmente con las Ménades: mujeres que sirven a Dioniso liberadas de la cadena temporal, de la estricta función que tienen asignada en ella. Las Ménades danzan bajo el designio divino, se dan a portentosas orgías, infringen todas las reglas, incluso cometen asesinatos. Y todo ello lo hacen poseídas por su dios, que permite (exige) la ilusoria, pero imprescindible, liberación. 
  
Digo que Maura danza como una ménade, justo porque bailando consigue y ofrece la dicha liberación. Maura baila ante nosotros para Dioniso, sin dudas. Y sólo cuando aceptamos rendirnos ante el terrible pero necesario dios, logramos participar el evento: nos liberamos a través de ella (vehículo), y en su arte (ofrenda) validamos el éxtasis redentor.

Cuentan que la Duncan, considerada como la madre de la danza contemporánea, una suerte de renovada musa pagana que bailó en primicia el entonces emergente expresionismo, visitaba el Museo Británico de Londres para extraer sustancia y forma “danzables” del imaginario que contiene la cerámica griega. No sé si habrá encontrado en ella estímulo bastante para la revolución que inició en la danza moderna, pero de allí salió feminista, poseída por un nuevo daímon (como es lógico, nada manso ni convencional) y, en consecuencia, con la túnica semiabierta, las piernas desnudas y los pies descalzos.

Algo parecido sucedió con Martha Graham. En pleno auge del expresionismo, incluso en sus postrimerías, esta bailarina también se nutre de un espíritu pagano para contestar y trascender la danza académica, representada todavía en aquellos momentos, casi en exclusiva y a pesar de las pujantes vanguardias, por el ballet. Tanto en los asuntos como en las formas, la Graham, que cultiva con acierto la semilla de Isadora, se vale de Grecia; sobre todo en su trayectoria de posguerra, cuando recrea varios mitos clásicos. Especialmente relevante en este sentido resulta su obra Night Journey, donde retoma el mito de Edipo muy centrada en la figura de Yocasta.

Pero ni en la Duncan ni en la Graham predomina, creo yo, un impulso dionisiaco. Isadora busca en la naturaleza lo que Martha en las artes de todo tipo. La una es pánica, la otra, apolínea. En mi opinión, es en la obra radicalmente vanguardista de Mary Wigman donde lo dionisiaco asoma con gran poderío para desarrollarse en todo su esplendor. La Wigman es capaz de bailar la música atonal, de bailar sin música. Aquí lo narrativo carece de interés. La gestualidad es honda, pero libertaria, y en algunas ocasiones raya en lo satánico. La bailarina y coreógrafa incorpora elementos orientales, incluso máscaras, recursos ambos de cariz báquico. En lo más integrista de su obra, se subvierte del todo el orden establecido, se baila para satisfacer a un alma desinhibida que apenas logra gobernar su cuerpo. Esta es la artista que baila a fondo el expresionismo con su sobrecarga psicológica, emotiva y trágica, pero también el fauvismo, el dadaísmo, el surrealismo. Su obra no sólo conecta con lo dionisiaco, sino que a la vez parece aludir a un entorno órfico-pitagórico. En mi opinión, Hexentanz (Danza de Brujas) es una de las obras más dionisiacas del siglo XX. Aquí no hay fiesta, claro está, como no la hay en el grueso de la obra de Wigman, pero sí alienación, y una total liberación frente a lo apolíneo. La tragedia no es ajena a Dioniso. Todo lo contrario. Recuerden que este género, (y el teatro griego al completo, para decir mejor) nace precisamente de su culto. Lo dionisiaco puede resultar también muy trágico. Recuerden que, husmeando en una bacanal, inducido por el propio dios, Penteo perdió la cabeza a manos de su madre.

Justo en la línea conceptual incoada por Wigman, aunque salvando las lógicas distancias, y entendiendo como imprescindible su actualización, ubico yo la obra de Maura Morales en su doble faceta de bailarina y coreógrafa. A diferencia de la artista alemana, Maura narra y baila con música; sí, pero su relato danzante se aparta con claridad del canon apolíneo en dirección al agon dionisiaco. Nada tiene que ver el tempo de Maura con el de Wigman, nada tiene que ver el temperamento de la una con el de la otra, son muy diferentes en tensión dramática y en lirismo (hablamos de una artista moderna y otra postmoderna; la una, centroeuropea, la otra, caribeña) pero lo común a ambas es el sino libertario.   

La obra de Maura está marcada por ese sino. Es muy distinta a otras igualmente vanguardistas. Compárese, por ejemplo, con la de Milena Sidorova, la de Sol León junto a Paul Lightfoot en el Nederlands Dans Theater, la de la compañía Liss Fain Dance; todas ellas de primerísima calidad, que exploran con acierto diferentes géneros, incluso fusionándolos de manera tan sorpresiva como exitosa, pero siempre con un talante sin dudas apolíneo, por su preciosismo, por la suma afinación. Maura, que por suerte no cabe en la escuela camagüeyana, cubana, (ella es de Camagüey, Cuba) ni tampoco calza con exactitud en la actual Danza Urbana, domina todos los palos de su arte, pero además tiene algo muy especial: sencillamente baila con perentoria y total libertad. Libertad. Libertad… 

Maura danza como una ménade, insisto. Tal vez por eso su obra me resulte tan atractiva. En ella todo conduce a la liberación, a la subversión del tiempo para el impasse humano. Ni la técnica (que la tiene, y mucha) ni la gravedad (que no puede evitar) ni el relato (en que suele apoyarse) ni siquiera la música (que es su perfecta coartada, pues tiene una musicalidad que apabulla) son aquí elementos esenciales. Lo esencial es el paréntesis libertario, donde el tiempo deja de ser pautado en el reloj, y el espacio pierde su fuerza determinante. Alienación, pero muy nuestra; entendida justo como higiénica parada para repostar humanidad. La obra de Maura permite a sus espectadores salirse de sí mismos, ser por un instante dios, ménade, sileno, enmascarado bufón; participar la nutritiva bacanal, y golpear con el tirso, una y otra vez, el cableado cerebro de las máquinas…. Échense al monte con ella. Véanla bailar.                   

                                                                 
                                                                       CORO

                                                                       Dioniso, Dioniso, no Tebas, manda en mí.

                                                                                                                Eurípides
                                                                                                              (obra citada)

 


Pulsen este enlace para ver un tráiler de “Ella”. Coreógrafa y bailarina: Maura Morales

https://www.youtube.com/watch?v=OIvQvqprAE4


También les dejo varios enlaces por si quieren ver algunos vídeos con trabajos (coreografía y/o danza) de Isadora Duncan, Martha Graham, Mary Wigman, Milena Sidorova, Sol León junto a Paul Lightfoot y Liss Fain Dance; ejemplos todos de lo que sobre ellas comenté en el texto


Duncan:
https://www.youtube.com/watch?v=Kq2GgIMM060

Graham:
https://www.youtube.com/watch?v=fFNsKeMbW20

Wigman:
https://www.youtube.com/watch?v=AtLSSuFlJ5c

Sidorova:
https://www.youtube.com/watch?v=JItkRLVlf-c

Sol León y Paul Lightfoot:
https://www.youtube.com/watch?v=tFEpyyAlvyg

Liss Fain Dance:
https://www.youtube.com/watch?v=wZRNEnXqu1M



2 comentarios:

  1. A veces sucede que me llevas a lugares que desconozco y que se convierten en un interés fundamental en mi vida.
    Maura Morales se ha convertido ya en uno de los motivos para que piense, yo también, que el mundo no cierra todavía.

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  2. Me alegra mucho, amigo, que te sean útiles mis notas. Gracias por estar ahí... Sí, esa chica es un portento. Seguro que no cierra todavía (el mundo). Como dijo Jorge Guillén en un giro tan de Nietzsche: "los hombres son aún preliminares". Abrazos

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