martes, 3 de enero de 2017

OTRA VEZ, BIENVENIDOS




Inicio el séptimo curso de mi cuaderno digital. Lo hago con la esperanza de que quienes me leen aquí de vez en cuando, dilaten su paciencia y su generosidad para conmigo. No sé si podré compensarlos, pero créanme, lo intentaré. Sé que no siempre voy con el tempo de los tiempos. Pido perdón por el crónico desajuste. Sólo espero que quienes decidan demorarse en alguna de estas anacrónicas pausas, reciban algo a cambio; aunque sea una idea peregrina que les sirva para soportar estoicamente la insolencia de los corredores. Ah, ¿cuántas veces harán ellos los cien metros planos, durante los quince minutos que ustedes se detengan aquí? En fin, mientras los sprinters aceleran de un lado para otro, los invito a ignorarlos, incluso a dispensarlos. Y para que lo hagan sin remordimientos, les propongo, con Althusser, esta reflexión: como no existe ninguna lectura inocente, digamos entonces de qué lectura somos culpables. Espero que leerme no los lleve al psiquiatra, como sí que llevaron sus lecturas al marxista argelino.  

Regreso de mi encierro anual con las manos llenas. No puedo vaciarlas aquí de momento, pero quiero corresponder a su complicidad con una pequeña muestra del trabajo realizado a finales de 2016: el primer acto del libro de poemas que acabo de escribir. Sean todos, otra vez, bienvenidos.



                         I


Donde fornican el áspid y el gorgojo.
Constelado tremedal. Atravesada
la gatera del firmamento: gemación. Trallazo
de Dios en las espaldas del cero. Y a la vez,
soplo que generoso nombra,
numera… La prole del gusano rampa
ante la casi-rosa. Aroma. Viveza. Ración
de cuerpo para el blando operario
que sólo caga tafetán si come tierra. Tierra
en flor… ¿A qué mundo te abres, muchacho,
entre divinas echaduras? ¿A qué
errancia sometido llegas?
(Toda imagen que formaliza es errante)
¿A dónde te asomas, si no al poema
que dé fe de tu arribo, tu trecho, tu salida?
Colócate la sombra y ándalo. Orienta
el ojo norte al vellocino. Clava
el ojo sur al cordobán. En tu órbita,
el levante y el poniente, ojos en elíptica patrulla
que desorbiten cuando lo demande
                                               el asimétrico relato.
Estamos al tanto, pero llegas solo.
Somos la comparsa de tu soledad: Algazara
que fecunda la semilla palabrera: agobio / mareo /
agitación / Amor. Colócate la sombra. Enfoca.
El horizonte huye, lo sé. El poema es apenas
(todavía) un trazo sordo de sangre, lo sé.
Aun así, navégalo. El costurón te guíe.
Poema como río que nace de un otero,
que va sin corrección probable. Perenne
sorteo del reposo para último solaz
de la gusanería. Poema que va… y lleva.
…La mañana se baña en tu cauce.
El botón que abrió en el tremedal
donde fornican el áspid y el gorgojo,
ya navega la arteria de su raza. Flor y sangre.
Rojiroja singladura hacia un destino de sal
(la geografía del final es blanca)
que no temen los botones mañaneros.
Corriente. Apenas corriente y prontitud
en el recial que colma tu apetito. La ribera
todavía no es ribera: pantalla que potencia
las notas de tu caramillo. Las piedras
todavía no son piedras: montículos de golosinas
que esplenden a tu paso.
El azul, un elusivo y tentador confín.
El verde, un coro costanero
que de momento oculta su vocación caduca.
El dorado, la drusa amelcochada
sobre una red de obstáculos que apetece.
…Tu caramillo resuena. No hay fondo
si la mañana se derrama extensa, todo
superficie ella, y los cuatro ojos integran
la prestantísima imagen de tu Luminar.
Vas y ves. No piensas. (Pensar es tener
ojos enfermos). No puedes pensar
en los albores del húmedo periplo. Flotas
en un agua discursiva que sin embargo
apenas te presenta la humedad.
Ni fondo, ni cielo, ni homilía.
No te hundes. No te empinas. Flotas.
Te llevan. Vas… Ya se vislumbra
el primer accidente: Una multitud
de pequeñísimas sombras, se codea con otra
de pequeñísimas luces. Ambas
palpitan sobre el agua apurada. Anuncian
la primera curva: Colina. Meandro
que te enfrenta a la primera frontera: Orilla
argumentada por el primer palenque.
Ahí estamos. Batimos palmas.
A tu través el río cumple su promesa.
En tu baño humaniza la paradoja.
No es el mismo, pero igual nos habla:
―Quien navega, va solo, sí, mas
debe validar en cada posta
el tolerado sinsentido de su viaje. Tú
no piensas. (Tienes los ojos sanos.) No
sabes que pensamos (nosotros, los cegatos). Sólo
ves que te aclamamos. En ti nos aplaudimos
para inflamar el reflejo resonante.
La curva es rápida, pero te regala la imagen
del entusiasta público. El río tal vez sea
la inundada pista de un circo. No.
Tú no piensas. El río se horizonta. No
cierra. No se detiene. A la mera humedad añade
un calor orillero. Nada más. Tu Luminar
rehace la perspectiva: Velocidad y fuga.
Naciste en tierra de víboras y picudos.
Habrá tiempo de pagarlo. Ahora no. Ahora río.
Corriente y caramillo. La prole del gusano
se relame. Su excitada glotis dispara
un aroma que no hueles. (Ves y vas.)
No debes temer mientras corra lo húmedo,
te lleve, te sostenga al margen del reposo
donde el pensamiento envera.
Crees que no estás solo, pero no cavilas.
Tu llanto es signo de la gemación. Sí, el público
debe enterarse: ―Cuando un botón estalle,
por favor, corred al río. Aplaudid, aplaudid
apostados en su primer accidente.


10 comentarios:

  1. Tras la tregua fecunda, el resplandor, bravo maestro, abrazos.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, querida amiga, poeta. Tus generosas palabras me dan ánimo. Te abrazo

    ResponderEliminar
  3. Un abrazo Jorge. Veo que comienzas el año con fuerza creadora

    ResponderEliminar
  4. Gracias, desconocido lector. Ojalá tengas razón.

    ResponderEliminar
  5. Esto no admite comentario alguno, solo un silencio de admiración. Mi opinión tampoco tiene mucho crédito porque está adulterada por el cariño, pero en cualquier caso es un gran placer leerte, amigo. Sonia

    ResponderEliminar
  6. Tú opinión, querida, es muy importante para mí. Lo sabes. Y tu aprecio por mi obra es simétrico al mío por la tuya. Gracias de nuevo. Abrazos

    ResponderEliminar
  7. Excelente poema! Me ha gustado muchísimo

    ResponderEliminar
  8. Aplaudiendo estoy , lejos del río, pero aplaudiendo a tu POEMA.

    ResponderEliminar