Si el ángel
es terrible, sé terrible. Jenaro
Talens
Hace poco leí en Jared Diamond algo
relacionado con aquel raro fenómeno del melanismo industrial en las mariposas
nocturnas de Gran Bretaña. Resulta que los ejemplares más oscuros de estas
mariposas fueron aumentando en número frente a sus congéneres más pálidas,
según el ambiente industrializado del XIX inglés se fue polucionando. Sí, al
parecer las mariposas nocturnas más oscuras prosperaron y preponderaron, porque
al descansar en los árboles renegridos por la suciedad imperante, tenían mayores
probabilidades de despistar y esquivar a los depredadores que otras de la misma
especie cuyo color pálido contrastaba con el polvo negro. Moraleja: la
mimetización con el ambiente polucionado, aun a costa de arriesgar una porción
de brillo, puede ser, no sólo inevitable, también aconsejable, provechosa.
Me ha venido esta historia a la cabeza
mientras disfrutaba por enésima vez de la serie de dibujos eróticos Desenhos amadores, de Francisco dos
Santos. ¿Por qué? Pues porque esta serie, que debo señalar como un genuino fruto
de nuestro siglo XXI (no aludo aquí en exclusiva al obvio tiempo histórico, me
refiero sobre todo al tiempo psicológico), es oscura, inquietante, angustiosa,
sórdida… y sin embargo, bella. ¿Bella? Sin dudas. Si no lo fuera, no habría
podido ni siquiera ojearla; y como ya dije, la he visto muchas veces, a lo que
añado: con un interés progresivo. La serie es hermosamente oscura y oscuramente
hermosa. Oscura, digo, no sólo porque la luz caiga sobre sus láminas con cierta
tacañería, que también, sino porque los dibujos que la componen interpelan a lo
profundo del sistema límbico, el más arcaico de nuestro viejo y evolucionado cerebro;
el sistema que gestiona, en la oscuridad, instintos o emociones tan disímiles
como el placer, el dolor, el miedo, la acritud… entre otros que marcan la
personalidad y la conducta.
Estos magníficos dibujos eróticos de
Francisco me han agarrado, tanto, que al sano y simple gusto de verlos una y
otra vez, se suma ahora un interés morboso en averiguar con qué lazo me
cazaron.
No es frecuente que el arte “problemático”
me subyugue de entrada. Arte “problemático” llamo, a los solos efectos del
presente escrito, al que surte emociones inteligentes caras; emociones que de
primeras no abren las piernas al alma penetradora del receptor, y por ello no le
resultan cómodas, pudiendo resultarle incluso hurañas. Tengo mucho arte percibido,
y puede que me haya vuelto vago para entrarle a todo aquello que se presenta
con los colmillos por delante. Así que, siendo ésta una serie muy exigente,
algo especial debe tener para haberme cautivado como lo ha hecho. Pediré a mi
memoria que pulse el cash en la caja
registradora de su imaginario, y me dejaré llevar por ella con la intención
añadida de que vosotros me sigáis a ver qué pasa; con la intención última de difundirla
acompañada, de invitaros a verla, a disfrutarla una y otra vez… con un placer
al alza, espero.
Visto desde Europa, si con una mirada
tendente a los tópicos, puede llamar la atención de manera espuria que un
artista brasileño produzca una serie de dibujos como ésta. Porque Brasil,
aunque sea un país diverso y complejo, es también un país joven, emergente, donde
la melancolía heredada de Portugal es contrapesada por la alegría que llegó de
África, produciendo una mezcla que apunta a la sensualidad y erotiza la diana. Suma
erotización que debía moderar la gravedad, al ser continuamente alimentada y alebrestada
por la diversidad biológica, racial, étnica, cultural; por la extensión
geográfica, por la sobreabundancia en sentido general. «Lo mucho y mulato es leve por antonomasia», dirían algunos. Yo, que soy caribeño, río con estas suposiciones,
estos prejuicios. A la vista está que el tópico no funciona, que es inútil y
pernicioso más allá de la publicidad turística, tan (de)pendiente ella de los
países-museo. Francisco dos Santos es un gran artista inmerso en la tradición
occidental, que vive y trabaja en el siglo XXI, en un medio global donde ningún
rincón enrolado en la historia está exento de sus venenos. Por eso no debemos
esperar de él, ni de ningún otro artista de su tierra y su talla, así, sin más:
samba y voluptuosidad sobre todo, a pesar de los pesares, como si de un
funcionario del carnaval nos llegara.
Francisco dos Santos trabaja, como
diría Dante: en letrinas humanas
cosechando; y como diría Lautréamont (por concitar a un autor de muy
distinto signo): en la pocilga del
Creador. Desenhos amadores es una
muestra cabal de ello. ¿Por qué un erotismo tan oscuro, tan atravesado por la
gravedad, por el escepticismo? Él sabrá… O no. Los artistas, por el bien de su obra, no
deben saber demasiado sobre lo que hacen. Yo sin embargo soy el mirón, y por eso me lanzo a buscar explicaciones; sin que tenga mucho sentido hacerlo,
lo sé, motivado por la inquietud que, repito, me ha insuflado la referida
serie. Me lanzo y dejo caer, para empezar, unas cuantas palabras suscitadoras:
expresionismo (figurativo y abstracto) / fuerza / miedo / pesimismo /
desconcierto / angustia / desgarro / escapismo / hedonismo / cansancio / desasosiego
/ decadencia / sensualidad / hermosura… Ya veis que algunas pueden parecer
contradictorias entre sí. ¿Y qué sería del arte si no fuera la libre
manifestación de un contrapunto indómito entre fuerzas de muy diferente
madre?... En fin, como mi memoria pulsa el cash
en la caja registradora de su imaginario, rápidamente me ofrece una
secuencia asequible para acercarme a estos dibujos de Francisco.
La dicha secuencia comienza en Miguel
Ángel, en aquellos esclavos que debieron formar parte de la tumba del papa
Julio II, muy especialmente en el Esclavo Atlante. Comienza ahí porque creo que,
sin pretenderlo, con estas obras inconclusas Miguel Ángel inaugura el arte
visual moderno, que entre otras cosas se mueve entre la figuración y la
abstracción, y que también da fe de la lucha que libra la forma por deshacerse
de la materia informe que la retiene y limita. En muchos de los dibujos de Desenhos amadores son evidentes ambas
cosas. Cuando Francisco hace zoom, no lo hace con intenciones microscópicas.
Todo lo contrario. Lo hace para ir de lo figurativo a lo abstracto en un viaje
lleno de sugerencias y evocaciones, donde la imaginación del que mira debe
esmerarse con un afán resolutivo que siempre fracasa. Fracasa porque la forma
no acaba de brotar de su semilla, que guarda potencias infinitas. Otra cosa distinta,
pero de similar estirpe, ocurre cuando Francisco difumina las imágenes como si
las pixelara. Una posible, y acaso intuida figuración tranquila es arrebatada
sin piedad al observador. Rostros hermosísimos que huyen de su completa
definición, de su entrega bajo una luz franca, provocando en quien los persigue
una angustia desoladora. De nuevo la imaginación del observador se ve retada,
aguijada. «¿Por qué? ¿Por qué?»... De nuevo la forma renuncia a lo
que se estima su meta. Son imágenes en alguna medida corruptas. «Arte degenerado», dirían los acólitos del Führer. La
forma que se da y se quita en un movimiento insólito, oscuro, desconcertante… Y
entonces, ¿cómo y por qué nos engancha? …Una
incertidumbre acompaña siempre a la oscuridad, el esfuerzo que hace la
imaginación para completar la idea despierta a los espíritus, y proporciona una
fuerza adicional a la pasión, dijo Hume. Tal vez por ahí…
La secuencia incoada en Miguel Ángel continúa con Goya, el verdadero padre del arte visual contemporáneo. (La paternidad del toscano es casual). Goya es origen y causa primera de todo lo que se produjo después de él en el XIX, y también en el XX, en el XXI. Francisco dos Santos cuando dibuja lo hace siempre influenciado, de una manera u otra, por su tocayo, el genial grabador aragonés. En esta serie son evidentes las resonancias de Los Caprichos, y sobre todo de Los Desastres de la guerra: combinación de línea y medios tonos / expresionismo / desgarro / sordidez…
Después de Goya, y en la misma
secuencia aclaratoria, estarían en tanto dibujantes o grabadores: Rodin / Klimt
/ Schiele / Picasso / Feininger / Bellmer / Lucian Freud… En todos estos casos
las referencias atañen al asunto: el erotismo; y a la forma, ya afectada por la
modernidad en lo que toca a su falta de mansedumbre, su rebeldía ante una
posible entrega franca, su lucha por ser y no ser en la medida oportuna y
honesta, que es la que marca un tiempo rapidísimo y decadente, carcomido por el
escepticismo, el relativismo, el nihilismo… No me extenderé analizando autor
por autor, pero sí me detendré mínimamente en Lucian Freud. Porque algunos de
los grabados al aguafuerte (blanco y negro) de este autor comparten con los
dibujos de Francisco un cierto tenebrismo que de alguna manera también nos arrastra
a la angustia. Me refiero, por ejemplo, al Man posing. Hago un paréntesis aquí
para aclarar que el posible tenebrismo de Freud y de Francisco nada tiene que
ver con el aparecido en el Barroco (italiano y español) del XVII. No es la
iluminación violentamente contrastada en una diagonal potente que produce
claroscuros impactantes lo determinante aquí. Es justo lo contrario. Tanto en el
referido grabado de Freud como en algunos dibujos de Francisco, el uso de una
luz poco contrastada, isotrópica, plana, que parece entrar por una ventana
norte y resultar de la radiación difusa, no de la directa; produce un efecto,
aplanador primero, vigorizante después dado el esfuerzo cómplice que reclama de
nuestra imaginación. En el caso de Francisco, de esta racanería con la luz
llega a brotar una suciedad que aumenta la angustia y la sordidez. (Suciedad.
¿Y qué? Hace mucho que Atum se masturbó sobre las aguas primordiales para crear
la vida. El Nilo: su fruto, baja sucio de historia hace más de cinco mil años).
Pero esto no ocurre en todos los dibujos de la serie. Como quien quisiera
aliviarnos intermitentemente de tal angustia, Francisco intercala algunas
imágenes mucho más luminosas y contratadas entre esas otras donde la falta de
contraste nos desasosiega.
Si quisiéramos hacer un paralelo
entre la secuencia que acoge y ampara a los Desenhos
amadores de Francisco en lo que a arte visual se refiere, y otra secuencia
similar en el ámbito literario; secuencia, esta segunda, que también abarque el
asunto: lo erótico, y una forma digamos “impura” o “problemática”; tendríamos
que empezar por los latinos Ovidio, Catulo y Marcial, detenernos en el primer
humanista moderno: Dante; seguir con Becadelli, Aretino, los barrocos
españoles, especialmente Diego Hurtado de Mendoza, hasta llegar al verismo
decimonónico europeo. Y llegados a este punto, nos encontraríamos de nuevo con
Goya, para terminar desembarcando en los albores del siglo XX, donde todos los
artistas que pretendieron una excelsitud anclada en su tiempo se volvieron
descaradamente conflictivos. En teoría el arte debía ser para todos, pero sólo
en teoría; porque como bien dijo Ortega: lo
exquisito ―¡qué le vamos a hacer!― es
socialmente ineficaz. Bastaron poco
más de cincuenta años, los que mediaron entre la Revolución Francesa y la
aparición en escena de Poe o Baudelaire, para que el hombre-masa se diera de
bruces con un arte que debió pertenecerle, y que sin embargo le resultaba
absolutamente ajeno. En la segunda década del XX, y como diría mi amigo
Fernando del Val, Joyce levantó acta de aquel desaguisado. En el Ulises, entrañado en la oscuridad pecaminosa, desde el coño
hundido y gris del mundo le llamó a Jehová recaudador de prepucios. Casi nada. Es cierto que como dijo Michaux:
el hombre blanco es poseedor de una
cualidad que lo ha hecho hacer camino: el irrespeto, pero tanto irrespeto resulta…
No sigo por aquí porque no toca.
Ahora se trata de que pulséis el
enlace que os pongo abajo, y por vuestros propios pies entréis de visita en Desenhos amadores, de Francisco dos
Santos. Si os encontráis con mariposas nocturnas de un marcado tono oscuro,
deteneos ante ellas, dadle la oportunidad de que desplieguen para vosotros su
parda hermosura y disfrutad. Disfrutad. Recordad que las mariposas pálidas o
fulgentes no siempre funcionan en los ambientes polutos.
Un erotismo juguetón y ramplón, cargado sólo de sí, puede que no sea bastante en tiempos de coronavirus. ¿Acaso fue suficiente el amor en los tiempos del cólera? No lo sé. Pero está claro que para que el erotismo desembarque en el Amor con mayúsculas tiene que trascenderse en los posibles amantes. No es asunto de flechitas o fluidos profanos. Eros no es un diosecillo. A pesar de lo que haya dicho Diotima en aquella borrachera platónica, Eros nació del huevo original, el engendrado por la Noche, cuyas dos mitades, al separarse, formaron la Tierra y el Cielo. Eros es y seguirá siendo una de las grandes fuerzas que mueve al mundo. ¿Es el arte veraz la mejor vía para honrarlo? Tampoco lo sé. Lo que sí creo saber es que aquí no hablamos únicamente, ni siquiera en primer lugar de sexo. No hace falta. A fin de cuentas, y como dijo Bataille: el sexo está en todas partes menos en el sexo mismo.
https://www.lummeeditor.com/drive/desenhosamadores/desenhos%20amadores%20-%20pgns.pdf
Un erotismo juguetón y ramplón, cargado sólo de sí, puede que no sea bastante en tiempos de coronavirus. ¿Acaso fue suficiente el amor en los tiempos del cólera? No lo sé. Pero está claro que para que el erotismo desembarque en el Amor con mayúsculas tiene que trascenderse en los posibles amantes. No es asunto de flechitas o fluidos profanos. Eros no es un diosecillo. A pesar de lo que haya dicho Diotima en aquella borrachera platónica, Eros nació del huevo original, el engendrado por la Noche, cuyas dos mitades, al separarse, formaron la Tierra y el Cielo. Eros es y seguirá siendo una de las grandes fuerzas que mueve al mundo. ¿Es el arte veraz la mejor vía para honrarlo? Tampoco lo sé. Lo que sí creo saber es que aquí no hablamos únicamente, ni siquiera en primer lugar de sexo. No hace falta. A fin de cuentas, y como dijo Bataille: el sexo está en todas partes menos en el sexo mismo.
https://www.lummeeditor.com/drive/desenhosamadores/desenhos%20amadores%20-%20pgns.pdf
Excelente. No será la vacuna contra el coronavirus, pero ayuda, ayuda. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, amigo mío. Qué gusto me da tu cercanía. Un abrazo antiviral para ti.
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