martes, 5 de mayo de 2020

¿CHULETAS DE DESTINO?





Amigos, no sé si es buen momento para demandar vuestra atención. Lo hago sin pleno convencimiento porque el tiempo está emperrado en plegarse caprichosamente y someternos a una prueba de… No sé, no sé… ¿Estamos para poemas, para poetas?... En cualquier caso, los escritores (al menos los que conozco y yo mismo) hemos pasado lo que va de encierro currando. Qué poco podemos daros más allá de nuestro trabajo en un momento en que tanto exigimos de otros: los sanitarios, por ejemplo. Podemos poco, es verdad, pero hacemos bien en aferrarnos a ese poco si encontramos fuerzas para ello. Porque el virus acabará cediendo. Y hará falta más que pan y circo cuando eso ocurra. Vendrá de perlas un apogeo de la imaginación para que el golpe no siga rompiendo humanidad cuando cesen los esfuerzos y las despedidas; para que no se impongan, sólo, la lógica económica y el mamoneo político. Aquí (también aquí) los escritores podemos poco, insisto, pero… Quizás (me cito, me parafraseo y de paso tiro de Pessoa) podamos ayudar a hacer con chuletas de destino un plato eterno que reconcilie a Dios con el mundo. Es demasiado pretender, lo sé… Bueno, Boccaccio estuvo más de dos años escribiendo el Decamerón en plena pandemia de peste bubónica. Mientras Europa perdía unos cincuenta millones de personas (ojo, tenía unos ochenta, quedaron treinta), y en su propia ciudad (Florencia) la Pelona hacía de las suyas a diestra y siniestra, él levantaba acta y ponía buena cara al futuro. Su obra resultó imprescindible, incluso, para dar noticias a la posteridad de aquel terrible chapeo. Yo no puedo tanto como Boccaccio, pero aproveché el encierro para terminar un libro en el que llevo trabajando intermitentemente también más de dos años. Raíz de nueve, se llama, y carga tres poemas largos: Bach, Miguel Ángel y Dante. Comparto un acto del poema escrito en estos últimos meses: Miguel Ángel. Ojalá podáis disfrutarlo quienes tengáis ganas de esto.


DE CAPRESE AL JARDÍN DE LORENZO

Caprese. Un clamor
cisalpino molifica la piedra (pietra
alpestra e dura que finta al Po y res-
bala por los Apeninos) para que Dios
emprenda. Donde Francisco recibió los
estigmas, donde concomitan el siglo y sus
ayeres, un polvillo blanco, blancamente
blanco, sube al Cielo de Fuego y nada
el Arno. «¡Padre!»… Dios no hiñe, ni
escoda, ni damasquina el tiempo. Dios
con su bastón voltaico lo crea, y en él
ahíta lotes con nacimientos: Miguel
Ángel. La sombra que pecó contra la
luz busca cobijo ígneo. Las picas y las
cuñas siguen su rastro. Y las grietas en
la cantera, verticalísimas, ahuecan el
refugio de la pecadora, surten lascas al
comistrajo del diablo. El diablo siesta. Ojo.
El niño juega. Juega en el raro joyel del
universo, en aquel mientras, hasta que
la piedra endurece de nuevo, parte. No
al son de los golpes de sus manitas, al
«¡ahora!» de la Madrastra unánime.
                        ¡Zas!
Huérfano a los seis. Qué pronto prueba
el Señor a su julo. Donde pone la gracia
exige pena y esfuerzo. Miguel Ángel niño
en Settignano. El polvillo blanco en su
testa. Sus ojos tras el tetamen, quizás, de
la mona Picapiedras. Leche. Leche que
nutre lo mismo al cordero de Dios que
a la hiena pensante. Leche. Risotadas.
Cuentos de pedregal que esculpen la
noche-tea cuando los hombres, lavados
con sangre de sol, vuelven a casa. Un
año, dos… siete, ocho… Y entonces
Florencia: piedra cargada de espíritu que
Lorenzo magnifica poniendo un aldabón
platónico a las Puertas del Paraíso. En
su Jardín, el mundo. No hay un hueco
que no llene el hombre. Los mistagogos
arrastran ábacos y cuerdas, quieren re-
medir la Tierra, quieren…      Miguel
Ángel estudia gramática. Ludovico
no lo ve artista. Ah… Va a clases de
pintura. Rompe su nariz en una pelea.
(No es cosa baladí ésta: si la nariz de
Cleopatra hubiera sido más corta, la
faz del mundo hubiera sido otra). Ronda
el Jardín de Lorenzo hasta que… ¿Y
Constantinopla? Aún rechinan los goznes
de la Kerkaporta. Una corriente helada
pasma el Mediterráneo. Ni especias ni
oro. Colón esconde el moquero en los
salones de Portugal. En Castilla niega
tres veces (Judas) a Eratóstenes para
conseguir dinero. El capo Tiempo se
gusta. Dios bendice la gustadura. Miguel
Ángel llega. Colón también. América.
El siglo alimenta su lechigada. El Jardín
de Lorenzo, tumescente, tiene un pasa-
dizo subterráneo que desemboca en
Atenas. Pasa por Roma. Roma: lisonjera
aduana. Jesús atravesó su piquera
cargadito de oriente. Ficino pasea con
Bertoldo. Una ninfa inmortal: Belleza,
la novia de Nadie, en los campos del
cielo estrellas pace. Pero ni siquiera allí
hay un hueco que no llene el hombre:
unidad cuerpo-alma, y también envoltura
de tierra milagrosamente unida a la
siempreánima. …Miguel Ángel intuye la
poesía en los caprichos geológicos. Las
intuiciones potrean en el patio de los
conceptos. Los centauros olvidan su
mitad-caballo, batallan sujetos al furor
poético sin poder zafarse de su sino. La
Virgen carga al Hijo a los pies de una
escalera galilea. Sus manos son enor-
mes. No son manos de virgen. El niño
que la mama (¿lleno de Ares?) tiene
unos dorsales hercúleos. No son dorsales
de niño. Un fauno con dentadura postiza
parece reírse de ellos. Las fuerzas sub-
lunares, transidas de materia, pugnan (qué
intrépidas) con las celestiales por el
imperio de las formas, que sólo podrá
tomar (Miguel Ángel ya lo sabe) quien
conozca la intimidad de la piedra. Luz.
Sombra. Piedra… Petrificar la carne con
ayuda del intelecto divino. Hacer con
chuletas de destino un plato eterno que
reconcilie a Dios con el mundo… Muere
Lorenzo.       Segunda orfandad. Nadie
quita las escamas al diablo. Hay que
sindicarlas con los dientes del dragón para
que después… El nuevo papa, de España.
El hijo de Lorenzo medicea en falso. O
no. Los Pazzi frotan sus manos. Ja. Miguel
Ángel se ata los alamares. Savonarola.




6 comentarios:

  1. Pues eso, Nadie
    quita las escamas al diablo.
    Me dejaste sin aire, poeta.
    wuaoh

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    1. No, por favor, poeta, sin aire no... Río... Te agradezco mucho la complicidad y te mando un abrazo de largo alcance. Cuídate.

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  2. Pero ni siquiera allí
    hay un hueco que no llene el hombre:...
    Excelente, Jorge, gracias por la generosidad de compartirlo con nosotros; tus lectores.

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    1. Gracias a ti, poeta querida, por leer y comentar. Te abrazo.

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  3. MARAVILLOSO VER COMO SE DESLIZAN LAS REFERENCIAS CON TODA NATURALIDAD, EL RITMO LAS GUÍA, EL LENGUAJE LAS REDONDEA Y AUNQUE LA DIFICULTAD ESTÁ PRESENTE Y POR QUÉ NO, TODO REDUNDA EN LA DICHA DE LEER ALTO VUELO DE LO MAYOR: MIGUEL ANGEL. AND THE WOMEN COME AND GO TALKING OF MICHELANGELO. JOSÉ KOZER

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    1. Gracias, poeta, por tu lectura y comentario. Un abrazo cómplice y sin tiempo.

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