Para
Marisela, que todo lo merece
Después de un par de semanas de intenso trabajo en las
antípodas de la poesía, donde sólo pude leer de madrugada, ayer
amanecí con muchas ganas de lectura. Estoy releyendo con calma a Proust, pero
no era su mundo (lento, microscópico, preciosista, finamente psicológico) el
que se avenía al estado de ánimo que entonces me embargaba. Opté por un
gesticulante Quevedo. Releí una antología de su obra y luego me metí de nuevo con el Poema heroico a Cristo resucitado. Cuando hice el primer descanso para el
segundo café de la mañana, me llegó a través de una red social (gracias, Lisette) un espléndido vídeo publicitario. Música que
nos conecta con las ballenas. Escueta pero rotunda obra de arte para
vendernos una empresa de telefonía. Qué nivel artístico… Hay
publicistas realmente talentosos.
No soy nada receptivo a la publicidad neta, pero sí, mucho,
al arte que a veces la acompaña y sustenta. A menudo recibo y agradezco de
manera continuada un buen mensaje publicitario sin tener la menor idea de qué
vende. Lo siento, pero si las empresas que se anuncian con calculada estrategia
dependieran de gente como yo para rentabilizar su inversión, estarían perdidas.
A estas alturas, jamás compro nada que no necesite con urgencia, y cuando lo
hago huyo de los mensajes publicitarios en lugar de atenderlos. Sí, sí, tal vez
crean que trabajan bajo cuerda en mi subconsciente. Puedo admitirlo si se
quedan tranquilos, con tal de que se esmeren con el nivel artístico de su
producto, pero a ustedes les aseguro que todos mis estados psicológicos están
blindados para esas solicitudes. Vivo en una suerte de Atapuerca comercial.
Sin embargo, el referido vídeo es tan bueno, que después de
compartirlo en la red, lo vi y escuché repetidas veces. Lo hice de varias
maneras, también prescindiendo alternativamente de la imagen o el sonido. Y
esto me sacó un buen rato de Quevedo para llevarme a Schönberg, Stravinski, Schaeffer…
Cerré el libro y estuve escuchando música atonal, dodecafónica, serial y
concreta, cosa que hago en contadas ocasiones, y que para nada hubiera intentado ayer de la mano del poeta barroco madrileño, sin la irrupción de la dicha invitación publicitaria… Qué buena su fotografía. Qué apropiada su música. Y no sólo por el timbre de los instrumentos utilizados que buscan
dialogar con las ballenas de tú a tú, en su propia lengua; no por las frases
musicales que pretenden lo mismo, sino, y especialmente, por el tratamiento del
silencio, por la sabia incorporación de los sonidos maquinales y naturales,
cuyo colmo sobreviene con la respuesta cetácea.
Entonces pienso, me pregunto: la vanguardia musical del XX,
que en su momento contestó el supuesto agotamiento de la teoría musical clásica,
su aparente incapacidad para poner sonido a los rotos de un mundo moderno
tendente a postmoderno, ¿está especialmente indicada para reorientar nuestra
comunicación con los grandes mamíferos marinos? Bueno, el canto de los grillos
ralentizado suena a coro celestial, las gallinas parecen disfrutar a Bach
porque ponen más y mejores huevos con su música al fondo, las vacas escuchan
jazz con verdadera fruición, ¿por qué no iban las ballenas a tener estilo
propio? El acierto de estos publicistas es enorme. Las ballenas entienden la
música del XX. Por eso responden con entusiasmo. Y este descubrimiento, ya verdad
poética, tratado con un altísimo nivel artístico, no sólo sirve para
proponernos (vanamente, en lo que a mí respecta) la compra de unos servicios de
teléfono, sino para mover en nosotros poesía.
Ya ven qué caminos tan raros nos ofrece el arte. Comencé con
unas ganas enormes de leer, descarté la fina literatura francesa porque
necesitaba meneo, fui al barroco castellano para servirme; entonces me
propusieron comprar una línea telefónica, pero lo hicieron con tan alta y
acertada gracia, que me empujaron a la más radical vanguardia musical del
pasado siglo; estuve escuchando a sus capitanes un buen rato, hasta que el
placer rozó al desasosiego y se renovaron mis ganas de Quevedo… Entonces, allí,
de vuelta a su Poema heroico… doy de nuevo con
estos estupendos versos: “fiera y horrenda en la primera puerta / la
formidable Muerte estaba muerta”. Regreso corriendo al vídeo. En él la vida
chorrea… Ahora (por qué no hacerlo) escribo. ¿Se puede pedir más? Que
vivan las ballenas, los artistas que las (y nos) entienden; la poesía,
a cuyas puertas “la formidable Muerte”, por más que tuerza y retuerza, quiebra.
Mientras daba el insólito paseo, mi mujer me requería para
trabajos otros. Hay mucho que hacer en una casa. Como si Goethe me recordara:
“La mano que el sábado maneja una escoba es la mejor para acariciarte el
domingo”. Pero aquellas ballenas musicales… Perdón, cariño. Al fin y al cabo,
la mano que el sábado evita la escoba para templar la lira, te hará creer el
domingo que el mundo, recién terminado, está limpio.
Aquí les dejo unos enlaces por si quieren probar parte de mi paseo
Gracias, cariño... Es cierto que el mundo hoy parece más limpio, pero la cocina no. Así que ya sabes... ja, ja, ja...
ResponderEliminarJorge, saludos a ti y a Marisela. Prueba la música de Hovhanness, creo que no es tan conocido en Europa. Estoy seguro de que en YouTube hay varias piezas de él. Ciao.
ResponderEliminarHola, querido amigo. Me alegra tenerte por aquí. Escuché ayer a Hovhanness cuando me interné en la música del XX, especialmente en la que trabaja con sonidos animales. También escuché lo que pusiste hoy en Facebook. Excitante. Raro, pero excitante. No lo conocía. Al menos no lo tenía nombrado en mi memoria musical. Muchas gracias. Te mando un abrazo fuerte. Jorge
ResponderEliminar¡Que bien, Jorge! Tus entradas siempre tan interesantes.
ResponderEliminarYa sabes que, esporádicamente, me gusta hacer música. Casi siempre lo he hecho con Rodrigo Tapias. En los 90 estuvimos a tope. Incluso nos dejaron utilizar el laboratorio de música electrónica del MNCARS de Madrid dirigido por Adolfo Núñez. Y tuvimos la suerte de conocer y compartir con Fátima Miranda y Consuelo Díez.
También trabajamos en un proyecto radiofónico (que a nadie interesó hacer) basado en las técnicas de la música concreta (técnicas de Pierre Schaeffer, Pierre Henry o Edgar Varése).
Este recuerdo me lo han traído tus ballenas. La próxima vez se lo enseñaremos a ellas. Quizás ellas y otros seres (no humanos, aunque también, tal vez, algún humano) sepan apreciar cierta poesía, cierta pintura, cierta música, etc. De momento, en muchas facultades se encargan de avisar a sus alumnos sobre los peligros de esos que quieren destruir todo lo bello que había (cualquier tiempo pasado fue mejor).
Así que eso, Jorge, gracias.
Sé que te gusta esa música, amigo, y que la compones. Yo no la escucho frecuentemente, pero de vez en cuando giro hacia ella. Excitante, si en porciones medidas. Aquel vídeo me hizo escucharla con verdadero placer. Me alegra mucho que te haya gustado mi nota. Gracias por estar al otro lado, y por comentar. Un fuerte abrazo. Jorge
ResponderEliminar