Ayer tuve un día con dos lados muy distintos. En el uno, el más doliente,
murió mi buen amigo Antonio Pérez Solano.
En el otro, su imposible compensación, leí varios poemas ante un público fiel y
respetuoso con la poesía, y además, lo hice acompañado de gente muy querida.
Tuve que acudir al recital (programado y comprometido con “Los Viernes
del Sarmiento” desde el pasado mes de noviembre) después de asistir al funeral
de Antonio. Tuve que sobreponerme a su pérdida leyendo poesía. Precisamente
ayer debía leer algunos poemas de un libro inédito dedicado por completo a la
amistad, titulado “Un no rompido sueño”. Dolió, pero se hizo.
Concluido el recital, que amablemente presentó el profesor Javier Blasco, Marisela y
yo charlamos con varios amigos, y compartimos un buen rato con Georgina Sánchez
Torres, una excelente músico (intérprete, compositora y directora de orquesta)
que tuvo la gentileza de ir a escucharme. Nuestro común aprecio por el arte y
nuestra creciente amistad cerraron el día, aliviando su último trecho de forma
considerable.
Hoy no encuentro el ánimo adecuado para extenderme demasiado, pero el
recuerdo de mi amigo Antonio (vivo) y la música de Georgina (que sin cesar escucho
desde anoche) permiten que me aferre al lado bueno de tan difícil jornada, que
desde él desee compartir con ustedes algunos de los poemas leídos ayer.
En el vídeo de la cabecera les dejo un par de ellos, cortos. Sucediendo a esta nota les dejo otro, cuya lectura
dediqué a la memoria de Antonio: “Los imprescindibles”. Éste, desafortunadamente,
no quedó bien grabado.
Por último, permítanme dejar dicho, también aquí y por escrito, que
Antonio fue una de las personas que más me ayudó cuando llegué a Valladolid;
que fue una de las mejores personas que conocí en esta ciudad; que apoyado en
gente como él, aprendí a amarla.
A la memoria de mi buen amigo:
Los imprescindibles
...temblar siento ya mi entendimiento.
Ausias March
Los que te
acompañaron a explorar lo inhóspito
donde no habían
seno ni espaldas atlánticas.
Los que te
escoltaron hasta el primer desafío
y lo midieron
contigo, ciegamente.
Los que te
eligieron entre tantos otros
para compartir las
llaves de su temblor primero.
Los que fueron a
la vez azogue y rostro
en el espejo
incierto que te dimensionaba.
Ésos.
Los que contigo
bajaron la cremallera a la vida
sin reparar en
cuánto se la jugaban.
Los que
aprendieron a pecar junto a ti
pero jamás lo
hicieron en tu contra.
Los que
combatieron la hoguera que te abrasaba
aunque se quemaran
las manos, la estima.
Los que estamparon
sus huellas dactilares
en los documentos
que te bendecían.
Los que muy a su
pesar te abandonaron
(albor en la
memoria de vórtice y debacle)
Los que a
destiempo murieron.
Ésos.
Los que leyeron
libros que no leíste
y compartieron
generosos su valiosa llama.
Los que habitaron
los celajes que soñaste
y contestaron tus
peores pesadillas.
Los que gozaron
cuando triunfaste.
Los que no
hurgaron en tus fracasos.
Los que callaron
las palabras espinosas
cuando podían
herir sin beneficio alguno.
Los que nunca las
callaron cuando no decirlas
habría implicado
traicionarte.
Ésos.
Los que evitaron
que te cegase el coito con la vida.
Los que cuidaron a
tus hijos cuando no pudiste.
Los que estarán
para acotar tu ruina
con su infalible
gavilla de azules...
Ésos, querido
Bertolt, y no otros
(no seamos ahora
trascendentes)
son los
imprescindibles.
Eres un Artista fascinante, Jorge. Nuestra amistad durará siemrpe.
ResponderEliminarMuchas gracias, amiga. Firmo donde tú digas. Que no me abandonen ni tu amistad ni tu música. Y no se trata de cruzar piropos, pero permíteme reconocerme como tu más rendido admirador. Tú eres una artista fascinante. Créelo. Te abrazo. Jorge
ResponderEliminarMuy triste perder a un amigo cercano, son golpes fuertes, mucho coraje a ustedes y a la familia. Bellisimo homenaje y poema y estoy segura que volveras, no se despide a un ser querido de un golpe. Abrazos para ti y Maricela.
ResponderEliminarMuchas gracias, amiga. Recibo tu abrazo, y te envío el mío. Jorge
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