Ayer fui rebautizado por la Casa-Museo de Zorrilla en Valladolid. En la
ceremonia oficiaron Paz Altés, (la amiga que dirige dicha institución) y mi
querida Charo Vergaz, que actuó como
madrina. Y se preguntarán los lectores: ¿rebautizado? Me explico: Esta generosa
Casa ofrece un bautismo (de recuerdo,
lo apellidan) a los poetas que estamos necesitados de cariño. Dieron conmigo
fácilmente, porque se me nota de lejos que a diario me levanto temprano para
hacer cola en la lonja del afecto… Eso sí, arriesgan mucho, pues apadrinar a
poetas puede resultar muy peligroso. Los poetas nos lo creemos todo. Por eso
mentimos tanto, porque pensamos que los demás son tan crédulos como nosotros.
Cuando se bautiza a alguien, se le da un sacramento y se le asigna un
nombre. Como dije a los anfitriones en el acto, imagino que me hayan dado el
sacramento de la Poesía, que es como decir, el de la Locura; y también imagino
que me hayan nombrado Poeta, que equivale a nombrarme Loco. (Recuerden lo que advertía
Quijano: “hacerse poeta, que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza”.
¿A qué enfermedad podía referirse el patrón de los chiflados hispanohablantes,
si no a la demencia, que tan bien conocía?) Claro, si se apadrina a un poeta, se
asume una responsabilidad considerable, porque de alguna manera se está diciendo:
―quiero a este loco, si fallan sus tutores
naturales, me haré cargo… Ya ven el riesgo que conlleva el lance.
Sí, el apadrinamiento de poetas es riesgoso, pero también entrañable,
porque forma parte del juego. ¿De cuál? Del ancestral juego de la poesía, que implica
a los autores, lectores y divulgadores, y que es una variante más en el juego de
la vida. En la poesía, como en la vida, gana (o experimenta la ilusión de
victoria) quien mejor juega; esto es, quien mejor se engaña, y haciéndolo, más
aporta al engaño “masivo” (comillas, porque en poesía este adjetivo…). O sea,
gana (siempre a ratos) quien mayor placer alcance para sí mismo y para sus
“víctimas”. Porque, ¿realmente hay algo más que placer sobre el tablero?; ¿hay algo
más que miedo al dolor, motivando la jugada...? Y si se trata de un juego que
pretende el gozo, ¿por qué los poetas nos ponemos tan graves de vez en cuando? Ah,
porque no sólo somos fingidores, como dijo Pessoa, sino además olvidadizos. En
ocasiones olvidamos que, también escribiendo obras que suponemos serias,
estamos jugando; aunque entonces lo hagamos como el impertinente de la clase,
el que se cree dotado para crear una rutina con reglas universales que se
convierta en razón de ser para todos. Lo digo porque soy uno de esos engreídos.
Confieso que me estoy tratando.
Y es que el peor pecado que podemos perpetrar contra los demás, radica en
que seamos agentes de su aburrimiento. Si algo no debe hacer la poesía, es
aburrir a quien la lee o escucha. Decía Eliot, que si en el siglo XVII hubiéramos
preguntado a Molière o a Racine para qué escribían, con seguridad habrían
contestado que lo hacían para entretener a la gente de bien. Nada más. La misma
respuesta habrían dado, creo yo, Cervantes y Shakespeare, si dejamos al margen
manutención y gloria. Entretener y ser entretenido. Eso es: toma y daca
simplísimo que, sobre todo a partir del siglo XIX, el burgués postindustrial, ilustrado
y positivista, contaminó con fuegos fatuos que vertieron una luz resultona, pero
inútil, cuando no dañina, sobre su creciente ignorancia.
Divertirnos con la poesía, de acuerdo, pero con cierta ambición. ¿Por qué
no ser ambicioso también en el goce; por qué no pretender el placer mejor
sustentado, el más intenso y extenso posible? Somos herederos de un enorme montón
de pretérito: nuestra memoria colectiva, esa “augusta” escombrera sujeta a un
relato sumamente enmarañado. Hay dos maneras de escribir poesía, que es, en
última instancia, añadir material a la pila. La una, simplemente suma capas y
capas de sustancia con formas más o menos sugestivas o discursivas, que
ensanchan y complican el enredo sin otro beneficio que el mero entretenimiento,
(y digo esto siendo muy generoso, porque muchas veces con tal poesía sólo se
entretiene el autor). La otra, añade su porción de escombros, (esto es
inevitable) pero también nos ayuda a orientarnos en la montonera; mapea los
hitos y los actualiza para que, jugando, nos encontremos en ella.
Cuando leemos poesía, si hay suerte nos damos gusto, pero también recibimos
memoria: topamos con la escombrera que venimos generando desde que somos seres
históricos, y como tales, intervenimos su imagen, tomamos parte activa en el
juego que la levanta y explica. Según sea la poesía que leamos, podremos recibir
o no, además de la grata oportunidad de jugar con el material acumulado, una
delicada propina: el mapa que nos indique cómo llegar, no a la cumbre del
montón, para permanecer en ella al relente, esperando que nos caigan los
próximos detritos encima, sino a su centro, donde se cuidan los dados divinos,
donde podremos hojear el Tumbo que guarda las reglas del juego más placentero,
el que entraña las mejores mentiras; esas que cambian de forma en los rabiones
del tiempo, precisamente para mantener su esencia a salvo de la temporal deriva.
En resumen, esto dije a la madrina, los organizadores y demás invitados
que me arroparon en el rebautizo. Se rieron conmigo (¿de mí?). Lo agradezco
mucho en cualquier caso… aunque no sepa si lo hicieron por franca empatía, o
porque saben que reír con él, es el mejor modo de sobrellevar al loco que ronda
la escombrera con la peregrina intención de (juega que te juega) conseguir su
mapa, dar con la hebra buena, explorar sus nudos, merecer el oscuro sacramento que
su meollo augura.
Ser poeta ,como tú lo eres,es recordar y alimentar lo invisible.Esa parte que tantos seres traemos y que nada de este mundo la mantiene viva.Solo la POESÍA.Un buen poema es un abrazo para el alma..ese que ,como muy bien dices,algunos loc@s buscamos en la cola de los afectos.
ResponderEliminarSí, amiga, así es. Gracias por leer y comentar aquí. Gracias por tus consideradas palabras. Abrazos.
ResponderEliminarPues así pasarás a formar parte de los locos cubanos ilustres.
ResponderEliminar¿Cubano ilustre? No sé, amiga. La locura y la cubanía puede que arrumben, pero lo demás... En fin, me ruborizas, pero te agradezco. Abrazos
ResponderEliminaramigo mío, que hrmoso y enjundioso.
ResponderEliminarGracias, amigo. Abrazos
ResponderEliminar¡Qué buen bautizo este! Sustenta el cuidado a quien se estima y respeta, el reconocimiento a lo que hace, también escribir. Felicidades, Jorge.
ResponderEliminarGracias, amiga. Recibo con alegría tu felicitación. Mi abrazo para ti
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