Quienes la conocemos, sabemos que Margarita
García Alonso, además de escribir poesía de alta calidad y
editar libros para la inmensa minoría,
pinta; o, por decirlo más ancha y precisamente: compone escenas que alegran los
ojos a los inquietos, en la misma medida que los importunan a los remolones. Y
es que Marga (perdonen la economía nominal, que nada tiene que ver aquí con el
colegueo barato) lleva muchos años decorando la cabaña donde vive el mismísimo porquero
de Agamenón; dando razones al célebre mozo para que sostenga su higiénica duda con
relación a la Verdad.
Jamás tuvo Marga una vocación analgésica. Es la madre de un bestiario muy
singular (todo “bestiario es una revisión de la condición humana partiendo de
la condición animal…”, nos dice Piñero Moral) con el que previene a su cliente-pupilo
frente a cualquier vademécum doctrinal, también en las artes plásticas. Sus
composiciones son un remedio eficaz contra la fascinación aristotélica. Su obra
toda es un verdadero cajón de sastre para los locos de este mundo: los que
dudan, quiero decir, los de atar; no los sobrecargados de certidumbre, que, con
nuestra cómplice indolencia, y como se diría en el barrio donde nací: andan sueltos y sin vacunar,
pontificando en las cátedras y las tribunas de ese otro mundo tan ajeno al
arte.
Hablo de una autora que escucha el estruendo provocado por el Edificio mientras
se desploma, y, lejos de obviarlo, lo graba; lejos de atenuarlo, lo amplifica.
Con ese ruido, no obstante, sustenta la cabaña de su protegido: entretiene los
cimientos de barro con un sonoro, pero divertido y fructífero, no sé. ¿Cómo?
LA VETA SURREALISTA
Los más ortodoxos surrealistas del XX representaron en estado de vigilia,
o eso dijeron, la parte que lograron retener de los sobresaltos que padecían
durante el sueño. Yo no lo creo del todo, pero aceptémoslo para no introducir
aquí un problema que nos distraiga. El caso es que, de esa manera, pretendieron
sustraerse a cualquier atisbo de control racional sobre su obra. Los
surrealistas emergieron entonces como “artistas puros”, porque su movimiento,
cual cándida estela del psicoanálisis, fue siempre de la subconsciencia a la
consciencia, nunca en sentido contrario.
Bien, la aparente digestión de la Primera Gran Guerra por la vía de un
arte-laxante que no sacaba la cabeza de la caja
negra, al parecer no fue posible tras su gravísima réplica. Occidente no
pudo digerir el colmo y la consecuente caída de la modernidad, (“todo lo que
llega a su apogeo comienza a declinar”, decía Abd Allāh) cerrando o entornando de
nuevo los ojos tras la toma de Berlín por los aliados. Los delirios imperiales
alemanes y soviéticos, de muy distinto signo que los anglosajones, y la
respuesta de estos últimos, menos alucinada pero igualmente beligerante, impidieron
echar otra vez la capa sobre la caja de
cristal. Todas las tendencias artísticas acentuaron el pathos, y creyeron compensarlo, acaso esconderlo con el uso (y
abuso) del logos. La mayoría de ellas
optaron entre lo patético y lo razonante, otras fueron sometidas a una latencia
más o menos vigente. La abstracción se hizo expresionista, (que no al revés,
como su nombre sugiere) el cubismo se tornó a ratos discursivo, el surrealismo
quedó arrinconado, el dadaísmo abandonó la escena; sólo el realismo socialista
se mantuvo en sus escuetas casillas; y antes de que pudieran llegar el refresco
pop o la hamaca postmoderna, surgió el llamado arte conceptual. Nunca más los
surrealistas, ni siquiera los que son tan incorregibles como Marga, pudieron
trabajar al margen de semejante influjo.
Y como desde entonces ya no vale cerrar tramposamente los ojos para
espantar a la pertinaz vigilia, Marga sueña con los suyos abiertos. Su obra
tiene una clara veta surrealista, pero dista mucho de limitarse a lo que retiene
la almohada. Su discurso no es sólo formal, no sólo regala forma a sus
ensoñaciones, sino que está atravesado por una línea conceptual, que, en algunos
casos, llega incluso a remedar el horizonte. Es normal, o al menos
comprensible: ningún gorrión puede vivir, como gorrión, mucho tiempo en un gallinero.
¿Es Marga una artista puramente conceptual? No. ¿Es una artista puramente
surrealista? Tampoco. Si el porquero de Agamenón preguntara por la génesis de
la obra que ella estampó en el techo de la cabaña donde duerme, Marga le respondería:
―Es más que un sueño soplado y menos que un sueño razonado. No es gaseosa ni
sólida… ¿Una invitación al juego…? No sé… ¿Y entonces?
Joaquín Esteban Ortega ha dicho: “la clave de este asunto [el carácter
inaprensible del arte postmoderno-líquido] se encuentra en la desontologización
de la obra a favor de su conceptuación.” O sea, la obra que renuncia a ser para
representar un concepto, y se convierte en mera noticia del concepto
representado. ¿Hay algo más impropio para la obra de arte que un concepto, ya
no sólo presente en su fórmula genitora, sino también suplantando su fin? Pero,
si el arte líquido (Bauman) surge de una transitoriedad determinante, de un
substrato social también líquido, en continua mutación, opuesto al que
permitía, o más aún, demandaba, la sociedad egipcia, ¿qué tipo de concepto debe
sustentarlo, si no ese que se derrame con igual laxitud, ese que, apenas haya
alcanzado su aparente forma, sienta la urgencia de trans-formarse?
Sometido a semejante sobrexcitación conceptual y formal, el hombre
postmoderno no es capaz de imantar sus ripios. Se cargó de pasado, colocó la
razón en el sitio inadecuado, delegó en la estética académica (los estetas) el
arbitraje de su relación con la naturaleza, se puso en manos de la ciencia
experimental y la tecnología; y ahora no parece merecer la belleza si no
sometida a una liquidez simétrica a la suya propia. Porque, según Schiller,
realmente “bella […] es aquella forma que no exige ninguna explicación, o bien
aquella que se explica sin concepto.” Además, se pregunta y se responde el
genio alemán: “¿Por qué cada uno de los griegos puede erigirse en representante
de su tiempo, y no así el hombre moderno? Porque al primero le dio forma la
naturaleza, que todo lo une, y al segundo el entendimiento, que todo lo
divide.”
Así que tenemos un tiempo líquido (cuasi forme, por no decir informe), un
arte también líquido, cuyo estado, unido a su extrema conceptuación, lo hace
prácticamente inaprensible; y el artista postmoderno, hecho pedazos por “el
entendimiento, que todo lo divide”, persiguiendo una belleza que se ajuste a
circunstancias tan problemáticas… Y ahí aparece Marga con un surrealismo
transido de postmodernidad, con esa tara conceptual inevitable, pero también con
un salvavidas maravilloso: la locura y su consecuente duda sobre la Verdad.
Marga se deja llevar por la Duda. Se monta un rollo cuántico que avala su
relativismo y permite obrar a sus fantasmas. Según Corinne Enaudeau, “el hombre
racionalista, con espíritu de sistema, que ve la unidad de las ideas incluso
antes de que hayan nacido, nunca inventa nada. La flema del genio consiste en
dejar hacer al extravío, dejar que se tejan las analogías, dejar que se multipliquen
los espectros.” Eso hace Marga. La traza conceptual y sistémica logra
atravesar e intoxicar su veta surrealista, pero no extinguir la locura que
ventila su aparente irracionalidad.
¿Y la belleza? Como bien dijo Hume: “la belleza [por más que se piense]
no es una cualidad del círculo. No reside en ninguna parte de la línea cuyos
puntos son todos equidistantes de cualquier centro común. Es sólo el efecto que
esa figura produce sobre una mente, cuya particular fábrica o estructura la
vuelve susceptible de tales sentimientos.” El círculo parecerá bello a la mente
aristotélica que se regocija con la Verdad-Una-Toda-Inmóvil-Imperecedera. La
malla infinita y cuántica parecerá bella a quienes vean esa Verdad como una
leyenda convenida, débilmente asida a sus mutantes nudos. Sobre todo para estos
últimos, trabaja Marga: para los locos que mantengan muy activos los canales
sensibles y desistan de buscar en sus obras, sólo, la quinta pata al gato: la
discursiva… Si el porquero de Agamenón preguntara por la esencia de la obra que
ella colgó en la cara interior de la puerta de su cabaña, Marga le respondería:
―Es más que mentira prescindible y menos que mentira imprescindible. No es
gaseosa ni sólida… ¿Una invitación al juego…? No sé… ¿Y entonces?
CODA PARA LA RESIGNACIÓN Y EL DISFRUTE
¿A que no debo terminar hablando de herramientas digitales, mecanismos del collage, psicología del color o leyes de la simetría? ¿A que no?
Gracias inmensas, Jorge, muy hermoso tu escrito, no sé realmente si merezco tanto pero me quedo con tu inmenso cariño, un lujo.
ResponderEliminarLa verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.
ResponderEliminarAgamenón: —Conforme.
El porquero: —No me convence.
Gracias a ti, amiga. Era un viejo deseo: ordenar algunas ideas a partir de tu obra. Ya casi no escribo sobre arte, y apenas visito exposiciones de arte contemporáneo, porque estoy muy cansado de tanta basura. Tengo la peor opinión posible sobre el 90% de lo que produce hoy día. Tus "elucubraciones" plásticas están en el otro 10%. Creo que ya expliqué el porqué... Y claro, quédate también con mi cariño. Déjate querer. Mi abrazo.
ResponderEliminarEsto es una maravilla de escrito, estoy encantada de ser amiga de ambos y me encanta la idea de Jorge te haga justicia, querida Marga. Les quiero.
ResponderEliminarYo también te quiero, amiga. Me alegra que te guste este texto. Abrazos
ResponderEliminarNo conocía a esta artista tan completa. Por las poquitas fotos que he visto hay cierta relación entre mi obra y la suya. Aunque sea anecdótico, lo que realizo actualmente muestra la presencia de algunos "platillos volantes"... En todo caso me gusta y me inquieta y me reconcilia incluso conmigo: las dudas acechan porque el loco siempre cree que son los otros los que están locos. Encontrar a alguien como Margarita te da ánimos. Gracias, Jorge, por traerla. Y gracias a Margaita por darme esos ánimos. En este desierto uno agradece a los amigos sus palabras de aliento, pero siempre queda la duda de si venció la amistad al criterio.Por eso, encontrarse con otro caminante ¿perdido? te permite sentir que no estás sólo; es casi como un abrazo verdadero. Gracis a los dos.
ResponderEliminarGracias a ti, amigo, por leer y comentar... y por tu porción de locura buena. Mi abrazo.
ResponderEliminarGracias Bustelo, no se si saldra mi comentario, ando con los pases perdidos y de viaje, un abrazo grande, tambien contenta de encontrarte
ResponderEliminarGRACIAS MI QUERIDA CHACHA
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