Fotografía de Begoña Rivas publicada en El País
Un titular astuto (aunque gramaticalmente
mejorable) me llevó a leer en El País la entrevista que hizo Álvaro Corazón a
Ara Malikian: Si Mozart hubiera nacido
ahora sería músico de rock, rezaba aquello. «¿Cómo…?», me pregunté enseguida.
Debí suponer que encontraría lo que encontré, y aun así…
Algo me alejó siempre de los conciertos de
Malikian. Mi chica me tentó un par de veces a, y me hice el loco. Ella lo sabe,
pero es una bendita, creo que me ha perdonado. Y mira que me gusta complacerla.
Y mira que ese hombre luce una sonrisa amable. Y mira que puede ejecutar
¿cuántas?, ¿ocho, diez, doce… quince notas por segundo? Sin embargo, su música
no me atrae, incluso me fatiga, me aburre. Ni siquiera la aprecio grabada.
Mucho menos intervenida por su forma de presentarla en el escenario. Claro, he
visto algunos de sus vídeos. Cómo si no…
Este violinista se nos presenta como una versión
oriental del hombre Pan-dionisíaco. Quiero decir: el hombre que vive un perenne
jolgorio (Dionisos) en estado natural (Pan). Raro. (Según cuenta él mismo, su
base musical no puede ser más apolínea: tiene una amplia formación clásica,
léase alemana, puede que también semita, pero en el fondo alemana). Raro, sí, ma non tropo. Porque lo que hace
Malikian, es lo que debe hacer cualquiera que pretenda hoy, en primera
instancia y por encima de todo, acercarse al gran público tocando el violín
como solista. ¿Cuántos conocen, fuera de los circuitos de la música clásica, por
ejemplo, a Hilary Hahn; o a Vanesa Mae, que no es precisamente el summum de la ortodoxia? Pregunto más: ¿Cuántos
conocen a Anne Sophie Mutter, o a Itzhak Perlman? Y más aún: ¿Cuántos conocen a
Samuel Yervinyan, que va en la onda del propio Malikian, si se compara con lo
que se conoce a éste último? Pocos, ya os lo digo. Y es que Malikian combina un
virtuosismo leve (no por escaso, sino por sobreabundante, poco grave, ligero)
con una imagen de iconoclasta empedernido que hace mucha gracia al homus demócrata.
Se trata de mover emociones primarias, no
inteligentes; emociones fáciles de parir y criar, que sean comunes al ingeniero,
el toxicómano y el sindicalista. Emociones parecidas a las que se experimentan si
se asiste a un concierto de rock, o a una carrera de cien metros planos.
Entonces aparece este hombre con ese pelo, esa barba, esos tatuajes, esa ropa… y
también esos movimientos exagerados, no siempre bien acompasados con la música
(que para bailar hace falta una gracia muy específica), y como si de un
deportista de alto nivel se tratara, ejecuta sus piruetas, auditivas y visuales,
de manera tal que el ingeniero, el toxicómano y el sindicalista se fundan en un
aplauso consentidor, romántico. Romántico por descontrolado y excesivo, por
patético… ¿Y por erótico? Quién sabe. Puede que Malikian erotice a los
espíritus menos sosegados; esos que ventilan en partidos de fútbol, “botellones”
(maratones callejeros donde se consume alcohol, apunto, para los que no estén
familiarizados con el lenguaje español en boga) o mítines incendiarios.
La referida entrevista está llena de
perlas malikianas. Voy a detenerme en tres, aunque sin obligarme a reproducirlas
literalmente:
1. En
la música todo es expresión, emoción. / Me encanta Bach.
Bueno, todos estamos llenos de
contradicciones. Muy en especial lo están, gracias a Dios, los artistas. Pero
coño, ésta es tan grosera, que no puede pasar desapercibida. Vamos, que no
cuela. A ver, ¿cómo alguien que se declara amante de Bach, puede decir que en
la música todo es expresión, emoción? Como si la idea o el tema, el proyecto,
la estructura, el cálculo, la geometría, no formaran parte esencial en la obra
del gran maestro alemán. Es como si alguien se declarase fan de Rowan Atkinson (Míster Bean), y a reglón
seguido dijese que repudia las interpretaciones con marcado acento histriónico.
Bach representa el perfecto equilibrio ratio-sensus.
Es decir, su obra es la magnífica resultante de combinar, con talento y maestría:
estructura y expresión, orden y elocuencia, cálculo y magia. Bach es criticado
por algunos músicos y melómanos, precisamente, por no ser expresionista. Sobre
todo parte de sus últimas obras: Las variaciones Goldberg, La ofrenda musical y
El arte de la fuga, por ejemplo, están consideradas por muchos (no por mí,
quede claro) como música para el ojo,
o lo que es o lo mismo: música para ser admirada en la partitura por una
minoría de entendidos, no para ser interpretada ante un público ignorante
cargado de emotividad. Ese Bach postrero, fue canonizado por los músicos
dodecafónicos, en plena cruzada contra el romanticismo, justo por matemático y
frío. ¿Cómo puede Malikian exponer esta contradicción de manera tan frívola? Al
parecer, a este hombre le gustan igualmente el pan, el chocolate y las especias.
Su música es especiada, puede que tenga un toque achocolatado, ¿pero pan? En
fin, si ama a Bach, que es ante todo pan, ¿por qué no amasa, en lugar de centrarse
en los condimentos?
2. Cuando
compongo sólo pienso en el escenario / No me interesa la crítica, sólo la
opinión del público.
¿Compositor? Ay, Dios mío, como si no
supiéramos los creadores, quienes lo reconocemos abiertamente, y quienes no lo
hacen, que cuando más se respeta al público, cuando más se le tiene en cuenta,
es cuando se le obvia (pude decir se le
huye) en el trance de la creación. No seamos flojos y permisivos con
nosotros mismos. A la postre, quien se miente, miente; quien se engaña, engaña.
Claro, si lo que se busca es el aplauso de todos o casi todos ya mismo… una chilena concluida en gol,
en una final de La Copa del Mundo de Fútbol, ese es el camino. Hace poco leí en
Julián Marías: Cada uno de nosotros, allá
en el fondo de su alma, sabe quién es. ¿No lo va a saber Malikian? Lo dudo.
Lo sabe, seguro. ¿Y acaso es aquello que un público poco dado a la música
elaborada, no educado para apreciarla a fondo, quiere que sea? Puede. Allá él. En
tal caso, espero que no le extrañe que lo repugnemos, quienes, como yo, buscamos
en el arte y los artistas, no un reflejo exacto de nuestro yo más constreñido,
sino una proyección de nuestro yo inflamado, imaginante e imaginado hasta lo
inalcanzable. Aquí termino con Pound, ese poeta tan democráticamente
antidemócrata: La chusma se siente
halagada cuando se le dice que su importancia es tan grande, que el solaz de
los hombres solitarios, y la más señorial de las artes, fue creada para su
esparcimiento. Si donde dice la chusma, me dejasen poner el hombre-masa, lo firmaría sin cautela
alguna. Vaya pan tan especiado el de Pound, ese poeta loco, dissonante, ad libitum; y, sin embargo, siempre obbligato. Escucha, Malikian, escucha.
3. Si
hay tanta gente aficionada al reguetón, algo tendrá. / Estoy grabando un
reguetón:
Sin comentarios.
Coda:
No amo especialmente la música de Haydn, ni la de Mozart. Pero suponer que este último hubiese tirado al rock si nacido en el Salzburgo actual, no deja de ser llamativo.
En fin, como todo vale cuando de hacerse el gracioso se trata, digo yo que a un
Mozart postmoderno, lo imagino componiendo canciones armenias (otomanas) para
el violín de Malikian. ¿Qué os parece?
Codetta:
Por cierto, y para resultar
definitivamente pedante a los infalibles oídos democráticos de los admiradores de
Malikian (no lo disfruto, pero tampoco lo evito si hace falta), añado:
Decía el titular:
Si
Mozart hubiera nacido ahora sería músico de rock.
Estas opciones me parecen mejores:
Si Mozart hubiera nacido en esta época,
sería músico de rock.
Si Mozart hubiera nacido en esta época,
hubiera sido músico de rock.
Si Mozart naciera ahora, fuera músico de
rock.
Si Mozart naciera ahora, sería músico de
rock.
¿Ves, Malikian? Ni en los titulares
periodísticos, la aceptación de una frase por la mayoría implica excelencia. Y
tú detrás del aplauso mayoritario: araqueteara en pleno pantano; con dedos de
platino que evaporan peuvecé sobre diapasón y arco.
Aquí el enlace para leer la citada entrevista:
No soy fan de Malikian, tampoco erudita en música clásica pero tú escrito tiene un tono muy despectivo hacia los amantes del rock y hacía aquellos que no llegamos al listón tan alto que tú tienes
ResponderEliminarAy, lo siento, amiga. No era mi intención resultar despectivo. Yo también disfruto el buen rock. No es que lo persiga, pero lo aprovecho cuando es aprovechable. A mí lo que me molesta en Malikian no es que valore el rock, para nada, sino que toque y hable para obtener el aplauso fácil; y que desde una formación sólida, intente contaminarlo todo en su propio beneficio. Bueno, ¿y eso del listón tan alto...? ¿En música? Por Dios, no. Yo sólo la escucho. La muy elaborada, y la menos. También el rock, insisto. Perdona si te molesté. Ten un beso reparador.
ResponderEliminarClaro que él sabe quien es. Pero lo esconde porque, en su caso, la pasta y el éxito fácil mandan.
ResponderEliminarSeguramente tengas razón, amigo. Gracias por leer y comentar. Abrazos.
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