Mis últimos libros de poesía (publicados o no) están compuestos por pocos poemas pero muy largos. Últimamente escribo “poemas narrativos” de unos mil versos más o menos. La presente selección, sin embargo, está formada por seis poemas breves (dieciséis versos cada uno) extraídos de un libro atípico en mi poética actual, un libro escrito recientemente alrededor del nacimiento de mi primer nieto, Óliver. Como dije a uno de mis maestros cuando le dediqué su ejemplar: si detectáis alguna pelusa, cargadla al poeta. Si detectáis alguna bobada, cargadla al abuelo. En ambos casos pagaré yo, que como dicen por aquí, puedo con eso y con menos. Ay...
III
Pandemia. Picardía del
tiempo
que arrebata a la orquesta en el
teatro, que agita seda y domingo.
Extenuante domingo de los actores,
sedoso de los arcontes, dudado por
mirones y milagreros. ¿Duda?
La
vida esfuerza en el pámpano contra
el humo de los hornos. Una canción
(ora febril, ora febrífuga) aviva los
manantiales. El pícaro se distrae. Sus
orejas yerguen, endemonian, lo
delatan… Dios-manadero mana. Río.
Su lecho canta tu comparecencia. El
horizonte curva generoso. El tiempo
doblará las rodillas. Ad-
vén.
VI
Bendita preñez. ―Beatriz, incubas el
alma de Óliver. Óliver, incubas el
alma del mundo. Mundo, incubas el
alma del ser. Ser, incubas a Dios
hecho Óliver. Óliver, incubas una
imagen (¿la Imagen?). Imagen,
¿incubas mi miedo a la muerte?
No
te quiero, Muerte, tramando so-
fisterías para romper la serie… ¡Ve
al rincón de pensar! Vuelve cuando
sepas condoler a los abuelos que
cantan a sus nietos inmortales,
mientras la inmortalidad desplacenta
a costa de Beatriz, pobrecilla, que
incuba el alma de Óliver, y en ella
(bendita preñez) la Inocencia.
X
Enfilo tu nacimiento. Revisito el zulo
que la memoria atesta de emociones
curvas. En vano pretendo ahormar
el nuderío. Anudo las puntas más
vivas de las más tiernas. Hago es-
pacio para ti: hijo de mi hijo, de mi
tiempo; del tiempo todosustentador
y la luz ¿todoparidora? que
todavía
copulan, enderezan hacia ti para a-
fianzarse en ellos ante la muerte
¿todosegadora? Un súbito
ardor
conecta mi lapsus con tu primer es-
tornudo. Ah, ¿podré invocar a Jesús
ante tu cuna, allí, en Queens, donde
me esperas? Dios calla. No
elucida.
Cuece azar ante los ojos del lince.
XIII
Mamá te mece y canta. Tu rostro lu-
cero luce en su sabio paréntesis le-
go: percibe colores sonoros, emite
sonidos cromáticos. (Esa confusión:
quid de la inocencia, cella de la es-
pecie, diana del bombardero hoci-
cudo que carga su panza para que al
pronto…). Ah, peripecia juguetona:
mecido al son de una balada verde,
devolviendo ruidillos rojos sobre
quietud celeste. La vida en
sus
hangares obra, programa los vuelos
albos, los brunos; pero ahora… Ahora
mecido y cantado, Óliver.
Activo el
íntimo coro. El sursum corda
nos une:
nos-otros
(compás) nos-uno.
XIX
Atrapas el biberón, el muñeco. Ín-
timamente indistinto aún del resto
de los hechos, de la vecinería, más o
menos animada, que te bulle en
torno; aprietas las manitas y sin sa-
berlo proclamas: «yo-para mí-mío».
«Tú-para ti-tuyo», consentimos.
Nosotros, vectores del tiempo, mo-
tas de sucia duración en tu blan-
quísima espaciosidad, cedemos
tetero y juguete a cambio de…
―Son
tuyos, hijo. Retenlos. Imanta las
cosas, la imagen de las cosas que
enmarcarán tu yo.
Inevitable, ay,
como una pega travestida, artera,
te acecha del ser la intemerata.
XX
El mundo que te sonsaca y acota (un
damero, Óliver; un engendro más
de la conciencia que no puede do-
blegar al tiempo), para serse acaso
suscribió con Dios un paréntesis de
vida… ________________________
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____________________________...De
vida es la oferta, Óliver. Agótala.
Muy bueno, disfrutar de tu poesía es ejercicio que hará mejor la semana
ResponderEliminarGracias, Salva, muchas gracias, por leer y comentar. Un gran abrazo
EliminarAlegria de leer tus versos para Oliver, que ganas de conocerlo y achucharlo
EliminarAh, anónimo amigo(a), muchas gracias. ¿Quién eres?... No importa. seas quien seas, te abrazo agradecido.
EliminarMe gustaría saber quién es el hombrecito del gallo y el sombrero... en sí es un poema.
ResponderEliminarSobre estos poemas para Oliver, me gustaría agradecer que no pierden a ninguno de los hombres que mencionas, ni al poeta, ni al hombre culto y sensible que ya conocemos, ganar al abuelo los engrandecen. Feliz abuelidad, Jorge (también a Marisela), ya se les quiere mucho. Una felicidad larga para Oliver, por tenerlos a ustedes.
Querida poeta, amiga, como siempre agradezco mucho tu lectura y comentario. Esta vez lo hago en nombre del niño que abraza la gallina, en el de Mari, y en el de Óliver. Afectos recíprocos. Ya lo sabes. Con besos.
EliminarAndo leve por las redes, cuando debiera estar presente siempre en espacios como éste.Que gusto leer al poeta y al abuelo; a ambos los aplaudo
ResponderEliminarAh, querido Anónimo, muchas gracias por lectura y comentario. Te agradecería con más puntería si supiese quién eres. Pero da igual: bienvenido y gracias.
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