Después de un paréntesis no deseado, reabro este espacio. A todos sus (mis) lectores os hago llegar un abrazo renovado. Y a los que tengáis ganas de poesía, os ofrezco además los dos últimos actos de un poema-libro (Un nudo en el tiempo) escrito hace ya unos cuantos años, pero que ahora... En fin...
Estoy viviendo. Mi sangre
está quemando belleza.
[…] está evaporando amor.
[…] está fundiendo conciencia. J.R.
Jiménez
En el nocturno raso de la vida,
las grandes imágenes son regalos
que no tienen que filtrar las
vísceras, cansadas ya
de tanto material nocivo, tanta faena.
Qué maravilla ¿no?: regalos que no
enquistan
en músculo o fluido, que no se
adhieren a venas o arterias,
que no se acodan en sus paredes
para purgar biológicos delirios…
Pero también
son regalos que descargan los
sentidos,
tan al tanto ellos de las vísceras,
aunque lo ignoren,
de su sustento, de sus fibrosas
moliendas.
Regalos cuya génesis no siempre
participan,
pero sí cuidan para aliviarse
de páncreas, riñones, vejigas… Así
lo entiendo.
No soy porque respire, ni vivo
porque sienta.
Vivo porque soy, además, regalado y
agradecido,
porque retengo lo que imagino, porque
huroneo,
depredo en el Gran Poema de todos
la toda-imaginación-una. Vivo
porque nombro
lo que alcanzo a reducir y poner al
servicio de la vida,
porque no alcanzo a nombrar lo
irreducible,
porque rebusco en
en sus espacios no dichos. Vivo
porque amo
este ejercicio vital, porque amo.
…Yo, unidad de amor indivisible,
indivisible
cantidad de imaginación amante, al
centro
de este paisaje sobrecargado de duendes,
sugerentes visiones, crípticas
alegorías;
preso de mi tiempo, perenne evadido
sin embargo,
volando amo, imagino en el tiempo-uno-de
todos.
En él imanto, nombro, retengo lo
que alcanzo.
Lo otro callo, o nombro de memoria:
Dios, Amor, Siempre, etcétera,
cuando quiero decir en realidad
Imagen, suelta todavía,
potencia en el eterno Telar, gracia
suprema
que sólo formaliza en ráfagas muy
caras,
que sólo actualiza en el convenido,
excluyente
y abstracto concepto. ¿Entonces…? Ideas,
ideas,
aunque independientes, conexas en este
apetito de vida.
Sustancia-una: Imagen-Amor, Dios si
lo prefieren, Poema
que aterriza como deshecho puzzle
de coquetas piezas que nos invitan
a juego. Juego
porque me place. (La belleza es siempre
placentera).
Vivo también porque juego, porque
me plazco en ello.
…Estoy
viviendo. Mi sangre
está
quemando belleza.[…] está evaporando amor.
[…] está
fundiendo conciencia en la nominal contienda.
Imagino, digo (¿poseo, regalo?) por ejemplo:
moscardón azul y hembra de vulva
incontinente,
mosquitas equinas a su servicio,
espadín de palo del abuelo,
troperos, contrabandistas,
maestros: anacoretas vitalicios en sus
colinas,
serpiente, rata, carreta, bueyes
bizcos y leonados,
papalote de rabo magnético, satélite
en propiedad:
techo sagrado... Y todo lo quemo,
evaporo,
libero en la conciencia para vivir como
hombre,
tratando a la vez de unirlo para
todos,
de anclarlo al nudo temporal que me
resuelve;
y una vez anclado, como un globo,
sin soltarlo,
hacerlo volar, recorrer todas las
vueltas
que el tiempo dance en la imaginación.
…Mi sangre se ventila. Toma oxígeno
para
llevar azúcares al músculo, sostener
imagen en la mente.
Sangre oxigenada. En otros nudos
sangre-manjar de tigres, pero en
éste,
sostén de belleza, amor y
conciencia;
río para la sed del hombre, para
que laven sus dioses
los trastos del devenir, y obliguen
al tiempo,
tan pendiente de engullir historia,
a relajarse.
Sangre-río-de la imagen en
sangre-sangre.
…Y todo pasa en este raso oscuro a
que me vine
siguiendo las pisadas de mis bueyes,
mientras un horcón con madera de
colina
aguanta en pie el frontis de mi
tienda,
y las brasas de antiguas hogueras
se muestran complacientes… Espero,
cuando acabe,
cuando deba volver sobre mis pasos,
que mis ascuas valgan a nuevos
cocinillas.
Hoy asé, al fuego de Juan Ramón,
un visón lampiño que cacé en mi isla.
Todo lo que se puede imaginar
gravita. Lezama
Un dron blanco, que hace días
reconoce el terreno,
posa por primera vez en mi nuevo patio.
Mis bueyes ni se inmutan. El
aparato tiembla
como en orgasmo arácnido, y luego
detiene sus motores
como tosiendo acelerado, acaso gimiendo
en el lenguaje de las máquinas.
No me acerco, el mediodía hace mucho
me aletarga,
pero noto que en sus delgadas patitas
trae barro negro, no como este que
piso, pardo.
¿De dónde viene? ¿Ha mutado el
moscardón
hacia un cacharro mudo, diurno,
con uñas contaminadas?
…Nada más ocurre hasta la noche,
pero en ella,
el amable zumbido del insecto-madre
no se escucha
y las mosquitas de su corte parecen
relajadas.
Es noche de otras bestias ésta.
Cuando enciendo la hoguera, el
falso dron enciende,
abre sus mandíbulas de acero, la
cremallera de su bodega.
Entonces la tripulación se hace
visible,
sale y se acerca al fuego. Todos
animales,
pero ninguno deforme, raro,
ninguno que deba volar anda, que
deba andar repta,
que deba nadar vuela. Eso sí,
elegantísimos, alegres,
con un apetito insaciable, y un
rasgo distintivo:
tienen los ojos de oro. Un gato
egipcio, una marta persa,
un antílope griego, un mulo
palestino, un jabalí checo,
un gallo ibérico y un caimán caribeño.
Parecen conocerse, venir del mismo
sitio.
Los ojos áureos explican su
excelente visión nocturna
y parecen ser un rasgo propio de su
estirpe.
Yo callo. Noto que mirando avivan
la hoguera
y cambian la apariencia al pelaje
de mis bueyes.
No sólo se doran sus bandas más
oscuras,
sino que parecen tejidas con poplín
sobre un basto lienzo de yute. Veo
que se interesan
por mi vieja espada de palo, que
observan
el horcón que apuntala mi tienda.
…Entonces me despierto y no doy
crédito.
Todo lo que
se puede imaginar gravita.
Allí están, en la cima de la
verdad, la poética,
ignorándome ahora, que, bien
espabilado
me les acerco y hablo… A mis
bártulos:
empiezo con la escuadra y la
plomada,
pero me detengo… ¡Coño, tienen realmente
los ojos de oro!
¡Cuánto destacan en el jabalí negro!
Mas
¿cómo caben en este aparato? ¿De
dónde vienen,
qué tiempo atravesando?
Entonces vuelven, ya reales, todas
las imágenes del viaje,
desde aquel redondel donde lidiaba antes
a esta hoguera lenta que no mengua.
Vuelven ordenadas,
pero no hechas a una certitud
esférica,
no puntas abultadas en los radios
de una rueda,
sino cuentas de distinta factura,
deslizándose
en la lacería de una misma cuerda:
nudo gordiano
especialmente inmune al filo férreo.
…Un ruido me despierta al punto.
Todo lo que
se puede imaginar gravita.
¿Qué fue? Sonaba a carcajada.
Y entonces me veo como repasando un
sueño.
Yo, allí, rodeado de animales con
los ojos áureos.
¿Qué hago allí, yo, con esas
criaturas,
si estoy aquí conmigo? ¿Quién se
ríe?
¿Y estos bueyes? ¡Coño, son ciertos!
Parecen cebras cosidas por mi madre
para un Belén real, maravilloso.
¿Debo poner fin a esta escalada,
quitar el horcón de la tienda,
partirlo en dos
y apuntalarme los párpados?
…Eso hacía cuando desperté.
Todo lo que
se puede imaginar gravita.
Me descubro triple, doblemente
repetido en mis afueras,
desmontando una tienda a las
orillas del fuego,
rodeado de animales con ojos dorados,
pendiente de una risa enorme
que parece venir de una colina.
…¿Qué haces en cueros, papá, con quién hablas?
¿Por qué tienes
aquí tu araña disecada?
No sé si dormido o despierto,
contesto (pregunto):
¿Esto mide el mundo, esto pesa?
Una imagen en tierra…
un nudo en el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario