miércoles, 7 de julio de 2021

UN NUDO EN EL TIEMPO: ÉSTE

 



Después de un paréntesis no deseado, reabro este espacio. A todos sus (mis) lectores os hago llegar un abrazo renovado. Y a los que tengáis ganas de poesía, os ofrezco además los dos últimos actos de un poema-libro (Un nudo en el tiempo) escrito hace ya unos cuantos años, pero que ahora... En fin... 



Estoy viviendo. Mi sangre

está quemando belleza.

[…] está evaporando amor.

[…] está fundiendo conciencia. J.R. Jiménez

 

En el nocturno raso de la vida,

las grandes imágenes son regalos

que no tienen que filtrar las vísceras, cansadas ya

de tanto material nocivo, tanta faena.

Qué maravilla ¿no?: regalos que no enquistan

en músculo o fluido, que no se adhieren a venas o arterias,

que no se acodan en sus paredes

para purgar biológicos delirios… Pero también

son regalos que descargan los sentidos,

tan al tanto ellos de las vísceras, aunque lo ignoren,

de su sustento, de sus fibrosas moliendas.

Regalos cuya génesis no siempre participan,

pero sí cuidan para aliviarse

de páncreas, riñones, vejigas… Así lo entiendo.

No soy porque respire, ni vivo porque sienta.

Vivo porque soy, además, regalado y agradecido,

porque retengo lo que imagino, porque huroneo,

depredo en el Gran Poema de todos

la toda-imaginación-una. Vivo porque nombro

lo que alcanzo a reducir y poner al servicio de la vida,

porque no alcanzo a nombrar lo irreducible,

porque rebusco en la Gran Enciclopedia, también

en sus espacios no dichos. Vivo porque amo

este ejercicio vital, porque amo.

…Yo, unidad de amor indivisible, indivisible

cantidad de imaginación amante, al centro

de este paisaje sobrecargado de duendes,

sugerentes visiones, crípticas alegorías;

preso de mi tiempo, perenne evadido sin embargo,

volando amo, imagino en el tiempo-uno-de todos.

En él imanto, nombro, retengo lo que alcanzo.

Lo otro callo, o nombro de memoria:

Dios, Amor, Siempre, etcétera,

cuando quiero decir en realidad Imagen, suelta todavía,

potencia en el eterno Telar, gracia suprema

que sólo formaliza en ráfagas muy caras,

que sólo actualiza en el convenido, excluyente

y abstracto concepto. ¿Entonces…? Ideas, ideas,

aunque independientes, conexas en este apetito de vida.

Sustancia-una: Imagen-Amor, Dios si lo prefieren, Poema

que aterriza como deshecho puzzle

de coquetas piezas que nos invitan a juego. Juego

porque me place. (La belleza es siempre placentera).

Vivo también porque juego, porque me plazco en ello.

…Estoy viviendo. Mi sangre

está quemando belleza.[…] está evaporando amor.

[…] está fundiendo conciencia en la nominal contienda.

Imagino, digo (¿poseo, regalo?) por ejemplo:

moscardón azul y hembra de vulva incontinente,

mosquitas equinas a su servicio,

espadín de palo del abuelo, troperos, contrabandistas,

maestros: anacoretas vitalicios en sus colinas,

serpiente, rata, carreta, bueyes bizcos y leonados,

papalote de rabo magnético, satélite en propiedad:

techo sagrado... Y todo lo quemo, evaporo,

libero en la conciencia para vivir como hombre,

tratando a la vez de unirlo para todos,

de anclarlo al nudo temporal que me resuelve;

y una vez anclado, como un globo, sin soltarlo,

hacerlo volar, recorrer todas las vueltas

que el tiempo dance en la imaginación.

…Mi sangre se ventila. Toma oxígeno para

llevar azúcares al músculo, sostener imagen en la mente.

Sangre oxigenada. En otros nudos

sangre-manjar de tigres, pero en éste,

sostén de belleza, amor y conciencia;

río para la sed del hombre, para que laven sus dioses

los trastos del devenir, y obliguen al tiempo,

tan pendiente de engullir historia, a relajarse.

Sangre-río-de la imagen en sangre-sangre.

…Y todo pasa en este raso oscuro a que me vine

siguiendo las pisadas de mis bueyes,

mientras un horcón con madera de colina

aguanta en pie el frontis de mi tienda,

y las brasas de antiguas hogueras

se muestran complacientes… Espero, cuando acabe,

cuando deba volver sobre mis pasos,

que mis ascuas valgan a nuevos cocinillas.

Hoy asé, al fuego de Juan Ramón,

un visón lampiño que cacé en mi isla.

 

Todo lo que se puede imaginar gravita. Lezama

 

Un dron blanco, que hace días reconoce el terreno,

posa por primera vez en mi nuevo patio.

Mis bueyes ni se inmutan. El aparato tiembla

como en orgasmo arácnido, y luego detiene sus motores

como tosiendo acelerado, acaso gimiendo

en el lenguaje de las máquinas.

No me acerco, el mediodía hace mucho me aletarga,

pero noto que en sus delgadas patitas

trae barro negro, no como este que piso, pardo.

¿De dónde viene? ¿Ha mutado el moscardón

hacia un cacharro mudo, diurno,

con uñas contaminadas?

…Nada más ocurre hasta la noche, pero en ella,

el amable zumbido del insecto-madre no se escucha

y las mosquitas de su corte parecen relajadas.

Es noche de otras bestias ésta.

Cuando enciendo la hoguera, el falso dron enciende,

abre sus mandíbulas de acero, la cremallera de su bodega.

Entonces la tripulación se hace visible,

sale y se acerca al fuego. Todos animales,

pero ninguno deforme, raro,

ninguno que deba volar anda, que deba andar repta,

que deba nadar vuela. Eso sí, elegantísimos, alegres,

con un apetito insaciable, y un rasgo distintivo:

tienen los ojos de oro. Un gato egipcio, una marta persa,

un antílope griego, un mulo palestino, un jabalí checo,

un gallo ibérico y un caimán caribeño.

Parecen conocerse, venir del mismo sitio.

Los ojos áureos explican su excelente visión nocturna 

y parecen ser un rasgo propio de su estirpe.

Yo callo. Noto que mirando avivan la hoguera

y cambian la apariencia al pelaje de mis bueyes.

No sólo se doran sus bandas más oscuras,

sino que parecen tejidas con poplín

sobre un basto lienzo de yute. Veo que se interesan

por mi vieja espada de palo, que observan

el horcón que apuntala mi tienda.

…Entonces me despierto y no doy crédito.

Todo lo que se puede imaginar gravita.

Allí están, en la cima de la verdad, la poética,

ignorándome ahora, que, bien espabilado

me les acerco y hablo… A mis bártulos:

empiezo con la escuadra y la plomada,

pero me detengo… ¡Coño, tienen realmente los ojos de oro!

¡Cuánto destacan en el jabalí negro! Mas

¿cómo caben en este aparato? ¿De dónde vienen,

qué tiempo atravesando?

Entonces vuelven, ya reales, todas las imágenes del viaje,

desde aquel redondel donde lidiaba antes

a esta hoguera lenta que no mengua. Vuelven ordenadas,

pero no hechas a una certitud esférica,

no puntas abultadas en los radios de una rueda,

sino cuentas de distinta factura, deslizándose

en la lacería de una misma cuerda: nudo gordiano

especialmente inmune al filo férreo.

…Un ruido me despierta al punto.

Todo lo que se puede imaginar gravita.

¿Qué fue? Sonaba a carcajada.

Y entonces me veo como repasando un sueño.

Yo, allí, rodeado de animales con los ojos áureos.

¿Qué hago allí, yo, con esas criaturas,

si estoy aquí conmigo? ¿Quién se ríe?

¿Y estos bueyes? ¡Coño, son ciertos!

Parecen cebras cosidas por mi madre

para un Belén real, maravilloso.

¿Debo poner fin a esta escalada,

quitar el horcón de la tienda, partirlo en dos

y apuntalarme los párpados?

…Eso hacía cuando desperté.

Todo lo que se puede imaginar gravita.

Me descubro triple, doblemente repetido en mis afueras,

desmontando una tienda a las orillas del fuego,

rodeado de animales con ojos dorados,

pendiente de una risa enorme

que parece venir de una colina.

¿Qué haces en cueros, papá, con quién hablas?

¿Por qué tienes aquí tu araña disecada?   

No sé si dormido o despierto, contesto (pregunto):

¿Esto mide el mundo, esto pesa?

Una imagen en tierra…

     un nudo en el tiempo.




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