La
luz, recién hecha, atraviesa tus
ojos,
impacta en los míos, me habla
(ya
habla, tan bebé ella) de cosas
que
no entiendo. Por ejemplo: qué
hoja
trebolada, en qué otoño, de
qué
árbol de Queens manumisa, con-
viene
a un corazón hipnótico para
prolongar
su curso. O qué cervatillo,
de
qué bosque de Ellenville huido, en
qué
bosque de Ellenville hallado, a
qué
salto bestial predispuesto, con-
viene
al dicho corazón para estre-
llarse.
Estrellarse, digo, contra un cielo
blanco.
La luz recién hecha, Óliver, a
ti,
de qué te habla, a ver. ¿Acaso
también
de este hombre, foco de
sombra
(mírame, hijo, mírame) que
tus ojos emancipan de sí?
Especial. Conmovedor. Gracias, amigo.
ResponderEliminarGracias, a ti, amigo. Intuyo tu nombre y corro con tu discreción. Te abrazo.
EliminarBienvenido de ese viaje ,que destila en tu poema toda tu recatada pasión por ese angelito.el treinta nos vemos.
ResponderEliminarGracias, amigo. No firmas, pero te sigo. Abrazos
Eliminaray, Dio's, tu poema me estremece.
ResponderEliminarAh, qué responsabilidad: provocar el estremecimiento de la reina. Me pongo a sus pies, Majestad. Y la beso.
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