JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO: “NADIE TE DEBE UN
PREMIO”
Hablaba como escribía, con la punta fina del alma. Y desordenado, a imagen de su pensamiento. Era su manera de alcanzar la perfección. Disertaba sobre la marcha… y sobre montañas de libros. Al citar, no lo hacía de memoria, sino adaptando lo dicho al discurso para ofrecer un testimonio oral de lo escrito. El concepto que tenía de la belleza no era voluptuoso. La metáfora estaba prohibida. El núcleo de lo que sigue es un fragmento de las conversaciones mantenidas entre 2016 y 2018 con el objeto de armar un libro que hablase del mundo de ayer desde el mundo de hoy. El origen fueron precisamente mis entrevistas a otros autores para TURIA. Los encuentros discurrían en Alcazarén, Valladolid, “a la hora de costumbre”, las cinco de la tarde; indistintamente en invierno y en verano. Tres horas sin descanso que finalizaban con un paseo.
-¿Qué
tal el verano? ¿Escribiendo?
-No.
Quemando papeles. Y corrigiendo. No he escrito nada. Doy por concluida la opera
omnia.
-No.
-Sí.
En este país, ¿para qué vas a escribir? Lo que siento es no haberlo visto
antes.
-¿No
se escribe para la posteridad?
-Yo
creo que la posteridad es peor que la actualidad.
-Concedo
que nadie se acuerda de Valera. Es como si ganar los libros de texto llevara a
perder la calle.
-La
calle está perdida siempre, y si te mueres, más. En otra época, cualquier chico
sabía más que su padre y escribía más que su padre y, por supuesto, leía. Hoy,
el último labriego sabe dónde está Cuenca y sus chicos no. Y si les das un
atlas, lo ponen del revés.
-El
deterioro de la educación, ¿por qué?, ¿por intentar dar cabida a todos?
-Sí
[hace una pausa]. Esto es lo de Dostoievski: todos iguales en la servidumbre.
El país no tiene solución. Tampoco otros. Hace tres años, una profesora
estadounidense me comentó que una alumna suya quiso hacer un trabajo sobre
España. “Yo encantada. Le pregunté de qué y me respondió que de Bárbara Rey.
‘¿Y quién es esa?’. ‘Una especie de cantante’. Le expliqué que en la
universidad no se solía hablar de cantantes”. Ya no hay cultura, hay culturas,
y en ese plural termina cabiendo todo.
-El
ruido haciéndose más mundanal.
-Hoy
me encontré con un chico por la calle y le pregunté: “¿Cómo se dice Reconquista
en inglés?”. ¡No tenía ni idea! Es verdad que para un inglés el término reconquista
es tan genérico que dificulta su empleo. Las ciudades se han reconquistado cien
veces, pero sólo hay una Reconquista. El caso: si quiero hablar de ella, ¿cómo
lo hago? Habrán tenido que importar el concepto.
-El
comercio funcionó sin saber el idioma.
-El
comercio hoy está mal visto. Hay un presupuesto según el cual debemos acabar
con los ricos, con las patrias y con las religiones. Como mucho cabe una
religión única. Y se quiere que Europa sea un país. Les va a costar con los
franceses. Van a fracasar. La victoria de Trump ha sido una advertencia. Acaba
de decir que no está para experimentalismos sexuales, y que si alguien los
quiere los pague de su bolsillo. En los papeles oficiales se tiene que llamar a
las cosas por su nombre, y si una persona ha muerto no decir que se ha ido.
-¿El
eufemismo ha llegado para quedarse?
-Es
una revolución. No tiene enmienda. Que los modernos -digo modernos porque son
de ayer, no por otra cosa- piensen que lo que ha producido su época, la
modernidad -agotada tan pronto- contradice lo anterior es una respuesta de tipo
religioso. El marxismo no ha sido otra cosa, el nazismo tampoco.
-Respuestas
religiosas… ¿porque son vividas de manera religiosa?
-Ahí
está, porque son la negación del pensamiento. En el catolicismo y en el
protestantismo cabe discurrir. Aquí no: las categorías son las que digan ellos.
Y no van a durar. A los chicos, que son como todos, les ha parecido una cosa
nueva, pero empiezan a desencantarse. ¿Cuánto va a durar esto? No lo sé. Lo que
sé es que este aguijón les ha dejado sin pies. Estar contra todo es una postura
religiosa. Absurda.
-Y
el agnosticismo, ¿qué le parece?
-El
agnosticismo consiste en negar a un dios malo para poner a un dios bueno. Su esencia
viene representada por la idea de que el ser o es malo o ha hecho alguna cosa
mal. Por lo tanto, hay que negarlo; luego ya levantaremos nosotros un mundo con
nuestros argumentos. Así han operado los marxistas desde que nacieron.
-El
marxismo dice que el hombre nace bueno, que son las circunstancias.
-Ya,
lo de Rousseau, pero eso es difícil de mantener porque las circunstancias de
algunos fueron aristocráticas y se hicieron chekistas. Eso es como
cuando el Papa dice que el terrorismo viene del hambre. Oiga, no: el que tiene
hambre, quiere comer, y las bombas no alimentan. Luego, igual, como deporte…
pero, ordinariamente, lo que quiere es comer otra vez.
-El
islam no tiene que ver con el terrorismo, pero el terrorismo que está habiendo
es de origen islámico, hay mucho escrito. Repasando El mudejarillo, encontré
el término salamilla. Fui a su significado concreto y di con un artículo
suyo de 2002 en el que defendía el derecho de las mujeres a llevar velo.
-En
el mundo moderno no sabemos lo que es la libertad. Decían Chateaubriand y Dostoievksi
que la libertad es cosa de aristócratas.
-Y
Nietzsche, me suena.
-Puede
ser. También se ha dicho que el ateísmo es aristocrático, pero eso viene de Robespierre.
Pues no. La libertad no tiene que ver con la clase, es una cosa de vida
antigua. Puede que la igualdad sea de demócratas, pero la libertad no es de
aristócratas. La salamilla no es más que un velo, el mantón célebre de toda la
cuenca mediterránea. ¿Y por qué la salamilla? Primero, porque el valor erótico,
hablando claro, era la blancura. Fueron los americanos los que trajeron el
moreno como signo de riqueza -o sea, de estar todo el día al sol-. Nadie dio
importancia a la prenda. Es más: hay una disposición del alcalde de Arévalo -le
hablo de tiempos de don Juan II-, en la que éste avisa de que llega el calor, va
a ser mayo y, respaldado por el imán, pide que nadie tenga escrúpulos en
quitarse el velo. No es verdad que sea una imposición religiosa, es una
costumbre del que vive en el campo. En Marruecos, la salamilla continúa en las
zonas rurales, no en la ciudad. Son los europeos los que le dan importancia a
esta prenda y hablan del dominio sobre las mujeres.
-Concediendo
que pueda haber uso político, ¿no algo de sumisión?
-Si
sumisión igual hay. ¿Y qué? De la mujer insumisa no hablamos. Que puede serlo y
llevar velo. La cosa es no ser sumiso. Tampoco un hombre debe serlo con otro
hombre. Está de moda hablar del velo y de los delitos de odio. Que no me vengan
con ésas, por favor. ¿Cómo yo puedo evitar odiar una cosa? Y cómo, por odiar,
voy a cometer un delito. Si es…
-…
¿humano?
-¡Humano
de primer orden! Tengo que odiar cosas.
-¿Igual
que amar, odiar?
-Pues
claro. En el momento en el que apartamos la racionalidad, queda un mundo
distorsionado.
-¿Y
qué piensa de un país laico como Francia, que prohíbe los símbolos en los espacios
públicos?
-Le
voy a decir que eso no es ser laico. Este año preguntaron al Consejo de Estado si
se podían montar belenes en los escaparates. El Consejo de Estado no se atrevió
a decidir y consultó al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Finalmente se ha
dicho que lo único intolerable es el secularismo debido a que se comporta como
una religión que impone a los demás su modo de pensar. Si una religión no se
impone, arreglado.
-Entonces,
¿qué es ser laico?
-Que
los católicos pongan su escuela sin que le importe al Estado. Lo que hay que
defender es que nadie obligue ni prohíba. Yo, que tengo fama, en el sentido
modesto, de haber dedicado muchos escritos a la libertad, creo que el problema se
soluciona de esa manera. Que a ver si se pone en práctica de una vez, y dura. Porque
ya estaba en el siglo XIII: recuerdo una prohibición establecida por un rey
escocés, al que Roma contestó por medio de Guillermo de Ockham: “Recuerda que
tú eres sucesor de Pedro, no de Carlomagno”. Así de simple. ¡Entonces eran honorables!
Nosotros somos muy complicados para la libertad.
-¿Y
para la tolerancia?
-Igual
o peor. La tolerancia la inventaron unos señores que no tenían ninguna, de
gorro y palmatoria. Pensaban que el origen de la religión era fantástico, y que
encendías una luz y se iba sola. Aquí ha habido cristianos y judíos sin guetos.
Los barrios respondían a oficios: la judería era un barrio, o sea, un oficio;
judería no tiene que ver con que hubiera judíos. En Ávila está clarísimo que no
todos lo eran. En las casas vivían tintoreros abajo y labradores arriba -aunque
labradores judíos había pocos, eran más bien tenderos-. Un señor compartía casa
con un judío, la mujer del primero le pedía aceite y se invitaban. No es
posible creerse los cuentos que relataban en 1411, en Londres. Aquí hasta se
inventaron un proceso y llevaron a tres a la hoguera. Cuando, cuatrocientos
años después, se dejó de creer, ¿qué pasó?: que mataban a un niño, cogían una
hostia consagrada y hacían un veneno.
-Antisemitismo
no ha habido, entonces.
-Antijudaísmo,
si lo quiere. Lo que ha habido es persecución de conversos. Respondiendo a su
pregunta, la tolerancia nace de la convivencia, que no es necesario predicar. Como
te impongan el respeto a los otros, uy, dios… Es mejor que el respeto nazca natural,
fruto del contacto, que compruebes, mediante observación, que el otro es igual
que tú. Que tiene brazos y piernas, que no tiene rabo. Como esperes a
moralizar… estamos perdidos. Eso ya se sabe que es así. En resumen: las
culturas pasadas fueron más libres que la actual.
-Usted
ha destacado en más de un sitio -en Ávila (1988), en la Guía
espiritual (1984), etcétera- que cristianos, moros y judíos convivieron sin
dificultad.
-Sí.
-Sabe
que hay otra visión.
-Siempre
hay otras visiones, e intereses por parte de quien las profiere. Al igual que hay
momentos y momentos dentro de la convivencia entre las tres religiones.
-¿No
tres culturas?
-Es
que no eran tres culturas, no había tal separación. Eran tres formas de vida,
cada una con su fe. ¿Momentos malos? No exageremos.
-El
siglo XX vio dos guerras mundiales.
-Pues
claro que sí. Pero de eso no se dan cuenta. El medievo fue más armónico de lo
que se nos quiere hacer creer. E importante: las tres formas de vida se dieron
bajo el paraguas del cristianismo. Hasta el siglo XV no hay prueba sino de que
se vivió libremente y en concordia.
-La
Inquisición está limitada a los conversos.
-Eso
es. La Inquisición, que se llama castellana para más narices, porque se inventa
en Medina, y que es terrible, está hecha contra los conversos. Nada más.
-Creo
que Teófanes Egido dice que también combatió a protestantes.
-…
si uno era protestante o astrólogo daba igual. Hablo de la peor inquisición, de
la institución política, no de la episcopal, que existe hasta la Edad Media y
tiene, como todas las cosas procesales, sus defectos y sus barbaridades: creía
en brujas… bueno, qué le voy a contar. Pero la Inquisición va a judaizar. Y
exagera tanto la cosa que convierte el no comer torrezno en signo de fe
mosaica. Paco Rico niega que los torreznos sean los duelos y quebrantos del
sábado.
-Y
lentejas los viernes.
-[ríe]
Con las lentejas no hay problema, mientras no echemos al plato más de lo que
toca. Pero con los duelos y quebrantos sigue habiendo debate. Yo creo que hay suficientes
pruebas para relacionar las dos cosas. El árabe comía cerdo con duelo en el
alma y quebranto en el corazón. A mí no me agrada discutir, pero me han
obligado a hacerlo hasta en la Sinagoga del Tránsito. Acudamos al caso de Luis
de Pinedo. Este hombre recoge chistes y anécdotas que luego publica en un
libro. Estamos en el siglo XVI. Ahí tenemos el caso de un cristiano, me parece
de la provincia de Soria, que recomendó su sobrino a un judío, para que le
ayudase en las cuentas y en la contribución. Al año, o año y pico, el soriano
le pregunta: “¿Qué tal mi sobrino?”. “Estupendo. No se harta de cristiandad”. Es
decir: no se harta de comer jamón, ¡evidente!... de jamón ¡o de torreznos! Lo
dice en buen plan, ¿eh?, tampoco se queja. Y parece un chiste, pero no lo es. Dice
más de lo que dice.
-El
asunto, ¿se cerrará algún día?
-No
lo sé. Dicen que todavía “no está bien investigado”. ¿Y qué es eso de la
investigación?: pues buscar las llaves y hallarlas, o encontrarlas por el
camino. Tenerlas. Puede que las busques aquí y estén allí. No importa. Lo que habrás
de comprobar, una vez tengas unas en la mano -da igual si te las dan-, es si
entran en la cerradura. Si no entran, no son. Evidente. Pero si entran, no veo
razón para decir que no son. ¡Pues no hay manera con los profesores!, sobre
todo con los de Literatura. Tampoco hay manera de convencerlos respecto de las
influencias. La señorita Luce López-Baralt tiene un libro, que se ha hecho
famoso, sobre san Juan de la Cruz en el que dice que ya había un poeta persa
hablando de un pájaro en el tejado. San Juan era de Fontiveros. Y en
Fontiveros, como en Alcazarén, hay muchos pájaros en los tejados. Pero además
era clérigo y tenía obligación de rezar el ciento dos, y el ciento dos dice:
“Estoy como un pájaro con el pico abierto sentado en el tejado”. ¿Que coincide
san Juan de la Cruz con un árabe? Pues tanto gusto. Es más fácil que se le
ocurra a él que pensar que sabía árabe, ¡cómo coño va a saber árabe! Y persa,
menos. ¿Cuántos sabían persa? ¿Cuántos saben persa hoy? Si es que son bobadas.
-¿Y
del erasmismo, qué me dice?
-¿Aplicado
a Cervantes? ¡Pero cómo va a ser erasmista! Desconocemos su nivel de educación,
parece que era alto, pero hablamos de una educación general. Específica no tenía.
¡No sabía ni latín!... y por eso no le lleva el conde de Lemos, que le aprecia
mucho, a Italia. Quiso hacerlo, pero entre que era tartamudo y no sabía latín, no
hubo manera. Cogió a unos chicos guapos y cultos, que son los hermanos
Argensola. ¡Pero si no ofende a nadie! La realidad es la que es. Pues el mundo
moderno no puede con ella.
-¿A
qué se refiere?
-Al
hecho de que no somos iguales. Y de que hay que aceptar con agrado, si es
posible, la diferencia. Así sea usted cojo. Esto sólo lo ha comprendido el
mundo antiguo. En los pueblos siempre se ha hablado del cojo. No pasa nada. “Es
el cojo”. “Ahí va el cojo”. ¿Por qué le va a ofender que le llamen así, si lo
es? ¡Si es una individualidad extraordinaria! Pues el mundo moderno lo ve como
un insulto o una discriminación. Entonces, tratan de que parezca que no es
cojo.
-No
olvido a un africano al que colaron en una olimpiada, sin saber nadar. Daba la
impresión de que se ahogaba, pero, en vez de socorrerle, le aplaudían.
-Eso
es artístico, el colmo del buenismo, que compitan todos. Y así hemos terminado,
en la idiotez. Como en el caso del machismo. O sea, ¿que una condición
sicológica es un delito? Yo el machismo no sé lo que es. Ahora, ¿un tío que se
siente superior a las mujeres? Pues déjele, no cuesta nada. Normalmente el que
se cree superior es tonto, pero si así se lo pasa bien, buena gana de llevarle
la contraria. ¿Que se ve muy guapo? Pues que vaya al río a mirarse. ¿Y tenemos
que hacer un mundo con eso? Es muy serio. Cosa distinta es que sus acciones
menoscaben a otra persona, hombre o mujer. ¿Pero que se crea mejor que yo? ¡Adelante!
Estamos haciendo un mundo con la desigualdad… ¿Alguien ha pensado que, sin
desigualdad, no habría transmisión cultural? Para ser iguales, tendré que
enseñar al niño dónde está el Monte Ararat, ¿o no? Le tendré que procurar una
enseñanza para eso, para que sea como yo. Los profesores no cobraban en
la Edad Media. Era un pecado. El catedrático vivía del beneficio. Por ejemplo,
en una catedral podías poner a unos a cantar, y a otros a servir al sacristán. La
enseñanza, le repito, parte de la desigualdad. Ahora hay que tener en cuenta al
alumno, darle todo masticado, procurar que no se aburra. Y, claro, acaban
diciéndole las preguntas del examen… ¿Resultado? El profesor es un payaso y la
educación no existe.
-Había
algo parecido al usufructo.
-Algo
parecido. La estructura social favorecía la propiedad nuda, que es un derecho casi
equivalente a la posesión. Dicha estructura favorecía, sobre todo, a la
aristocracia y a la iglesia. El labrador rico, nada, vivía en un pueblo y
despreciaba la geometría: “Bah, eso es para los profesores”. Formidable. No hemos
vuelto a ver eso. El historiador Franz Borkenau echa de menos el materialismo
histórico en el marxismo actual. Y tiene razón. De ahí viene el
anticlericalismo.
-Usted
ve una quiebra en la Revolución Francesa.
-Pero
cómo no. Veamos. El pobre hombre del campo trabajaba unas tierras que
pertenecían al cura o al aristócrata. Si había mala cosecha, el cura ese año lo
pasaba mal… igual que los demás; y si había de sobra, pues mejor para todos. El
dueño le pagaba el uno por ciento, que no era nada, pero estaban asegurados del
abuelo al tataranieto… hasta que llegó la Revolución Francesa. Con la
desamortización, la iglesia y los nobles fueron despedidos con una limosna, pero
¿qué pasa?, que la recibían en el banco, y ahí hubo maldad o fallo, yo creo que
un fallo. A ver quién le convencía al campesino de que el cura no era rico. “Va
al banco y nosotros no”. Bastante razón. Ve al cura ir al banco y volver con
dinero. Una limosna, pero el campesino no lo sabe. La inquina al cura y al
noble tiene una motivación económica comprensible. Inquina que se vuelve odio:
“Hay que matarlos. Nos están explotando”. Sin darse cuenta de que el cura
estaba siendo explotado también. Es un problema que ya va siendo hora de estudiar
sin ideas preconcebidas.
-¿Por
qué se orilla esa versión?, ¿por interés o por ignorancia?
-Las
dos cosas. Sobre todo, por limitaciones humanas. Siempre oímos: “Dijo san
Agustín…”. Bueno, eso de dijo… dijo lo que le atribuyen. Él dijo una cosa, eso
está claro. Lo que hay que ver es quién tenía delante. Quién le oía y qué
sentido podía aplicar a lo que oía. No debemos coger un cadáver de pensamiento,
como es un libro, y añadir nuestras cosas. ¿No hay que inventar edificios? Sí. Lo
que no hay que hacer es añadir ni interpretar. Ya sabe que ahora los hechos no cuentan,
importan las interpretaciones. No le cuento en periodismo. El periodismo es
imaginación.
-Me
hace pensar en un libro sobre Kafka donde, capítulo a capítulo, relacionan sus
cuentos con patologías. Debía de tener veinte o treinta [risas].
-Eso
pasa también con las poetas suicidas. Le das un poema a un espabilado y te saca
petróleo. Eso se sabe. Pero usted le da uno mío y también encuentra taras.
Kafka, un hombre singular, no tiene precio.
-Por
fin sabemos de su sentido del humor…
-…
si es que es normal que lo tuviese…
-…
leía sus textos en cafés y reía a carcajadas.
-Igual
le pasa a Dostoievski. Extraen las cartas de su época en Dresde, donde vivía con
su mujer, y se fijan en que las patronas no hablaban con él de dineros, sino
con ella. Parece ser que se liaba con el cambio o no le interesaba el tema. Yo
creo que no le interesaba. Estaría a otras cosas. Lógico. Sería un hombre
normal, con sus despistes. Vale. No pasa nada. Pues ya le han sacado un perfil.
Hay cosas que no deben suponerse. Ajústese a la realidad y déjeme de interpretaciones.
-O
sea, que la interpretación es algo extendido.
-Con
algunos no. Fíjese en todo lo bicho que era Valle-Inclán, y de él nadie supone
nada. Era un hombre que vivió a nuestra costa un par años en Roma. Y como un
rey. Lo que inventa… Le pedí a Ignacio Peyró que investigara sobre Isabel II de
España. Salvo uno francés, los historiadores vienen repitiendo los cuentos de
Valle-Inclán. El tío hace de una mujer honrada yo qué sé qué.
-Ya
que pasamos por Roma, ¿qué le parece el Papa [Francisco]?
-Ha
ido a Colombia, verá cómo la semana que viene reconoce a la guerrilla. Mi
opinión de él es mejorable. Dice cosas que no tienen que ver con la realidad, lo
mismo que los que hablan de Isabel II, que es asunto de más enjundia. No hay
más que acercarse un poco para alertarse: ¿cómo permitimos que la Historia diga
eso? Bueno, pues parece que Peyró solicitó documentación y le dieron cosas con
las que era imposible trabajar. “Literatura para hacer Historia no leo”. Hace
bien.
-¿Qué
le parece la sicología humanista?
-Como
el cristianismo humanista, un cuento. Se pregunta Erasmo: “¿De qué sabemos
nosotros? Podemos saber el idioma, pero no digamos bobadas. ¿Sabemos más que
los griegos y los latinos?”. Es la manía de negar la individualidad.
-Se
supone que la individualidad se defiende grupalmente por medio de la diversidad.
-Le
dejan a cada uno hacer lo que le dé la gana, que es distinto. Se preocupan por
el hombre ¿o por hacer dinero? Cada hombre vale por ser hombre. No debe tener
ideología, o la menos posible. Recuerde aquella homilía de 1511 de Montesino, cuarto
domingo de adviento -ahí los dominicos fueron todos geniales-: “Los indios que
están al fondo, no sé por qué no se ponen entre los demás”. Es decir: un hombre
es un hombre, da igual el espacio que ocupe y la raza que tenga… da igual
incluso si es listo o tonto. Formidable. En el hombre no hay doblez.
-Del
trato que recibieron los indios informó De las Casas.
-Ése
sí propuso integración. De las Casas era un hombre irritable, había sido
encomendero… y se comportó como el rojo que deja de serlo y, de repente, no
deja a los rojos respirar. Hombre, hay que ser un poco relajado. Digo con la
gente, no con los bandidos. Lo que tiene que haber son leyes. “La predicación,
para qué, si todos somos hijos de dios”. Según vuelva usted a Valladolid, entre
Boecillo y Laguna, verá esa cosa amurallada que llaman estúpidamente Bosque Real.
¡Pero si en España no se ha dicho bosque nunca! Un conjunto de álamos se llama
alameda; de encinas, encinar; de higueras, higueral. Boscoso sí se dice de
algo, ¿pero bosque? Bueno, pues allí pasó Carlos V el luto de doña Isabel, que
eran tres meses. Y tres meses concentrado dan para mucho.
-¿Carlos
V o I?
-Carlos
I, no vamos a hacer lo de Ortega: “Filósofo propio de España y quinto de
Alemania”. Bueno, pues Carlos I. Otro hecho que contradice lo de Bosque Real. Él
es un emperador, no un rey. O podíamos haber conservado el nombre del sitio,
que es bien bonito: El Abrojo. Pues no. El caso es que ahí estuvo Carlos I con
Zumárraga, prior de los franciscanos, y sacaron adelante la Ley de Indias, mano
a mano, con Cisneros y dos letrados. Los cinco. Eso indica una cosa: donde hay
un asiento no es una bobada.
-¿Qué
población tenía España?
-Ocho
millones, no llegábamos a ocho. La cuenta es bastante exacta porque disponemos
de censos y, como no pagaban por hinchar el padrón, debemos pensar que se
ajustaban a lo que había. Éramos los amos del mundo. Algo haríamos, ¿no? Y,
ojo: los jornales de un truhán -aquel que no tenía más que las manos- era de
trescientas sardinas diarias.
-¿Trescientas
sardinas?
-O
dos langostas. Le hablo antes de la segunda devaluación. Aunque la devaluación
al pueblo no le afectó: afectó a los millonarios. Entonces, yo me pregunto:
¿cómo es posible que estemos como estamos? ¡Si somos los mismos! Yo sólo lo
puedo achacar a la liquidación de la educación.
-De
la instrucción.
-Qué
palabra más bonita. Aquí el ministerio siempre se llamó De Instrucción Pública.
Está muy bien. Instrucción Pública: o sea, de la iglesia, de la masonería, de
donde cada cual quiera, pero el Estado a un lado. Lo malo es que ahora nuestros
jóvenes no comprenden un Estado que no sea marxista. Yo le decía a un chico el
otro día: “Mira, te conviene leer, pero, sobre todo, cuestionarte quién ha
hecho las calles bonitas de Madrid y Valladolid”. Que se lo pregunte. ¿Las hizo
uno de FASA [Renault] o un burgués? Pero, bueno, ¿tanto molesta lo burgués? No
lo comprendo. Tampoco la maldad que oculta su desprecio. Pero ¡si todo es
burgués!, hasta la medicina, sin la que habríamos muerto.
-Sándor
Márai reivindica esa figura.
-Hombre,
claro, y tiene toda la razón del mundo. Piense cuando le dice a uno, no
recuerdo en qué libro: “Ya, ya… y cuando vengan las masas… a las masas no les
interesa la literatura”. Y es verdad.
-En
eso sí estamos: nadie lee.
-Pero
nadie. En mis tiempos todavía la gente leía, primero, por la existencia de una
burguesía -no hay otra-; y, luego, porque parte de la clase baja imitaba y le
cogía gusto a la cuestión. Ahora no hay ni una cosa ni otra. Dice que nadie lee
y es así. Esos experimentos de tratar de llevar el libro a la gente siempre han
fracasado. A quien no le interesa, déjele. ¡Pero déjele! No se lo prohíba. Tampoco
se lo aleje.
-¿Y
es exclusivamente por la liquidación a que alude? ¿No pesa internet, un ocio
tan barato, en términos intelectuales?
-También
es verdad. Pero la tecnología no sé si está hipervalorada. Yo lo veo en mis
nietos: tienen su ordenador y sus chismes, pero no les he visto en todas las
vacaciones con los chismes. “¿Quieres ver la televisión?”. “No, para qué”. Tan
a gusto. Y no porque se les haya predicado, ¿eh? Qué va. Lo peor predicar.
-Hablemos
de premios. Usted me dijo en una ocasión que le pareció bien el Nobel a Dylan. Llegué
a casa y dudé si había sido irónico.
-No,
no. ¡Por lo menos es poesía! Comparado con las cosas que hacemos por aquí… Y me
habría gustado más el otro, el que murió el año pasado…
-Cohen.
-Ese.
Ojalá se cantara en la iglesia a Bob Dylan y no la mierda que cantan. No tiene
duda ninguna. ¿Que no es lo normal? Tampoco se acaba el mundo… Y es un poeta, ¿eh?, qué duda cabe. También
se cantaba la poesía en la Edad Media, de modo que no pasa nada, la mejor
poesía española es esa… o cosas del siglo XIX, como: “Si a tu ventana llega /
una paloma”… que es una cosa judía muy bonita.
-¿Qué
le parece Svetlana Aleksiévich?
-El
mejor premio en muchos años. Formidable.
-El
fin del ‘homo sovieticus’ destila cierta nostalgia. La autora es antisoviética
-entre otras cosas, por bielorrusa-, pero transmite una imagen dulce de la
URSS.
-Eso
es verdad. Y es que los rusos echan de menos algo que es normal: el orden.
-Y
creer en algo.
-Claro.
Creer es otra posibilidad de ordenar la vida. ¡Si es que ahora no hay nada
seguro! Y cada vez menos. Ese libro es estupendo. Y los demás: Voces de
Chernóbil, Últimos testigos… Ya era hora de algo así. Hacía
muchísimo, si le digo treinta años exagero, que no se lo daban a alguien de su
porte narrativo. Y eso que es un libro de testimonios: ella cuenta las cosas
que le cuentan. Admirable.
-Herta
Müller también es brillante.
-Me
gusta. Pero el premio llevaba unos años mezclando cosas buenas con bobadas. Esa
mujer [Aleksiévich] y Bob Dylan lo han enderezado.
-Se
postuló a Miguel Delibes.
-Me
habría gustado. Aunque, si alguna vez hubieran pensado verdaderamente en hacerlo,
en los tiempos que corren le habría perjudicado ser cazador. Las bobadas que
hicieron en Valladolid, en el periódico, en el ayuntamiento, que si recogida de
firmas… ¿pero no se dan cuenta de que en cuanto se enteren de que es cazador se
acabó? El premio Nobel no es un milagro ni cosa de otro mundo, es cosa de éste.
Pero me habría gustado, sí, porque él lo quería. Han tratado de enfrentarme a
él, invitando a pensar que sentía envidia de su relevancia. Ninguna. Me cuesta
abrirme al mundo, y cuando lo hago es para no fomentar mi fama de raro. Delibes
ha escrito mejor que la mitad de premiados en las últimas dos décadas, ésa es
la verdad. Aunque son sueños absurdos porque se debe saber cómo se manejan esas
cosas. Hay un estadounidense [Irving Wallace] que trató de hacer una novela con
documentación sobre el premio -una cosa que yo no entiendo, se supone que uno
debe saber previamente de aquello de lo que va a hablar…- y se le ocurrió ir a
Estocolmo. Le recibió un juez muy amable que era nazi. Año cincuenta o así. Le
dijo que no había nadie como Hitler y que los estadounidenses y los ingleses
eran una mierda. “A Rusia nunca hay que darle un premio, quiso apropiarse de
Suecia”.
-Pues
le salió el tiro por la culata con Pasternak.
-Quién
sabe por qué se lo concedieron. Había salido ya quince años en las
deliberaciones. Igual porque sabían que las autoridades le obligarían a
renunciar. ¿En qué año fue Pasternak? ¿Cincuenta y ocho? Igual ya había muerto
el juez, era viejo. Pero esas cosas decía, y son importantes para saber cómo funciona
la realidad.
-¿Está
publicado?
-Sí.
Lo tengo por ahí. Fue conocido por una novela titulada El premio, pero
él cuenta esas cosas en otro libro, en un ensayo [La creación de una novela].
Si es que la gente aquí no lee. Y si eres crítico de libros, menos.
-Cabría
pensar que de los años cincuenta aquí la cosa ha cambiado.
-A
peor.
-[risas]
Eso pensé que diría.
-Claro,
porque se les hace muy difícil la situación. ¿Quién conoce África? ¿A quiénes
van a premiar de allí? Pues a quienes les digan. Y así salió aquella mujer
espantosa, la Gordimer.
-Pero
Coetzee es bueno. Aunque tiene poco de africano.
-Usted
lo ha dicho. Se ha pasado toda la vida de aquí para allá. Lo importante es que
no hay injusticias porque nadie te debe un premio. Es todo un montaje. En el
que no participas. ¿Te cogen?, pues te cogen. Pero a ti nadie te debe un
premio.
-Lo
dice por experiencia…
-Si
es que no puede ser de otra manera. En los premios ocurre de todo. Del Cervantes
sé poco. Había un amigo en el jurado, Gabriel Albiac, y otro, que yo creo que fue
el que montó la cosa: el director honorario de la Residencia de Estudiantes
José García-Velasco. Y no me contaron nada, salvo que se opuso Rafael Conte, del
que era amigo. Eso es así, no pasa nada. El caso es que discuten y en vísperas,
o el mismo día, con el jurado reunido, El País anuncia que dos universidades
estadounidenses se opondrían a que me dieran el premio. Entonces, Goytisolo, a
quien apenas conozco, dijo: “Y a las universidades estadounidenses ¿qué les
importa?”. Yo se lo agradezco.
-Y
Víctor García de la Concha, que era presidente, ¿qué postura adoptó?
-Por
lo que conocí años después, lo encajó mal. Pero el señor De la Concha está muy
equivocado. En primer lugar, porque piensa que uno puede o quiere pisarle. Y yo
no lucho nada. De entrada, él sobresale entre los demás académicos: sabe latín.
Una vez se jubiló Adrados -porque dejó de asistir a las reuniones- ahí no queda
nadie que sepa griego y latín, una cosa penosa, tratándose de la Española. Pero
como no hay dinero por medio ni prestigio -hace cien años, sí-, pues da igual.
¿Por qué hemos llegado a este punto? Por abusar con gente que no tenía que ver
con la literatura. Una Academia para la lengua es una bobada. Los franceses
nombran a gente con una cierta obra y rasgos de eminencia. Les va bien. Hay
veterinarios, médicos... ¿Qué adelantas con filólogos y escritores?: ¿hacer
un diccionario cada vez peor? Un diccionario tan grande… y sin información. Te
da un significado y, cuando no saben qué decir, ponen que es un regionalismo. Antes,
entre profesores de instituto, algunos de facultad, y otros de familia -sin
oposición- había una pléyade extraordinaria. Se la llevó por delante la guerra.
Las guerras tienen eso. La cantidad de jóvenes que muere en ellas es alta y
muchos, herederos de una cultura extraordinaria. Después hay una o dos
generaciones en las que no se hila. Hasta en Weimar, que era una maravilla, pasó.
Así que en este país no le digo: dos guerras mundiales y una guerra civil…
bastante que estamos como estamos.
Ay, cómo me he divertido leyendo esto. he pasado gran parte del día yendo y viniendo de la cama al ordenador y viceversa, leyendo y regurgitando, pero ya acabé, y me sigo riendo, cuánta gente repitiendo la misma historia, la misma monserga, la misma idiotez. Hay elegancia para decirlo y argumentos que aunque parezcan validos a o no, son argumentos por lo menos. La mayor parte de los que piensan distinto de Lozano, no solo no tienen argumentos, sino que apenas saben decir insultos y mucha majomía de la repetición y el adoctrinamiento.
ResponderEliminarGracias. amigo.
SDC
Gracias a ti, queridísima. Me alegra que te haya gustado. Estoy completamente de acuerdo con lo que dices. Abrazos
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